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"No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que contar y contarlo" (Oscar Wilde). "Me he dedicado a investigar la vida y no sé por qué ni para qué existe" (Severo Ochoa).

jueves, 26 de diciembre de 2024

El takahe: historia de un retorno inesperado

 El calamón de Isla Sur o takahe (Porphyrio hochstetteri) es una de las aves más fascinantes y enigmáticas de Nueva Zelanda. De plumaje azul y verde brillante y robusto pico rojo, el takahe es un símbolo de la resiliencia de la naturaleza y de los esfuerzos humanos por conservarla. La historia de este animal es un viaje a través del tiempo, marcado por descubrimientos, extinciones aparentes y redescubrimientos milagrosos.

El primer encuentro documentado con el takahe se produjo en 1847, cuando el naturalista neozelandés Walter Mantell desenterró algunos restos óseos del animal en dos localidades de la Isla Norte de Nueva Zelanda. Enseguida se dio cuenta de que estaba ante un ave robusta y no voladora, estrechamente relacionada con los miembros de la familia rallidae, un grupo de aves gruiformes ampliamente extendido por el mundo. A pesar de no estar aún catalogada por la ciencia, la especie era conocida por los maoríes de la Isla Norte, quienes la habían cazado en tiempos anteriores y se referían a ella con el nombre de moho, pero aseguraban no haber visto un ejemplar en mucho tiempo.

Al año siguiente, los huesos fueron utilizados por el paleontólogo Richard Owen para describir una nueva y aparentemente extinta especie a la que en un principio nombró Notornis mantelli, denominación que posteriormente sería sustituida por Porphyrio mantelli. 

En 1849, para sorpresa del mundo científico, un individuo de la especie fue capturado vivo por el perro de un cazador de focas, pero esta vez en uno de los islotes pertenecientes a la Isla Sur. Su piel fue comprada por Mantell y enviada al Museo Británico. Por aquel entonces, trascendió que los maoríes de la Isla Sur conocían al animal con el nombre de takahe. Tan sólo dos años más tarde sería capturado un nuevo ejemplar en la Isla Sur, pero después de esto, tendrían que pasar casi tres décadas hasta el avistamiento en 1879 del siguiente animal.

Sería el zoólogo alemán Adolf B. Meyer, quien, tras comparar especímenes de las dos islas, llegase a la conclusión de que el moho y el takahe eran lo suficientemente distintos como para ser considerados especies separadas. Decidió nombrar a la especie de la Isla Sur como Notornis hochstetteri, en honor al explorador Ferdinand Von Hochstetter, quien se había dedicado sin éxito a su búsqueda durante los 28 años previos sin avistamientos del ave. Sin embargo, estudios posteriores determinaron que los animales de ambas islas pertenecían a la misma especie, degradando al takahe a una mera subespecie (N. mantelli hochstetteri).

Imagen de un calamón takahe tomada en la isla de Maud, una de las muchas pequeñas islas de la parte septentrional de la Isla Sur de Nueva Zelanda. Autor: Sid Mosdell (fuente).

No se volvería a tener noticia de un nuevo avistamiento hasta 1894, año en que se produjo la primera captura de un ejemplar vivo en la Isla Norte. Era la primera vez que se producía tal evento desde el descubrimiento de sus huesos en 1847. Desde esa captura hasta la actualidad, ningún otro especimen ha sido capturado o siquiera avistado en la Isla Norte, por lo que hoy en día se considera la existencia de una sola especie denominada comúnmente takahe (Porphyrio hochstetteri).

Mientras que en la Isla Norte no se volvieron a tener noticias del animal, un nuevo ejemplar hizo reaparición en la Isla Sur en agosto de 1898, -una vez más capturado por un perro- a orillas del lago Te Anau. Se trató del primer ejemplar completamente preservado y fue depositado en un museo en la ciudad de Dunedin. Repitiéndose el mismo patrón que en ocasiones anteriores, no volverían a tenerse noticias del animal durante mucho tiempo, hasta tal punto, que los expertos llegaron a creer muy seriamente que, esta vez sí, había desaparecido para siempre.

Afortunadamente, no todo el mundo estaba convencido de la extinción del takahe. Una de estas personas era Geoffrey Orbell, un médico neozelandés cuya figura sería clave en la historia del ave neozelandesa. Había recogido gran cantidad de información proveniente de los testimonios de maoríes que habitaban el entorno del lago Te Anau, donde habían sido avistados y capturados algunos ejemplares en el pasado. Se dio cuenta de que en las montañas que surcaban las orillas orientales de este lago, existía otro gran lago aún sin documentar por los occidentales, que además, supuestamente era -según los testimonios- hogar del takahe. De hecho, se creía que era lugar de anidamiento de estas aves. 

Orbell lideró una pequeña expedición al recién descubierto lago en abril de 1948. Aunque encontró algún rastro indicativo de la presencia del animal en la zona, no avistó directamente ningún ejemplar. Siete meses después, volvería a lanzar otra expedición en el mismo lugar, para finalmente, tropezarse con el "extinto" animal el 20 de noviembre de 1948. Mientras Orbell y sus acompañantes caminaban por un valle, un ejemplar de takahe se cruzó en su camino. A finales de aquel mismo año, el equipo de Orbell había logrado capturar vivos a dos individuos a los que examinaron y filmaron meticulosamente antes de volver a soltarlos.

En 1949, Orbell lideró una nueva expedición al valle en que había descubierto la presencia de takahes. Como fruto de las observaciones realizadas, estimó que habría unas 20 parejas reproductoras viviendo en la zona, a las que habría que sumar varias más en otro valle adyacente. La región fue declarada zona protegida inmediatamente, recibiendo el nombre de Takahe Valley y englobando todo el área de distribución de la especie.

Sello postal de Nueva Zelanda dedicado al takahe (fuente).

Los registros subfósiles indican que en el pasado la especie estuvo distribuida por toda la Isla Sur de Nueva Zelanda, pero en el momento de su redescubrimiento en 1948, ya se encontraba confinada en un área de unos 650 kilómetros cuadrados en las montañas Murchison, dentro del Parque Nacional Fiordland, en el suroeste de la Isla Sur. La población total de la especie se estima actualmente en unos 418 individuos, con aproximadamente 130 parejas reproductoras. Si bien históricamente el número de efectivos ha sufrido grandes fluctuaciones, se calcula que la población ha venido creciendo alrededor de un 10% al año desde 2015 gracias a la protección de la que gozan estos animales. Aun así, el ave se encuentra en peligro según el baremo de la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza). 

Se trata de un ave sin capacidad de volar debido a su elevado peso. Es una especie monógama que se reproduce entre octubre y diciembre construyendo un nido en el suelo en el que la hembra pondrá de uno a tres huevos que eclosionarán al cabo de un mes. Los polluelos -que serán alimentados por ambos progenitores- nacen con el plumaje oscuro, pero poco a poco va tornando en el azulado-verdoso del adulto. El pico también es oscuro al nacer, volviéndose rojizo con el tiempo. Alcanzan la madurez reproductora en su segundo año de vida. Tienen una dieta principalmente herbívora, alimentándose de hojas, semillas, brotes, varios tipos de hierbas e incluso algunos insectos.

Hembra de takahe incubando la puesta en su nido (fuente).

Históricamente, la caza por humanos, la deforestación y la introducción de depredadores como el armiño (Mustela erminea), han contribuido a la desaparición de esta especie de muchas zonas de su rango de distribución. Otras especies introducidas, como es el caso del ciervo rojo (Cervus elaphus) compiten con el takahe por el alimento. La endogamia también parece suponer un problema en las poblaciones pequeñas. 

Desde su redescubrimiento, se han implementado numerosos esfuerzos de conservación para proteger la especie. El Departamento de Conservación de Nueva Zelanda ha establecido programas de cría en cautividad y ha reintroducido takahes en varias islas libres de depredadores. Además, se han llevado a cabo esfuerzos para controlar las poblaciones de estos últimos y el acceso del público a su área de distribución está estrictamente limitada desde hace décadas. Uno de los programas de conservación más exitosos ha sido el de la isla Tiritiri Matangi, donde se ha conseguido establecer una población viable. 

Por último, destacar que el takahe no sólo es importante desde el punto de vista ecológico, sino también cultural. Para los maoríes, es un tesoro que tiene un significado espiritual y cultural profundo. La conservación de esta especie es vista como una responsabilidad compartida entre el gobierno y las comunidades locales, especialmente las compuestas por maoríes. El redescubrimiento del takahe es un recordatorio poderoso de la capacidad de la naturaleza para sorprendernos y de la importancia de la conservación. 


Más información sobre el calamón takahe de Isla Sur:

Vídeo sobre el takahe

Otro vídeo acerca del animal

https://www.iucnredlist.org/species/22692808/170983662#taxonomy

https://es.wikipedia.org/wiki/Porphyrio_hochstetteri

Galería de imágenes del takahe

https://animalia.bio/es/south-island-takahe?letter=t

https://crux.org.nz/crux-news/takahe-breeding-success-5-nests-in-greenstone-valley

https://www.xataka.com/ecologia-y-naturaleza/durante-50-anos-nueva-zelanda-dio-perdido-al-ave-takahe-ahora-ha-regresado-extincion

https://birdsoftheworld.org/bow/species/takahe3/cur/introduction?lang=es

https://www.muyinteresante.com.mx/medio-ambiente/38693.html

https://mundoextinto.com/descubriendo-la-gallina-de-los-takahe-en-nueva-zelanda/


domingo, 28 de julio de 2024

La pantera nebulosa, el depredador de las alturas

 La pantera nebulosa o nublada, pantera del Himalaya o pantera longibanda (Neofelis nebulosa), es un felino asiático que recibe su nombre común de las distintivas "nubes" que adornan su pelaje. 

La especie fue descrita ya en 1821 por el zoólogo Edward Griffith, quien años más tarde sería uno de los miembros fundadores de la Sociedad Zoológica de Londres. Durante mucho tiempo, la pantera nebulosa había sido considerada una única especie: la variedad de Borneo (también encontrada en la vecina isla de Sumatra), era considerada desde su descubrimiento una mera subespecie conocida científicamente como Neofelis nebulosa diardi. Sin embargo, en una fecha tan reciente como 2006, un equipo de investigación estadounidense liderado por el genetista Stephen J. O´Brien, comparó el material genético de esta variedad isleña con el de sus congéneres continentales. Basándose en el análisis de ADN mitocondrial, microsatélites y algunos caracteres morfológicos, los científicos encontraron diferencias genéticas entre los ejemplares isleños y los del continente casi tan numerosas como las que separan a los tigres de los leones. Por esta razón, decidieron elevar N. n. diardi a la categoría de especie, pasando a llamarse Neofelis diardi, conocida coloquialmente como la pantera nebulosa de Borneo o pantera nebulosa de la Sonda (en referencia a las islas homónimas), diferenciándola así de la pantera nebulosa continental. Las diferencias en caracteres morfológicos que los investigadores encontraron, se centraban principalmente en el pelaje de estos animales: los ejemplares de Borneo mostraron marcas más pequeñas y en mayor cantidad que los del continente. Además, los animales de Borneo exhiben una pronunciada doble línea dorsal, mientras que los del continente sólo tienen una línea dorsal parcialmente formada. Adicionalmente, la variedad isleña muestra un pelaje más gris y más oscuro que la variedad continental.

Los análisis moleculares de muestras de pelo, indican que ambas especies hermanas se separaron hace entre 2 y 0.93 millones de años. La pantera nebulosa continental alcanzó las islas de Borneo y Sumatra utilizando un puente de tierra probablemente durante el Pleistoceno. El aumento posterior del nivel del mar provocó la desconexión y la evolución de estos animales en dos especies separadas.

Un ejemplar de pantera nebulosa (fuente).

La división subespecífica de Neofelis nebulosa está aún abierta a debate y necesita análisis más profundos. En la segunda mitad del siglo XIX fueron descritas dos subespecies: una de ellas (N. n. macrosceloides) se extendería por Nepal, noreste de India y Bután. La otra (N. n. brachyura) habría habitado la isla de Formosa. Estudios moleculares y morfológicos mucho más recientes, han determinado que no existen evidencias suficientes que apoyen dicha subdivisión. 
Precisamente, la población endémica taiwanesa es objeto de controversia en los últimos años. El último avistamiento oficial del animal data de agosto de 1983, cuando un joven ejemplar fue encontrado en la región del monte Tawu por personal de la Universidad taiwanesa de Tunghai en una trampa de cazador. El animal fue cedido a los científicos por el propietario de la trampa y posteriormente disecado. A partir de esa fecha, se ha producido algún supuesto hallazgo relacionado con el felino, como la aparición de pieles o huellas, pero sin confirmación oficial.

En septiembre de 1986, el zoólogo Alan Rabinowitz viajó a Taiwán en un intento por conocer si el animal seguía presente en la isla o ya se había extinguido. La forma de vida nocturna y solitaria de este felino, sumado a su gusto por la vida arbórea, lo hace difícil de rastrear, por lo que Rabinowitz optó por realizar una encuesta entrevistándose con cazadores locales, guardas forestales y habitantes de la zona, interesándose tanto por los encuentros con la pantera nebulosa como por el estatus de sus potenciales presas. El científico neoyorquino se entrevistó con 70 personas, quienes le reportaron un total de 33 avistamientos. Los datos recogidos en la encuesta, sugerían la posibilidad de que pequeños grupos del animal siguiesen habitando remotas zonas boscosas de la isla, como el Parque Nacional Yushan y la región del monte Tawu. 

Entre 1997 y 2012, fue llevado a cabo un extenso estudio con cámaras trampa situadas en más de 1.450 puntos de Taiwán potencialmente habitables por la especie, desde el nivel del mar hasta unos 3.800 metros de altitud. A pesar de que numerosas presas habituales de la pantera nebulosa fueron captadas por las cámaras, no se consiguió la imagen de un solo ejemplar del felino. Este hecho llevaría a que en 2013 la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza) declarase el animal extinto en la isla de Formosa. 
A pesar de ello y para sorpresa de muchos, a principios de 2019, salió a la luz pública que dos grupos de guardabosques se habían encontrado recientemente con el animal. El primer grupo afirmó haber divisado al felino cazando cabras en un acantilado dentro del condado de Taitung, mientras el segundo grupo relató haber visto a la pantera subiendo a un árbol a la vez que arrancaban sus scooters. El prestigioso ecólogo taiwanés Liu Chiung Hsi (Universidad Nacional de Taitung), ha afirmado que, en su opinión, el animal sigue vivo en la isla. El profesor realizó investigaciones de campo en la zona después de la declaración de la subespecie como extinta. En dichas investigaciones, algunos cazadores le habían confesado la existencia del animal. Los cazadores admitieron haber abatido algún ejemplar, quemando posteriormente sus restos, sabedores de que habían cometido un delito, con el objetivo de ocultar las pruebas.

Pantera nebulosa fotocapturada cerca de la cumbre del monte Saramati (India), a unos 3.700 metros de altitud. Se trata de la imagen del animal a mayor altitud jamás capturada en India (fuente).

El color del pelaje de estos animales engloba básicamente los tonos ocres, desde un amarillo-grisáceo a marrón intenso. Las manchas de color negro y distintas formas destacan visiblemente sobre el fondo. El vientre y la parte interna de las extremidades son de color más claro, mientras que la parte posterior del cuello está marcada con una o dos líneas. En Borneo se han reportado tanto individuos más oscuros como más claros de lo habitual, lo que sugiere la presencia de melanismo y albinismo en la especie.

Una característica llamativa son sus grandes caninos, que son los más largos en proporción al tamaño del cráneo de todos los felinos, midiendo unos cinco centímetros, al igual que los de los tigres, pero siendo el tamaño corporal de estos últimos unas diez veces mayor. Es por ello que a veces se les da el nombre de "los dientes de sable actuales". Son felinos de tamaño mediano, con una longitud entre 60 y 110 cm, unos 25 a 40 cm de altura en la cruz y un peso que oscila entre 11 y 23 kg, siendo un poco mayores los machos. La larga cola puede incluso superar en longitud al cuerpo.

Los felinos en general son buenos trepadores, pero la pantera nebulosa se encuentra entre los mejores. Para ello cuenta con diversas adaptaciones:

- Utiliza su larga cola para mantener el equilibrio.

- Sus patas cortas con grandes y afiladas garras les permiten un buen agarre.

- Los tobillos traseros son giratorios, lo que les permite descender de los árboles con la cabeza por delante, como hacen por ejemplo las ardillas.

- Su vista aguda les ayuda a calcular bien las distancias.

Los análisis tanto del ADN nuclear cono del ADN mitocondrial muestran a la pantera nebulosa próxima genéticamente a los grandes felinos -aunque no se le considera uno de ellos-, por lo que ha sido clasificada dentro de la subfamilia Pantherinae. A menudo es descrita como el puente de unión entre los grandes y los pequeños gatos, miembros estos últimos de la subfamilia Felinae

A pesar de ser un depredador relativamente pequeño, la pantera nebulosa puede cazar presas de tamaño considerable gracias a sus fuertes extremidades, sus largos caninos y su capacidad para abrir la boca con un ángulo de unos 100 grados, más que cualquier otro felino. En el pasado los científicos creían que la mayoría de las presas eran cazadas en o desde los árboles, sin embargo, hoy en día se tiende a pensar que la mayoría de las veces la caza ocurre en el suelo del bosque. Se cree que son animales principalmente nocturnos. Entre sus presas habituales pueden encontrarse gibones, macacos, lorís perezosos, cerdos salvajes, ciervos de pequeño tamaño, pangolines, ardillas, faisanes, puercoespines...en Malasia, un macho ha sido fotografiado llevando en sus mandíbulas un binturong

La expectativa de vida de estos animales en estado salvaje se sitúa entre 12 y 15 años, alcanzando la madurez sexual tanto machos como hembras alrededor de los dos años de edad. La cópula ocurre en cualquier mes, aunque en los individuos que viven en zoos, la mayoría de las veces se da entre diciembre y marzo. La gestación dura de 85 a 93 días, tras la cual la hembra dará a luz una camada de entre uno y cinco cachorros (normalmente dos o tres). Las hembras pueden producir una camada al año.

Sello postal de Malasia dedicado a la pantera nebulosa (fuente).

La pantera nebulosa se distribuye por el sur y sureste asiático: Nepal, Bangladesh, noreste de India y países de Indochina, incluyendo el sur de China, las islas de Borneo y Sumatra y antiguamente Taiwán. Se estima un total de entre 3.700 y 5.600 adultos reproductores en todo su rango geográfico, encontrándose sus poblaciones en declive. El animal se encuentra catalogado como "vulnerable" por la UICN. En los últimos años, se han llevado a cabo varias campañas de detección mediante cámaras trampa, pero el número de fotocapturas en todas las zonas ha sido tan bajo que no permite hacer estimaciones fiables de la densidad poblacional en cada lugar. Como ya se ha apuntado, son animales esquivos, solitarios y de hábitos nocturnos, que además pasan parte de su tiempo en los árboles, características todas ellas que dificultan mucho la realización de un censo poblacional. Adicionalmente, los estudios sugieren que en las zonas con menos densidad de tigres y leopardos hay mayor densidad de panteras nebulosas.

Son animales fuertemente asociados con el hábitat forestal, particularmente con el bosque tropical primario perenne, pero también hay registros en bosques secos y caducifolios, así como en bosques secundarios y talados, pastizales y matorrales o incluso en manglares en el caso de Borneo. Muestran preferencia por los bosques en lugar de hábitats abiertos. Pueden vivir en altitudes variadas, desde zonas bajas hasta más de 3.500 metros en el Himalaya. Tanto machos como hembras adultos cazan en territorios de unos 30-40 kilómetros cuadrados, con un área central mucho más pequeña de uso intensivo. 

El sudeste asiático está sufriendo una de las tasas de deforestación más rápidas del mundo, en muchos casos para usos agrícolas, como la producción de aceite de palma. Además de la pérdida directa, la degradación del hábitat y la pérdida de conectividad funcional probablemente estén afectando a muchas poblaciones de panteras nebulosas continentales. El desarrollo de infraestructuras es otro grave problema para estos animales, concretamente el auge de proyectos hidroeléctricos y de carreteras rurales en su hábitat. Sin embargo, la mayor amenaza que se cierne sobre las poblaciones de pantera nebulosa es la caza ilegal, tanto la dirigida al comercio como la captura incidental en trampas de cazadores. Se comercia ilegalmente con sus pieles, sus huesos para la medicina tradicional china, su carne para platos exóticos (restaurantes de Tailandia y China) o animales vivos como mascotas. En algunas zonas de su área de distribución (especialmente China e Indochina), el agotamiento de sus presas también parece ser una amenaza para su supervivencia. El cambio climático puede estar afectando a las poblaciones que viven a mayor altitud (Himalaya). 

La especie se encuentra incluida en el Apéndice I de CITES (Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres) y protegida por la legislación nacional en la mayor parte de su área de distribución. Sin embargo, en la mayoría de países la interpretación de la ley es imperfecta y puede verse socavada por la corrupción, por lo que es urgente tomar medidas como el incremento de las multas y las acciones punitivas contra los infractores.


Más información sobre la pantera nebulosa:

Vídeo acerca de las características de la pantera nebulosa

https://www.iucnredlist.org/species/14519/198843258#taxonomy

https://repository.si.edu/bitstream/handle/10088/32616/A_revised_Felidae_Taxonomy_CatNews.pdf?sequence=1&isAllowed=y#page=67

https://nationalzoo.si.edu/animals/clouded-leopard

https://www.nationalgeographic.com/animals/mammals/facts/clouded-leopard

https://www.britannica.com/animal/clouded-leopard

https://www.pbs.org/wnet/nature/blog/clouded-leopard-fact-sheet/

https://wwf.panda.org/discover/knowledge_hub/endangered_species/clouded_leopard/

https://globalconservation.org/endangered-species/clouded-leopard

https://www.oneearth.org/species-of-the-week-formosan-clouded-leopard/

https://www.cambridge.org/core/services/aop-cambridge-core/content/view/31AF8260540AC1BF13F356393870E1D0/S003060530002740Xa.pdf/the-clouded-leopard-in-taiwan.pdf

https://en.wikipedia.org/wiki/Clouded_leopard

https://en.wikipedia.org/wiki/Formosan_clouded_leopard


martes, 26 de marzo de 2024

El león del Cabo: crónica de un exterminio anunciado

 La taxonomía del león (Panthera leo) sigue hoy en día abierta a debate. Tradicionalmente se clasificaba al león asiático en una subespecie distinta de los leones africanos. A su vez, estos últimos eran separados en un puñado de variedades geográficas que ocupaban diferentes áreas del continente, a cada una de las cuales se le otorgó la categoría de subespecie. Con el paso de los años, comenzaron a surgir discrepancias entre los científicos, ya que esta clasificación no estaba basada en datos genéticos, sino en el estudio morfológico y anatómico de materiales cuya procedencia en algunos casos no había sido convenientemente acreditada. De esta manera, tras considerar que las diferencias observadas eran básicamente fruto de variaciones individuales y en todo caso, no eran achacables a importantes divergencias evolutivas, surgieron autores que creyeron más acertado agrupar a todas las variedades africanas en una misma subespecie, diferenciándolas de los leones asiáticos. Más recientemente, se han llevado a cabo estudios a nivel molecular que confirman una clara divergencia entre los leones del este y sur de África y las demás variedades geográficas. Los resultados están respaldados por varios grupos de investigación independientes, que han llegado a la conclusión, tras análisis craniométricos y genéticos, de que lo más razonable es distinguir dos subespecies:

1) Panthera leo leo. Se distribuye actualmente por África central y occidental e India. En el pasado también estuvo presente en el norte de África, sureste de Europa, oriente medio, la península de Arabia y el suroeste de Asia.

2) Panthera leo melanochaita. Poblaciones que se asientan actualmente en el sur y este de África.

El león del Cabo fue una población de leones que habitó las provincias sudafricanas de Natal y El Cabo, principalmente al sur del río Orange, pudiendo haber ocupado también algunas partes de Namibia. A pesar de conocerse desde mucho antes, el animal fue descrito en 1842 por H. Smith a partir de un ejemplar capturado en el cabo de Buena Esperanza (Sudáfrica). En un principio fue considerado por los zoólogos de la época como una subespecie única basándose en ciertas características físicas distintivas. Sin embargo, hoy en día se sabe que esta población de felinos estaba conectada y en intercambio genético frecuente con las demás poblaciones de leones del sur y este del continente. 

Los leones del Cabo habitaron diferentes biomas y zonas climáticas en su área de distribución, incluyendo la sabana, grandes praderas, zonas de matorrales, franjas boscosas e incluso semidesiertos, lugares en los que estos animales eran capaces de abastecerse de grandes presas. El espacio geográfico que ocuparon estos leones era básicamente la meseta interior de Sudáfrica, limitada por la Gran Escarpa, una serie de elevaciones de pendientes pronunciadas que forman el borde de separación entre las tierras altas y la zona costera.

El león del Cabo en un grabado de 1883 (fuente).

La población de leones del Cabo se vio severamente afectada por la llegada de colonos europeos y sus prácticas agrícolas desde mediados del siglo XVII. Los registros muestran que la presencia de estos animales era bastante común en las proximidades de Ciudad del Cabo por aquel entonces. Los boers o afrikaners, de origen neerlandés, fueron los primeros pobladores europeos que se establecieron en la zona. Con su llegada a las provincias de El Cabo en 1652, comenzaron a construir granjas para la cría de ganado. Su presencia condujo a una reducción significativa de las presas naturales de los leones, lo que los obligó a depredar sobre el ganado doméstico, como vacas y ovejas. Al perder su ganado en ataques de los leones, los colonos y tribus locales comenzaron a eliminar a los felinos. Durante el siglo XVIII su presencia aún era bastante común en las proximidades de Ciudad del Cabo, aunque sus números habían comenzado a declinar. 
La situación empeoraría aún más para estos felinos a partir de 1795, fecha en que llegaron a El Cabo los primeros británicos. Se estima que con la llegada de estos últimos, la cifra de leones del Cabo disminuyó desde 10 mil a aproximadamente 100 ejemplares en unas pocas décadas.
A medida que los asentamientos de los europeos iban creciendo, el hábitat natural del león del Cabo menguaba, forzando así a estos animales a buscar presas entre el ganado doméstico.
La caza tuvo un gran impacto sobre la población de los leones. Durante el siglo XIX, la caza mayor era un deporte muy popular entre los colonos. Los europeos diezmaron las poblaciones de presas de estos grandes felinos: antílopes, cebras, jirafas, búfalos... Y por supuesto los propios leones se encontraban entre los trofeos de mayor prestigio para los cazadores.
En conjunto, todos estos factores llevaron a la población de leones del Cabo a un declive del que ya no fue capaz de recuperarse. Aunque no se sabe con total precisión, se piensa que el último león de la provincia de El Cabo fue abatido en 1858. El último ejemplar del que se tiene registro, fue abatido en la provincia de Natal por el general del ejército británico John Jarvis Bisset en 1865. 

Esta es la única imagen que se conserva de un león del Cabo aún en vida. Fue tomada hacia 1860 en el Jardin des plantes de París (fuente).

El león del Cabo era el más grande y pesado de los leones subsaharianos. Un macho adulto podía llegar a pesar alrededor de 230 kg. La longitud desde la cabeza al extremo de la cola alcanzaba casi tres metros y la altura en la cruz podía sobrepasar el metro. Una de sus características más distintivas era su melena: larga, abundante y casi enteramente negra, excepto por un anillo de color pardo alrededor de la cara. El extremo de las orejas era igualmente más oscuro. Debido a este color, también eran conocidos como leones de melena negra. Al igual que en el león del Atlas, su melena se extendía por el abdomen.  
La distintiva coloración de su melena y su mayor tamaño fueron dos de las características apreciables a simple vista por las que en un principio se separó a estos leones en una subespecie propia. Si bien muchos ejemplares parece que tenían melena de color negro, se han conservado registros de leones del Cabo con un color de la melena pardo, más parecido al de la mayoría de leones de otros lugares. De igual modo, existen leones actuales pertenecientes a diferentes grupos geográficos con melena negra. Aunque se trataba de un rasgo más común entre los leones del Cabo, no era exclusivo de ellos.
La melena oscura parece haber estado relacionada con una mejor adaptación de estos leones a las condiciones ecológicas específicas de la región del Cabo. Podía servir por ejemplo para un mejor camuflaje con el entorno. Se piensa que también tenía un papel en la comunicación con sus congéneres. Incluso podría haber tenido importancia en la termorregulación de estos animales. 

Este es el aspecto que mostraría un león del Cabo tipo, según la descripción de 1842 (fuente).

Un estudio reciente (marzo de 2024), parece contradecir algunas de las creencias que se tenían acerca del aspecto físico de estos leones. Dicho estudio, publicado en la revista científica Journal of Heredity y liderado por investigadores de la Universidad de Illinois Urbana-Champaign, ha comparado la diversidad genética del león del Cabo con la de leones modernos distribuidos por 13 países africanos diferentes. Un hecho importante, es que esta investigación representa la primera comparación exhaustiva del genoma completo del león del Cabo con el de varias poblaciones de leones actuales. Estudios previos en este sentido, se habían limitado al análisis de segmentos concretos del ADN de los felinos extintos. Aún así, consiguieron arrojar las primeras pistas de que estos leones no eran tan distintos del resto como inicialmente se pensó.
El equipo de investigación extrajo muestras de los cráneos de dos especímenes de león del Cabo albergados en el Field Museum de Chicago (Illinois). Dichos cráneos habían formado parte entre 1828 y 1838 de dos ejemplares completos expuestos en la Universidad de El Cabo. El hecho de poder trazar su procedencia supuso una ventaja para los investigadores, ya que, como ellos mismos admitieron, al saberse con exactitud su origen (al contrario que el de otras muchas muestras alrededor del mundo), se trataba de leones con pedigree a los que poder aplicar las técnicas más recientes de análisis genómico.
Las muestras extraídas de los dos cráneos fueron comparadas con los genomas mitocondrial y nuclear de otros 53 leones africanos. El estudio encontró que el genoma de los leones del Cabo era más diverso de lo esperable y se identificaron semejanzas con otros leones tanto de la zona sur como del este de África. Se sabe de esta manera que muchas de las características que poseían los leones del Cabo, están hoy en día presentes en las poblaciones de leones contemporáneos de estos lugares del continente. 
Una de las cosas que más sorprendió a los investigadores fue que, a pesar de proceder ambos cráneos de leones que habitaron áreas bastante cercanas, mostraban unos linajes tanto mitocondrial como nuclear bastante diferentes, lo que demostraba que los leones del Cabo eran genéticamente diversos.
Otro descubrimiento importante de la investigación fue que estos leones mostraban una alta heterocigosidad y no mostraban señales de endogamia. Según los autores, esto es debido a que estos felinos fueron cazados y exterminados en un periodo tan corto que no tuvieron tiempo suficiente para acumular en sus genomas signos típicos de un tamaño efectivo poblacional demasiado pequeño (lo cual sucede comúnmente en poblaciones en declive).
La variabilidad genotípica observada en el león del Cabo llevaría aparejada una variabilidad fenotípica, es decir, no todos los animales tenían el mismo aspecto físico. Esto incluye como es lógico el color de la melena. No todos tenían necesariamente una melena tan oscura. Esto último encajaría con descripciones alternativas de estos felinos, como por ejemplo las proporcionadas por los pueblos nativos de su área de distribución y mostraría discrepancias con la imagen que se tenía de ellos basada en la descripción del animal a partir de un único ejemplar.

 León del Cabo obra del artista neerlandés Rembrandt alrededor del año 1650. Museo de Louvre, París. (fuente).

El descubrimiento de las comentadas semejanzas genéticas entre los leones del Cabo y otras poblaciones de leones del sur y este de África, abre la puerta a posibles intentos de "resurrección" de estos felinos. La preservación y potenciación de caracteres distintivos mediante programas de cría en cautividad, asoma en el horizonte como una opción bastante plausible (al igual que se está haciendo con otras especies). Desde hace años se están llevando a cabo algunos intentos en este sentido. Por ejemplo, el protagonizado por el sudafricano John Spence, a quien su búsqueda de posibles descendientes de leones del Cabo trasladados a zoos europeos le llevó en 2001 hasta Novosibirsk (Siberia). Allí se hizo con varios cachorros que envió al zoológico de Ciudad del Cabo para su análisis genético, sin haber arrojado resultados concluyentes. Otro ejemplo es la búsqueda de descendientes de estos leones por parte del aventurero Forrest Galante en el sur de Zimbabue. 

Por otra parte, unos cuantos museos alrededor del mundo, conservan aún especímenes de estos leones, en algunos casos el animal completo disecado y en otros casos partes del animal, como su cráneo. Pueden citarse como ejemplos los Museos de Historia Natural de París y Londres, el Museo Transvaal de Sudáfrica y otros museos similares en Países Bajos, Suecia o la República Checa. Los ejemplares depositados en ellos son de gran utilidad como proveedores de muestras para estudios basados en análisis genéticos.

A pesar de su aparente extinción, el león del Cabo sigue muy presente en la memoria colectiva y en la cultura popular de distintos pueblos. Su reputación de animal mítico y majestuoso, asegura que su legado pase de generación en generación y no caiga en el olvido.

Más información sobre el león del Cabo:















miércoles, 23 de agosto de 2023

Las tortugas de Galápagos, gigantes al borde del exterminio

 El archipiélago de Galápagos se ubica en el océano Pacífico, 972 kilómetros al oeste de la costa de Ecuador y depende administrativamente de dicho estado desde 1832. Está atravesado por la línea del ecuador, siendo uno de los dos únicos archipiélagos del mundo -junto al archipiélago malayo o Insulindia- con territorios tanto en el hemisferio norte como en el hemisferio sur. Se trata, además, del segundo archipiélago con más actividad volcánica del planeta, superado únicamente por las islas Hawaii. Lo conforman trece islas grandes, nueve islas medianas y más de cien islotes y promontorios rocosos. Constituye una de las mayores reservas marinas del planeta y fue declarado Patrimonio de la Humanidad en 1978 y Reserva de la Biosfera en 1985 por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). 

Las islas fueron descubiertas por casualidad en marzo de 1535 por el religioso dominico español y obispo de Panamá Fray Tomás de Berlanga, cuando su barco se desvió de su destino a Perú, país al que se dirigía para cumplir un encargo del rey español Carlos V. En su primer informe, Berlanga las describiría como "unas islas inhóspitas, en mitad del Pacífico, habitadas por enormes tortugas y diversos tipos de iguanas". No sería hasta 1570 cuando estos territorios aparecerían por primera vez en los mapas realizados por cartógrafos flamencos bajo el nombre de Insulae Galopegos, en referencia a un tipo de silla de montar, ya que a los primeros visitantes les llamó la atención la forma de los caparazones de las tortugas gigantes, sobre las cuales era posible incluso cabalgar cómodamente. Sin embargo, los marineros de la época las conocían como "islas Encantadas", por la forma arbitraria en que estas aparecen y desaparecen en el horizonte al navegar. Por aquel entonces se encontraban deshabitadas y tan sólo eran usadas como refugio por algunos piratas para esconderse y asaltar los galeones españoles que transportaban oro y plata desde América hasta España. Los primeros pobladores llegaron a las islas en el siglo XVII, en su mayoría ingleses atraídos por la industria incipiente generada en torno a especies ricas en carne y aceite como ballenas, cachalotes, leones marinos y las propias tortugas. En enero de 1832, una expedición ecuatoriana bajo el gobierno del General Juan José Flores (primer presidente de la República de Ecuador), partiría hacia las islas para anexarlas bajo el nombre oficial de archipiélago de Colón.

Probablemente el acontecimiento más importante y por el cual las islas Galápagos son hoy en día mundialmente conocidas, haya sido el estudio de su biología y geología por Charles Darwin a bordo del bergantín HMS Beagle, como parte de la expedición británica capitaneada por Robert FitzRoy que daría la vuelta al mundo entre 1831 y 1836. Las investigaciones llevadas a cabo por Darwin durante la expedición le llevarían a formular su famosa teoría sobre el origen de las especies, teoría evolutiva mayoritariamente aceptada hoy en día por el mundo científico.

Entre la enorme biodiversidad del archipiélago destaca el complejo Chelonoidis nigra, un grupo de especies de tortugas de gran tamaño que habitan diferentes islas y a las que se considera estrechamente relacionadas, ya que no hay entre ellas un aislamiento reproductivo total, seguramente debido a su "reciente" formación evolutiva, pudiendo generar híbridos viables. La taxonomía del grupo aún está abierta a variaciones y depende de la fuente consultada, pero la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza) considera el complejo dividido en once variedades aún vivas a las que podríamos sumar otras dos ya extintas. Un estudio genético comparativo publicado en 2006, indicaría que los antepasados de las tortugas gigantes de Galápagos habrían vivido en África. En el Oligoceno, a consecuencia de una serie de inundaciones en los ríos del oeste africano, estas tortugas se habrían visto obligadas a migrar cruzando el océano Atlántico y alcanzando Sudamérica. El titánico viaje habría sido posible gracias a su flotabilidad y a su capacidad de sobrevivir largos periodos sin comida ni agua.

Tortuga gigante de Santa Cruz occidental (Chelonoidis porteri), fuente.

Se trata de las tortugas actuales de mayor tamaño, alcanzando longitudes de más de dos metros y pesos superiores a 200 kilos, con algunos ejemplares superando los 400. Los machos son más grandes que las hembras. Se encuentran además entre los vertebrados más longevos, con una esperanza de vida en el medio silvestre de más de 100 años, llegando hasta 170 años en cautividad. Una de las características diferenciales más llamativas es la forma de sus grandes caparazones óseos, que es distinta de unas variedades a otras como adaptación al ambiente de cada isla. Se reconocen tres formas básicas de los caparazones:

1) Caparazón con forma de domo. Característico de tortugas que habitan tierras altas y ambientes húmedos, como la variedad de isla Santa Cruz (segunda isla más grande del archipiélago) o las de ciertos volcanes en isla Isabela (la de mayor superficie). Sus caparazones son grandes y su cuello corto. Esta forma les permite desplazarse a través de la vegetación sin quedar atrapadas entre las ramas.

2) Caparazón con forma de silla de montar. Habitan tierras bajas en zonas desérticas, con poca vegetación. Poseen caparazones más pequeños y cuello más largo. La parte frontal del caparazón posee una forma que les permite estirar el cuello para alcanzar las partes altas de arbustos y cactus. Un ejemplo sería la tortuga de la isla Pinta (Abingdon).

3) Caparazón intermedio. Posee una mezcla de las características de los dos tipos anteriores. Su tamaño, así como la longitud del cuello de estas tortugas es también intermedio. Un ejemplo sería la tortuga de la isla San Cristóbal.

Independientemente de la forma de su caparazón, todas las variedades de tortugas del archipiélago poseían una característica común: su carne resultaba extremadamente sabrosa. Este hecho marcó el comienzo de su declive. Durante el siglo XVIII y principios del XIX la población de tortugas de las islas fue diezmada por marineros visitantes, balleneros y otras gentes del mar, de tal manera que algunas variedades fueron exterminadas. 

Macho de tortuga gigante de la isla Pinta (Chelonoidis abingdonii) en el zoo de Londres en 1914, fuente.

De entre las distintas variedades de tortugas gigantes de las Galápagos, una de las historias más interesantes es la de la tortuga de isla Pinta, también llamada isla Abingdon (Chelonoidis abingdonii). Durante los primeros años del siglo XX su población prácticamente había desaparecido. Las expediciones a la isla en las décadas de  1930 y 1950 no lograron encontrar ni un solo ejemplar (aunque hoy en día se sabe que pescadores locales capturaron y mataron algunos de estos animales para comérselos a principios de los años 50). Para empeorar las cosas, los humanos introdujeron cabras domésticas en la isla en 1959. La cubierta de vegetación -ya escasa de por sí- sería definitivamente eliminada por estas, generando un paisaje árido. Cuando se pensaba que ya no existían tortugas gigantes en la isla, al menos 28 ejemplares fueron descubiertos muertos en 1964. Parecían haber perecido unos cinco años atrás, lo que sugiere que estas tortugas aún existían durante las búsquedas de las décadas previas, pero consiguieron pasar desapercibidas para los exploradores.

Si embargo, su historia no terminaba aquí. En marzo de 1972 y para asombro del mundo científico, un espécimen fue encontrado vivo. No solo eso, sino que también fueron hallados rastros de más tortugas vivas. El ejemplar fue transportado a la Estación de Investigación Charles Darwin en la isla de Santa Cruz, donde fue bautizado como "Solitario George"

Se calculó la edad de esta tortuga en unos 62 años cuando fue encontrada, por lo que su nacimiento se produjo alrededor de 1910. Desgraciadamente, Solitario George murió en junio de 2012 sin dejar descendencia, ya que ningún intento de cruzarlo con hembras de otras variedades de tortugas de las Galápagos tuvo éxito. Desde 1972 hasta fecha de hoy, ninguna otra tortuga gigante de Pinta ha sido encontrada con vida y tampoco ha sido confirmada su existencia en ningún zoológico ni colección privada. A pesar de que los rastros de tortugas encontrados en 1972 han sido reforzados con el hallazgo en 1981 de excrementos que parecían tener unos pocos años de antigüedad, lo cierto es que Chelonoidis abingdonii es una de las dos especies del complejo que han sido declaradas extintas por la UICN (la otra es Chelonoidis niger, la tortuga gigante de Floreana).

Solitario George (Lonesome George) fue disecado y expuesto en el Museo de Historia Natural de Nueva York hasta 2017. Actualmente se expone en Puerto Ayora (Ecuador), fuente.

Mención especial merece también la tortuga gigante de isla Fernandina (Chelonoidis phantasticus). Es conocida como la "tortuga gigante fantástica", debido a la extraordinaria forma de los caparazones de los machos, que tienen un extremo ensanchado a lo largo del borde exterior y un llamativo respaldo en forma de silla de montar en la parte delantera. Esta especie, fue conocida durante más de un siglo por un único ejemplar recolectado en 1906 por el explorador Rollo Howard Beck, quien por aquel entonces lideró una expedición de la Academia de Ciencias de California a las islas Galápagos. Desde dicho hallazgo, la posible supervivencia de la tortuga de Fernandina había supuesto un reto a resolver para los científicos. En 1964 fueron encontrados restos fecales recientes en la isla atribuibles a 18 individuos de tortuga. Durante los primeros años de la década del 2000 se informó del hallazgo de más excrementos además de la posible observación de uno de estos animales desde un avión. En 2014, fueron encontrados de nuevo excrementos. 

Todo lo anterior hacía pensar que estas tortugas podrían permanecer vivas en la isla. Podemos sumar a ello el hecho de que grandes áreas de isla Fernandina han permanecido inexploradas durante mucho tiempo debido a los extensos campos de lava que bloquean el acceso a su interior (se trata de una isla con gran actividad volcánica). Hasta que en 2019, una expedición en la isla liderada por el aventurero norteamericano Forrest Galante, consiguió encontrar un ejemplar hembra después de seguir una serie de pistas que le llevaron hasta ella. Pero tras su descubrimiento, fueron muchos los expertos que dudaron de que el espécimen hallado y bautizado Fernanda, perteneciese realmente a la especie de isla Fernandina. Había características físicas que no encajaban con las del único ejemplar conocido hasta entonces, especialmente la falta del llamativo respaldo en forma de silla de montar situado en la parte delantera del caparazón. Aunque había que tener en cuenta que esta vez se trataba de una hembra y que mostraba un evidente retraso del crecimiento, por lo que las características típicas de su especie podrían haberse visto distorsionadas. Algunos expertos pensaron en un principio que se trataba de un ejemplar llevado a Fernandina desde otra isla, ya que estas tortugas no pueden nadar, pero flotan y pueden ser transportadas entre las islas durante huracanes y fuertes tormentas. También hay registros históricos de navegantes portando tortugas de unas islas a otras. 

Con el fin de desentrañar finalmente el misterio, científicos de la Universidad de Princeton secuenciaron su genoma completo y lo compararon con el del ejemplar recolectado en 1906. También compararon el ADN con el de las especies vivientes del complejo de las Galápagos, incluso con el de la especie extinta de isla Pinta. Llegaron a la conclusión -para sorpresa de muchos- de que el material genético de Fernanda era muy similar al de la primera tortuga recolectada en 1906 y claramente diferenciable del de las otras especies de tortugas de Galápagos. 

Los científicos se preguntan ahora si sobreviven más ejemplares de la tortuga de Fernandina, lo cual podría permitir poner en marcha un programa de cría en cautividad para recuperar la especie. 

Ejemplar de tortuga gigante de Fernandina (Chelonoidis phantasticus) capturado en la isla en 1906. Actualmente se encuentra depositado en la Academia de Ciencias de California, fuente.

Hace entre dos y tres millones de años, una tormenta transportó una o más tortugas desde el continente sudamericano (al que supuestamente habían llegado millones de años antes desde África) hasta las islas Galápagos. Al no poder nadar, estos animales se reproducen exclusivamente con los congéneres que habitan su misma isla, resultando en una rápida evolución. Todas las variedades que sobreviven hoy en día descienden de un ancestro común y están clasificadas por la UICN como vulnerables, en peligro o en peligro crítico de extinción. Se trata de unas poblaciones diezmadas por el ser humano siglos atrás tanto por su explotación para consumo directo como por la degradación de su hábitat. Los marineros descubrieron que eran animales fáciles de mantener en sus barcos, ya que pueden pasar largos periodos sin agua ni comida debido a su lento metabolismo.

Fernanda se encuentra actualmente en un centro de recuperación dentro del Parque Nacional Galápagos. Su edad ha sido estimada en más de 50 años, aunque su tamaño es menor de lo que debería, debido seguramente a la limitada vegetación de su entorno. El hallazgo de nuevos excrementos en la isla por parte de recientes expediciones, ha abierto una puerta a la esperanza de que exista alguna población que hasta el momento ha pasado desapercibida para las distintas exploraciones científicas.

Las tortugas gigantes de Galápagos se hallan estrictamente protegidas por el gobierno ecuatoriano desde 1970, así como por la Convención del Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES), que prohíbe su comercio internacional. La organización sin ánimo de lucro Galápagos Conservancy se dedica desde 1985 a proteger y restaurar los ecosistemas de estas islas. La cría en cautividad de tortugas está dando resultados positivos, con más de 7.000 individuos de las distintas especies liberados en la naturaleza. Chelonoidis hoodensis, una variedad que habita en isla Española, ha pasado de una población de tan sólo 14 ejemplares a más de mil gracias a los programas de cría en cautividad. Los esfuerzos de conservación llevados a cabo por distintas entidades han renovado la esperanza de supervivencia de las tortugas gigantes, empresa nada fácil, teniendo en cuenta las estimaciones que hablan de hasta 200.000 de estos animales masacrados por el ser humano en los pasados siglos.


Más información acerca de las tortugas gigantes de Galápagos:











jueves, 3 de agosto de 2023

Las ranas australianas y el fenómeno de la incubación gástrica

 El año 1973 trajo consigo un sorprendente fenómeno zoológico nunca observado previamente. Todo empezó con el descubrimiento en un arroyo de montaña de Queensland (Australia) de la que en un primer momento fue bautizada coloquialmente como rana ornitorrinco (Rheobatrachus silus), debido a la semejanza de sus grandes y planos pies con los del popular mamífero monotrema. El hecho de que fuese la primera rana completamente acuática registrada en Australia ya la hacía una especie interesante para la ciencia. Sin embargo, no sería esta la peculiaridad que la haría saltar a la fama. Y es que tan sólo 19 días después de ser recolectada en la naturaleza, una hembra cautiva en un laboratorio, abrió su boca súbitamente y para asombro de los científicos, regurgitó seis renacuajos en el acuario. Dieciocho días después, la misma rana expulsó por su boca un joven completamente formado. Durante los siguientes días se produjeron más nacimientos, totalizando 16 descendientes.

Como es lógico, el asombroso hecho despertó la curiosidad de los zoólogos a cargo de la observación del anfibio, que no tardaron en desentrañar el secreto que hacía tan especial a la nueva especie. El examen del estómago de la hembra gestante mostró alteraciones tanto físicas como químicas en comparación con el de las hembras no gestantes. Dicho estómago funcionaba como un útero, su musculatura y vasos sanguíneos estaban modificados, además de producirse una regresión en la secreción de ácidos. Los científicos nunca observaron a una hembra de R. silus ingiriendo los huevos, pero dedujeron que tras la fecundación externa, la rana se traga la puesta, la cual eclosionará en su estómago dando lugar a renacuajos que vivirán de su propio vitelo hasta completar entre seis y siete semanas de desarrollo, momento tras el cual serán expulsados al exterior a través de la boca de su madre en forma de pequeñas ranitas.

Se observó que la mayoría de ranas estudiadas eran portadoras de unos 40 huevos maduros, casi el doble de los juveniles que posteriormente se desarrollaban en su estómago (entre 21 y 26). Este hecho sugiere o bien que la rana no ingiere todos los huevos de la puesta, o bien que los primeros huevos en ser tragados son digeridos. 

Una joven rana es "vomitada" por su progenitora, (fuente).

¿Cómo es posible que los renacuajos no sean digeridos por los jugos gástricos de su madre? la masa gelatinosa que recubre cada uno de los huevos contiene una sustancia llamada prostaglandina E2, capaz de inhibir la producción de ácido clorhídrico en el estómago. Cuando los huevos eclosionan, son las branquias de los renacuajos las que pasan a encargarse de la producción de una gelatina con esta sustancia, manteniendo así el estómago materno sin actividad. Mientras dura el desarrollo de los renacuajos en el aparato digestivo, la rana madre no se alimenta y su estómago aumenta de tamaño hasta ocupar casi todo el volumen de las cavidades corporales. Los pulmones se desinflan y estos animales pasan a depender en mayor medida de la respiración cutánea. 

El proceso de nacimiento de las pequeñas ranitas es pausado y puede extenderse hasta una semana en el tiempo. Sin embargo, se ha observado que si la hembra es molestada, puede acelerarse el proceso, siendo los jóvenes vomitados mucho más deprisa. Los descendientes de cada puesta muestran un color y tamaño parecidos entre sí.

Por desgracia, tan sólo siete años después del descubrimiento de la especie, es decir, en 1980, la búsqueda de individuos en su área de distribución no arrojó resultados positivos. No fue posible recolectar ni un solo ejemplar. La especie se había extinguido en la naturaleza y tan sólo quedaban los animales criados en laboratorios. Para empeorar las cosas, el último ejemplar cautivo murió en noviembre de 1983. 

Ejemplar de Rheobatrachus silus conservado en el Museo de Zoología Comparada, Universidad de Harvard, (fuente).

Pero no todo estaba perdido. Menos de dos meses después de la desaparición total de R. silus, otra especie de rana incubadora gástrica fue encontrada, también en Queensland, concretamente en el Parque Nacional Eungella. Aunque algo más grande y oscura que la anterior, la estrecha relación entre ambas estaba clara para los científicos, por lo que fue incluida en el mismo género, siendo bautizada como  R. vitellinus. Empezó a ser conocida vulgarmente como rana ornitorrinco del norte, pasando R. silus a ser designada como la rana ornitorrinco del sur. Este descubrimiento abrió la puerta a nuevos estudios relacionados con la incubación gástrica y su posible aplicación en el tratamiento y cura de las úlceras gástricas. 

Esta vez la alegría del nuevo hallazgo duró aún menos que con su congénere: la ciencia tuvo la oportunidad de recolectar y estudiar a estos animales durante menos de dos años, ya que a partir de marzo de 1985 no ha sido localizado ningún ejemplar en su pequeño rango de distribución.

La causa exacta de la extinción de ambas especies de ranas incubadoras gástricas es desconocida, aunque se han propuesto varias hipótesis. El área de distribución de estos anfibios era ya de por sí bastante reducida. A este hecho podemos añadir algunas circunstancias que podrían fácilmente haber influido en su desaparición. Por ejemplo, se sabe que ciertos hábitats de la rana ornitorrinco del sur, fueron objeto de una intensa tala de árboles por parte de la industria maderera entre 1972 y 1979. Se sabe que la especie persistió en las corrientes de agua de la zona, pero el efecto de estas actividades sobre sus poblaciones nunca fue estudiado a fondo. Otras amenazas para estos animales pudieron ser los cerdos salvajes, la invasión del hábitat por malas hierbas, alteraciones en la calidad de las aguas provocadas por perturbaciones en las corrientes...etc. 

En el caso de la especie del norte, el Parque Nacional Eungella se ve amenazado frecuentemente por los fuegos, que tienen lugar especialmente en la época de recolección de la caña de azúcar y que pueden llevar a la fragmentación de su hábitat. Otra amenaza está representada por las especies vegetales invasoras, frecuentes en el entorno. Además, el declive poblacional también podría deberse a fluctuaciones naturales, como ha sido observado en otras especies de ranas australianas. 

Sin embargo, el principal sospechoso en la desaparición de ambas especies de ranas incubadoras gástricas es el hongo causante de la quitridiomicosis, enfermedad infecciosa que se piensa está implicada en el declive y desaparición a nivel mundial de numerosas especies de anfibios desde 1980 hasta nuestros días, aunque no se dispone de datos que permitan hacer una afirmación categórica a este respecto. Se ha encontrado el citado hongo en especies de batracios que habitan las mismas corrientes de agua en las que vivieron en su día nuestras dos protagonistas.

Ejemplar de rana ornitorrinco del sur congelado desde 1980, (fuente).

Desde hace unos años, el profesor Mike Archer, de la Universidad de Nueva Gales del Sur (Australia) y su equipo, están tratando de traer de nuevo a la vida a las dos especies de ranas dentro del marco del "Proyecto Lázaro", que tiene como objetivo la resurrección de varias especies animales de las que se conservan aún restos orgánicos. Lo primero que hizo Archer fue ponerse en contacto con Mike Tyler, otro biólogo australiano experto en herpetología, quien proporcionó las muestras de tejidos necesarias para extraer el ADN de estos anfibios. El siguiente paso era colocar ese ADN en el huevo de un pariente cercano. Es lo que se llama huevo sustituto. La especie elegida para la ocasión fue la rana listada, cercana genéticamente a nuestras protagonistas. Procedieron a destruir el núcleo de algunos de sus óvulos para sustituirlo por el de una célula de las muestras conservadas desde los años 80. Utilizaron dos técnicas distintas sobre numerosos huevos de rana listada, hasta que consiguieron que uno de ellos avanzase hacia un estado embrionario llamado gastrulación, formado por cientos de células. Por el momento no han conseguido que el embrión avance a estados más desarrollados, pero Archer es optimista, ya que según él cuenta con materiales de partida en buen estado y cree que su equipo será capaz de superar los problemas técnicos que hacen que el desarrollo de los embriones se quede estancado.

El científico afirma que revivir a este tipo de ranas cuenta con ventajas respecto a hacerlo con otras especies del proyecto. Por ejemplo, no se trata de animales sociales que vayan a necesitar de otros congéneres para aprender de ellos o para viajar junto a ellos, como sí puede pasar con el mamut lanudo o la paloma mensajera. Además, no necesita un pariente complicado en cuyo interior desarrollarse, como puede ocurrir con el mamut, que necesita completar su desarrollo dentro de un elefante asiático. Otra ventaja sería que son animales pequeños y fáciles de criar en laboratorio en gran número, al contrario que muchas otras especies involucradas en el proyecto. Por si fuera poco, piensa que clonar a estas ranas abriría la posibilidad de copiar el proceso con muchas otras especies de anfibios que se encuentran actualmente en serio peligro de desaparición.

Proceso de clonación de una rana, (fuente).

Cabe destacar que en 1991 (por tanto con ambas especies de ranas ya extintas) Glen Ingram, herpetólogo del Museo de Queensland, descubrió que en una fecha tan lejana como 1915, su museo había recibido un espécimen de R. silus, obtenido por Heber A. Longman. Por desgracia, nadie en el museo acertó a reconocer al ejemplar como una nueva especie, haciendo que este cayera en el olvido durante 76 años y quizás eliminando de esta manera la posibilidad de evitar la extinción de estos curiosos animales.

Las expediciones científicas llevadas a cabo en los últimos años no han conseguido encontrar ejemplar alguno de este tipo de ranas. Prueba de ello fue el intento fallido realizado en 2021 por el Dr. Conrad Hoskin y su equipo en los bosques más remotos del Parque Nacional Eungella. Este equipo de científicos hizo un intento desesperado por hallar alguna población de R. vitellinus, pero no fueron capaces. Aún así, su búsqueda no se puede considerar un fracaso, ya que se toparon por casualidad con poblaciones de otras especies de ranas amenazadas de extinción y de cuya existencia en el lugar no tenían noticia. 

Con la desaparición de estas dos especies de ranas, el fenómeno de la incubación gástrica parece haberse desvanecido también, ya que no se conocen actualmente más ranas que lo lleven a cabo. Lo más parecido que encontramos en la naturaleza es la reproducción de la rana de Darwin (Rhinoderma darwinii). En esta especie, después de la fecundación externa, la hembra deposita en la tierra entre 3 y 30 huevos protegidos por musgos y hojarasca. El macho permanece cerca de los huevos vigilándolos durante más o menos dos semanas, periodo tras el cual los embriones dan sus primeras muestras de movimiento. Esto actúa como una señal para el macho, que introduce los huevos en su boca y pasan por una hendidura hasta una cavidad llamada saco bucal o vocal. Dentro de esa cavidad los huevos eclosionarán y las larvas completarán su desarrollo durante 6 u 8 semanas alimentándose de una sustancia segregada por su progenitor. Después de sufrir la metamorfosis, las crías abandonarán el saco bucal del macho por una abertura ubicada debajo de la lengua, siendo escupidas al exterior a gran velocidad.


Más información sobre las ranas de incubación gástrica:

Vídeo acerca de las dos ranas de incubación gástrica

Charla de Michael Archer sobre la resurrección de especies

Vídeo sobre la reproducción en la rana de Darwin

Noticia sobre la expedición de 2021 dirigida por Conrad Hoskin

https://es.wikipedia.org/wiki/Declive_en_las_poblaciones_de_anfibios

https://www.smh.com.au/technology/the-lazarus-project-scientists-quest-for-deextinction-20150417-1mng6g.html

https://animaldiversity.org/accounts/Rheobatrachus_silus/

https://amphibiaweb.org/species/3543

https://embryo.asu.edu/pages/southern-gastric-brooding-frog-0

https://www.nationalgeographic.com/science/article/resurrecting-the-extinct-frog-with-a-stomach-for-a-womb

https://en.wikipedia.org/wiki/Gastric-brooding_frog

https://www.iucnredlist.org/species/19475/78430533#threats

https://www.iucnredlist.org/species/19476/78430385#threats

https://www.extinction.photo/species/southern-gastric-brooding-frog/