El bisonte europeo, wisent o más coloquialmente búfalo europeo (Bison bonasus) es una de las dos especies de bisontes que sobreviven actualmente en el mundo, junto a su pariente el bisonte americano. La especie estuvo al borde de la extinción a principios del siglo XX, pero gracias a los programas de cría y recuperación, hoy en día viven en libertad y semilibertad varios miles de estos animales, repartidos en diversas poblaciones principalmente en la zona central y oriental de Europa.
Se trata del animal terrestre más grande del continente, y se piensa que los individuos en el pasado pudieron alcanzar incluso mayores dimensiones que sus descendientes modernos. La longitud del cuerpo oscila entre 210 y 350 centímetros, con una altura en la cruz de hasta dos metros y una cola que puede alcanzar los 80 centímetros. El peso normalmente se sitúa entre 350 y 1.000 kilogramos, siendo considerablemente más corpulento el macho. Posee un pelaje denso de un color que varía entre el marrón oscuro y el marrón dorado. El cuello es corto y ancho, intensificado por una especie de corta melena en su parte inferior. Con un cuerpo relativamente estrecho, especialmente en sus cuartos traseros, destaca una notable joroba sobre los hombros del animal. Las extremidades son más largas que las de su pariente americano, y la cabeza es más pequeña y se mantiene más elevada que la de este. El pelo adquiere un aspecto más lanoso alrededor de los hombros, el cuello y la frente, mientras un mechón a modo de "barba" cuelga de las mejillas. Los cuernos, presentes en ambos sexos, son por lo general algo más largos y curvados que los de sus parientes del otro lado del Atlántico. Las hembras, además de por su menor corpulencia, se distinguen de los machos por sus cuernos y cuello más delgados y su joroba de menor tamaño.
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Grupo de bisontes europeos reintroducidos en las dunas de Kraansvlak (Países Bajos), (fuente). |
En tiempos prehistóricos, el bisonte europeo habitó la mayor parte del continente, desde el norte de España, hasta las montañas del Cáucaso, extendiéndose su área de distribución también por la parte asiática de Rusia, llegando por el este hasta el lago Baikal y la cordillera de Altai. Compartió territorio con el ya extinto bisonte estepario (Bison priscus) y fue representado en multitud de cuevas mediante pinturas rupestres, algunas de las cuales tienen una antigüedad de 20.000 años. Con el paso de los siglos, la cantidad de estos ungulados fue menguando a medida que las poblaciones humanas crecían y competían con ellos por el territorio. De esta manera, se llegó al siglo XX con la especie prácticamente al borde de la extinción. Tan solo sobrevivían dos poblaciones: una albergando unos pocos individuos en las remotas montañas del Cáucaso norte (sur de la Federación Rusa) y otra con un mayor número de efectivos en el bosque de Bialowieza (Polonia). Al llegar la Primera Guerra Mundial, las tropas de ocupación alemanas eliminaron unos 600 animales de esta última con el fin de ser consumidos como alimento, caza deportiva y otros propósitos. Al final de la guerra, solo quedaban vivos nueve bisontes en Polonia. El último de ellos en estado salvaje fue abatido en 1921.
No corrió muy diferente suerte la población del Cáucaso: el último de los animales en libertad fue eliminado en 1927, quedando desde ese momento la especie extinta en la naturaleza. Por suerte, para aquel entonces, una docena de ejemplares eran mantenidos en parques zoológicos y colecciones privadas. Este sería el punto de partida para su recuperación.
A principios de la década de 1920 fue fundada por científicos de Polonia, Alemania, Reino Unido y Suecia la "Sociedad para la protección del bisonte europeo (SPEB)", cuyo primer objetivo fue realizar un inventario de todos los bisontes vivos con el fin de iniciar un programa de cría. Sus esfuerzos se centraron en repoblar el bosque de Bialowieza, una de las mayores áreas forestales de Europa, ideal como hábitat capaz de albergar un gran número de estos enormes ungulados.
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Bisonte del Cáucaso macho fotografiado en la década de 1920 en el zoológico de Hamburgo, (fuente). |
Los intentos de reintroducción del animal comenzaron muy poco después de su desaparición en estado salvaje, ya que en 1928 daría inicio en el citado bosque polaco un programa de cría especial, hecho que supuso el pistoletazo de salida a la recuperación de la especie. Durante las siguientes décadas, el número de bisontes en cautividad aumentó significativamente, pero hubo que esperar hasta 1954 para asistir a la liberación en la naturaleza de los dos primeros ejemplares fruto del programa. Este hecho fue seguido por la reintroducción de la especie en zonas salvajes de distintos países europeos.
La recuperación del bisonte europeo está siendo eficaz aunque lenta, en gran medida debido a que buena parte de la población en cautividad se encuentra en parques zoológicos con unas instalaciones de tamaño limitado, inadecuadas para cobijar manadas de gran tamaño. En el año 2000, la población total de estos animales se estimaba en alrededor de 2.800 individuos. A partir de 2004, la mayoría de esfuerzos dedicados a la conservación de la especie han sido guiados y coordinados por el "Plan de Acción del Bisonte", programa elaborado por la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza), en colaboración con el "Centro Europeo para la Conservación del Bisonte (EBCC)" y otras organizaciones. Un hito importante en el desarrollo de este plan tuvo lugar en 2020, cuando el estatus de la especie pasó de "vulnerable" a "casi amenazada" de acuerdo con los estándares de la UICN. Gracias a los programas de recuperación, el número de individuos pastando hoy en día en régimen de libertad y semilibertad supera los 7.000.
Durante los últimos años, el bisonte europeo ha sido reintroducido en países en los que llevaba mucho tiempo ausente, como Rumanía, donde los últimos ejemplares habían desaparecido hace más de dos siglos. El programa de reintroducción comenzó en los Cárpatos meridionales en 2014. En 2021 había más de 100 ejemplares en la zona, incluyendo 25 terneros nacidos en libertad. Otra zona del país donde se han reintroducido es el parque natural Vanatori-Neamt, en el noreste del territorio.
Asimismo, se están llevando a cabo iniciativas de repoblación en muchos otros países europeos, como Polonia, Bielorrusia, Bulgaria, Países Bajos, Dinamarca, Suecia, España e Inglaterra.
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Sello postal de Bielorrusia dedicado al bisonte europeo, (fuente). |
El bisonte europeo es un animal gregario. Las unidades poblacionales básicas observadas son tanto grupos mixtos como grupos de machos. Los grupos mixtos contienen hembras, bisontes jóvenes de 2-3 años de edad, terneros y temporalmente machos adultos. El tamaño de estos grupos varía dependiendo del territorio en que se asientan, pero no suele superar los 20 animales por término medio. Los grupos de machos son pequeños en todas las poblaciones, estando formados por dos animales por término medio. Más de la mitad de los machos viven una vida solitaria.
Los bisontes tienen gran importancia ecológica, ya que son una especie clave en el ecosistema del que forman parte. Ejercen gran influencia sobre la vegetación, ayudan a regular su crecimiento ya que se alimentan de grandes cantidades de herbáceas y arbustos, abren múltiples caminos en los bosques con el simple hecho de caminar a su través, crean parches de suelo desnudo al revolcarse en él, con lo que habilitan a plantas pioneras para colonizar nuevos espacios. Estos animales también contribuyen en gran medida a la reproducción de numerosas especies de plantas mediante la dispersión de nutrientes y semillas con sus excrementos, lo que aumenta la biodiversidad y favorece a los polinizadores. Además, son responsables de otros beneficios para el ecosistema, por ejemplo hay especies de pájaros que utilizan su pelaje invernal para construir nidos o se alimentan de las garrapatas y otros parásitos de su piel, como es el caso de las urracas.
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Hembra de bisonte europeo acompañada de su ternero, (fuente). |
A pesar de que las poblaciones de bisonte europeo han experimentado un gran auge desde el comienzo de los programas de cría y reintroducción, la especie aún se enfrenta a diversas amenazas, que podemos resumir de la siguiente manera:
- Genética. La variabilidad genética de la especie es relativamente baja, debido a su extinción en estado salvaje a principios del siglo XX y posterior restauración a partir de tan solo doce animales cautivos. A este hecho hay que sumar que la mayoría de subpoblaciones se encuentran funcionalmente fragmentadas y aisladas de grupos vecinos ya sea por la distancia o por barreras, tanto naturales como debidas al ser humano.
- Especie refugiada. Cuando comenzó la reintroducción de la especie en el medio natural en la década de 1950, el animal fue caracterizado como un especialista de bosque, por eso fue reintroducido en hábitats forestales. Sin embargo, posteriores estudios, sugieren que el hábitat óptimo para los bisontes son las grandes praderas abiertas, un tipo de espacios que no son muy abundantes en Europa, debido a la elevada densidad de poblaciones humanas y el consecuente uso del suelo para actividades agrícolas. El hecho de obligar a estos animales a ocupar un hábitat subóptimo, deriva en inconvenientes para el desarrollo de las poblaciones, ya que los individuos ven reducida su eficacia biológica, lo que afecta a sus densidades.
- Enfermedades. El reducido tamaño de las subpoblaciones y su aislamiento puede contribuir a la expansión de ciertas enfermedades en los grupos, como las causadas por virus respiratorios, la tuberculosis bovina o los más de 90 tipos de parásitos detectados hasta ahora en la especie.
- Caza furtiva. En la década de 1990, esta actividad supuso un grave problema en Ucrania, llevando a una importante disminución de sus números e incluso a la extirpación completa de algunas manadas. En otros países, como Rusia, se da el mismo problema. A pesar de que en el este de Europa existen grandes praderas que pueden representar espacios adecuados para su reintroducción en estado salvaje, la inestabilidad política de la zona hace que finalmente no se opte por estos lugares.