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"No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que contar y contarlo" (Oscar Wilde). "Me he dedicado a investigar la vida y no sé por qué ni para qué existe" (Severo Ochoa).

viernes, 30 de diciembre de 2022

Los últimos tigres de Sumatra

 La posición taxonómica exacta del tigre de Sumatra (al igual que la de otras variedades de tigre) sigue abierta a debate en la actualidad. Clásicamente se ha considerado al taxón Panthera tigris dividido en nueve subespecies geográficas, de las cuales tres han sido declaradas extintas. Las otras seis sobreviven, aunque amenazadas de extinción todas ellas. La mayor parte de la bibliografía actual acerca del animal sigue utilizando la nomenclatura tradicional propuesta por el zoólogo Reginald Innes Pocock, quien en 1929 clasificó al tigre de Sumatra como una subespecie endémica de la isla homónima, dándole el nombre de Panthera tigris sumatrae. 

Sin embargo, algunos expertos no están de acuerdo en englobar a todos los tigres dentro de la misma especie. Cracaft y colaboradores en 1998, fueron los primeros en proponer la separación del tigre de Sumatra en una nueva especie basándose en análisis genéticos. Unos años después, en 2006, serían Mazak y Groves, quienes llegarían a la misma conclusión basándose en datos craniométricos y fenéticos, proponiendo la clasificación del animal como P. sumatrae. Asimismo, consideran al ya extinto tigre de Java una especie diferenciada (P. sondaica) e incluyen al también extinto tigre de Bali como una subespecie de esta última (P. sondaica balica).

En 2017, el Grupo Especialista en Felinos de la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza) hizo una revisión de la taxonomía de estos animales, clasificando todas las poblaciones de tigres de Indonesia (tanto actuales como extintas) dentro del taxón Panthera tigris sondaica. Es decir, según este planteamiento, los tigres de Sumatra quedarían englobados en la misma subespecie que los otros dos tigres extintos de las islas de la Sonda (el tigre de Java y el tigre de Bali).

Con todo lo expuesto hasta ahora, la mayoría de taxónomos actuales siguen considerando la existencia de una única especie de tigre (Panthera tigris) dividida en seis subespecies que sobreviven en diferentes partes del continente asiático.

Tigre de Sumatra en un zoo de Queensland (Australia), (fuente).

Se trata de la subespecie de tigre más pequeña de entre las existentes actualmente, con un tamaño comparable al de sus parientes extintos el tigre de Java y el tigre de Bali (este último era aún más pequeño). Los machos alcanzan como mucho los 2.5 metros de longitud y pesan entre 100 y 140 kilogramos, mientras que la longitud de las hembras oscila entre 2.15 y 2.30 metros y su peso va de los 75 a los 110 kilos. Se piensa que su pequeño tamaño puede ser debido a la evolución en un entorno aislado, sin conexión con el resto del continente. Su pelaje muestra unas rayas más próximas entre sí y un fondo de un naranja más oscuro que en otros tigres, contribuyendo de esta manera a su mejor camuflaje en las densas selvas tropicales que habita. El espeso pelaje en torno a sus mejillas y sus largos bigotes también lo diferencian de otros tipos de tigres. Los bigotes de estos animales son estructuras altamente sensitivas que están conectadas con el sistema nervioso, pudiendo detectar incluso los más pequeños cambios en el aire y proporcionando al animal información muy valiosa de su entorno, incluyendo la presencia de una posible fuente de alimento, la distancia entre dos lugares o ayudarlos a moverse en espacios pequeños, especialmente en la oscuridad. 

Al igual que el resto de felinos, estos animales son eminentemente carnívoros. Cazan numerosas especies, incluyendo peces, monos, cerdos salvajes, tapires, ciervos y muchas otras. Son animales solitarios que acechan a sus presas lenta y silenciosamente hasta que encuentran la oportunidad de saltar sobre ellas. Su porcentaje de éxito a la hora de cazar puede rondar el 10%. Una vez atrapada la presa, usa sus poderosas mandíbulas para asfixiarla. Su sentido del olfato no está tan desarrollado como otros sentidos, por lo que no lo suelen usar para cazar, sino más bien a la hora de comunicarse con sus congéneres en temas relacionados con los límites territoriales o la reproducción. Quizás debido a su pequeño tamaño en comparación con otros tigres, estos animales son más ágiles, pudiendo alcanzar velocidades de 65 km/h durante pequeños espacios de tiempo.

Son animales territoriales, especialmente las hembras, que impregnan su territorio con orina para atraer a los machos en época reproductora. El periodo de gestación dura unos 100 días y los machos no participarán en el cuidado de las crías. Cada camada está compuesta por dos o tres cachorros, de los que suele sobrevivir uno o dos al primer par de años de vida. Las crías nacen ciegas y dependen completamente de la madre para su nutrición durante los primeros cinco o seis meses de vida. A partir de ahí, empiezan a acompañar a su progenitora en sus cacerías y a alimentarse de sus presas. Es a partir de los 18 meses de edad cuando los pequeños tigres de ambos sexos empiezan a cazar sus propias presas. A esa edad los machos buscarán su propio territorio, mientras las hembras permanecen más tiempo al lado de su madre. 

Los tigres de Sumatra pueden pasar gran parte del día durmiendo. Cuando hay presencia de humanos cerca de su territorio suelen cazar de noche, aunque en ausencia de humanos prefieren cazar por el día. Son excelentes nadadores, poseen incluso una especie de "membrana" en sus garras que les ayuda en esta tarea. Les gusta pasar tiempo en estanques, ríos, lagunas...Los rugidos de estos felinos pueden ser escuchados a más de tres kilómetros de distancia.

En libertad tienen una longevidad de alrededor de 10 ó 12 años, mientras que en cautividad viven algo más.

Sello postal conmemorativo de los 150 años del zoo de Melbourne (Australia) con la imagen del tigre de Sumatra, (fuente).

Es el único tipo de tigre que se puede encontrar hoy en día en territorio de Indonesia (exclusivamente en la isla de Sumatra). Está clasificado en la categoría de "Peligro Crítico de Extinción" por la UICN. El gobierno indonesio ha delimitado unos 37.000 kilómetros cuadrados distribuidos en diez parques nacionales para la protección del animal. Las autoridades locales censaron hace unos años la población total de estos tigres en unos 400-500 individuos en libertad. Sin embargo, algunos estudios han estimado que el tamaño efectivo de la población, es decir, el número de tigres genéticamente viables y aptos para producir descendencia capaz a su vez de sobrevivir y reproducirse, es aproximadamente un 40% del total. Por lo que estaríamos hablando de una población efectiva (margen de error incluido) de entre 176 y 271 tigres adultos. Ninguna subpoblación tendría un tamaño efectivo mayor de 50 individuos, según dicho estudio. 

La población de la subespecie se encuentra en declive, debido a la elevada tasa de pérdida y fragmentación de su hábitat (incluso -aunque en menor medida- dentro de las áreas protegidas), los conflictos con el ser humano y el tráfico ilegal con órganos y partes del animal. 

Los bosques en la isla han sido talados en busca de tierras para la agricultura, especialmente plantaciones de aceite de palma, así como otros tipos de cultivos y también para el establecimiento de nuevos asentamientos. Se estima que solo las plantaciones de aceite de palma han supuesto cerca de un 20% de pérdida de hábitat para estos tigres entre los años 2000 y 2012. En muchas partes de la isla se practica la recolección ilegal de madera. De esta manera, entre 1985 y 2014, la cobertura vegetal de Sumatra ha caído de un 58% a un 26%. La transformación de los bosques ha provocado el aislamiento de los parques nacionales entre sí, repercutiendo en la viabilidad de los tigres y otras especies que necesitan amplios espacios para su alimentación, reproducción y dispersión. La pérdida de presas a causa de la deforestación es una de las consecuencias más negativas de la actividad humana.

La dispersión de los tigres fuera de las áreas protegidas a causa de la fragmentación de los bosques, ha forzado a estos animales a invadir territorios ocupados por los humanos, generando de esta manera conflictos entre ambos. Los tigres han herido o matado a personas y animales domésticos, provocando la venganza de los habitantes de la zona. 

Seguramente el mayor número de muertes de estos animales en la isla se produce por la caza deliberada de los mismos con fines comerciales. Los datos recogidos apuntan a que el comercio ilegal es responsable de casi el 80% de las muertes de tigres de Sumatra (al menos 40 ejemplares abatidos por año). A pesar de ciertos avances en la persecución y cierre de mercados dedicados al tráfico ilegal de huesos y otros órganos, no hay demasiadas evidencias de una disminución de la caza ilegal desde principios de la década de 1990. Los huesos son usados para fabricar "vino de hueso de tigre", una bebida muy demandada por un pequeño número de chinos adinerados que piensan que tiene el poder de conferirles ciertas características de estos felinos. Los caninos son usados en joyería. Los muebles fabricados con la piel del tigre así como otros productos son vistos por algunos asiáticos como un símbolo de estatus.

Cazador de Sumatra posando con un tigre abatido hacia 1890 - 1900, (fuente).

Se han creado patrullas para defender a estos felinos de la caza furtiva dentro de las áreas protegidas. Al ser Indonesia el país con más musulmanes del mundo, la religión también cobra su importancia en los esfuerzos de conservación. En 2014, la máxima autoridad religiosa del país anunció una fatwa (Ley islámica) contra la caza ilegal. Los grupos conservacionistas han usado esta fatwa para concienciar a la población de que matar tigres no sólo va contra las leyes de la nación, sino también contra las leyes religiosas. 

Otros esfuerzos de conservación van dirigidos a fomentar el desarrollo sostenible del hábitat de los tigres. En este sentido se han implementado programas para el desarrollo de las comunidades que viven en los alrededores de sus territorios, de tal manera que sus habitantes no tengan que verse forzados a recurrir a la caza ilegal para alimentar a sus familias. 

Por otra parte, los programas de cría en cautividad fuera de Indonesia, han permitido a los investigadores recopilar numerosos datos acerca de la reproducción y el comportamiento de la subespecie, con el fin de mejorar los esfuerzos de conservación de uno de los felinos más amenazados del mundo.


Más información sobre el tigre de Sumatra:

Documental titulado "El tigre de Sumatra: el último de su especie"

Documental titulado: "Los últimos tigres de Sumatra - Go Wild"

https://www.worldwildlife.org/species/sunda-tiger

https://www.nationalgeographic.com/animals/mammals/facts/sumatran-tiger

https://zooatlanta.org/animal/sumatran-tiger/

https://www.fauna-flora.org/species/sumatran-tiger/

https://indonesia.wcs.org/Wildlife/Sumatran-Tiger.aspx

https://www.twinkl.es/teaching-wiki/sumatran-tiger

https://www.iucnredlist.org/species/15966/5334836#assessment-information

https://en.wikipedia.org/wiki/Sumatran_tiger

https://conservewildcats.org/resources/sumatran-tiger-facts/

https://www.tigers-world.com/es/tigre-de-sumatra/


domingo, 17 de julio de 2022

Los últimos lagartos gigantes de Canarias

 El género Gallotia engloba un grupo de especies de lagartos que se distribuyen por las diferentes islas del archipiélago canario (Reino de España) y que presentan características inusuales en este tipo de animales, como una dieta preferentemente herbívora, una dentición y un aparato digestivo especializados, cierta tendencia al gigantismo y la capacidad de emitir sonidos (al igual esto último que sus parientes del género Psammodromus). Si bien no existe unanimidad entre la comunidad científica en cuanto a la taxonomía del grupo, se han descrito nueve especies pertenecientes al mismo, incluyendo la extinta Gallotia goliath, que habitó la isla de Tenerife antes de la llegada del ser humano. Las especies del género que aún habitan las diferentes islas son:

Gallotia atlantica (Fuerteventura, Lanzarote e introducida en Gran Canaria).

Gallotia auaritae (La Palma).

Gallotia bravoana (La Gomera).

Gallotia caesaris (El Hierro y La Gomera).

Gallotia galloti (La Palma y Tenerife).

Gallotia intermedia (Tenerife).

Gallotia simonyi (El Hierro).

Gallotia stehlini (Gran Canaria y Fuerteventura).


El lagarto gigante de El Hierro (G. simonyi) se consideró extinto desde principios del siglo XX. A pesar de su buen camuflaje y de su considerable tamaño (algunos ejemplares llegaban a medir cerca de un metro de longitud), la especie fue cazada, disecada y consumida como alimento. La última vez que se habían recolectado ejemplares vivos del animal corría el año 1935, cuando un pequeño número de especímenes fueron capturados en un islote diminuto frente a la costa de El Hierro. Desde ese momento, transcurrieron varias décadas sin noticia alguna de la especie, hasta que a principios de la década de 1970, Werner Bings, un arquitecto alemán entusiasmado por los lagartos, encontró en la isla de El Hierro el esqueleto de un lacértido de grandes dimensiones del que aún colgaban trozos de piel. Este último hecho hacía casi imposible que aquellos restos hubiesen permanecido allí durante al menos cuatro décadas. Con la ayuda de un pastor local de nombre Juan Machín, el arquitecto alemán emprendió la búsqueda de estos animales en la isla, convencido de su supervivencia. Y no tardó en obtener su recompensa: en 1974, en una localidad situada en el norte de la isla, una pareja de estos lagartos cayeron en una de las trampas montadas para su captura, mostrando de nuevo al mundo una especie de lagarto gigante endémica de las Canarias largo tiempo inadvertida para la ciencia.

Desde el momento de su redescubrimiento, el lagarto gigante de El Hierro ha sido objeto de un programa del gobierno canario (El Lagartario) para la cría y reintroducción en diferentes hábitats de la isla, a pesar de lo cual se encuentra catalogado como especie en peligro crítico de extinción por la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza). Ocupa un área de menos de 10 kilómetros cuadrados y su distribución está severamente fragmentada, conservándose reductos poblacionales en riscos y promontorios frente a las costas de la isla. Se estima que actualmente pueden existir entre 300 y 400 individuos de la especie (incluyendo las poblaciones reintroducidas). Las mayores amenazas para estos animales las constituyen las poblaciones de gatos asilvestrados (dejaron de controlarse en 2002) y posiblemente también los perros asilvestrados y las ratas. Se trata de una especie mayormente herbívora que habita zonas de vegetación dispersa y cuenta con dos periodos de puesta al año.

Lagarto gigante de El Hierro (fuente).


Otra especie con una historia interesante tras de sí es el lagarto gigante de La Gomera (G. bravoana). Durante muchísimos años sólo se tuvo constancia de la existencia de estos lagartos en la isla por testimonios y por restos fósiles, pero el animal se creía extinto. La primera descripción escrita conocida la hizo el médico Tomás Marín de Cubas en 1694 en uno de sus libros sobre la historia de las Islas Canarias. Se refería a ellos como unos lagartos de tamaño excepcional (casi un metro) pero que, según sus palabras, parecían estar extintos. Durante los siglos posteriores a esta primera descripción fueron escasos los testimonios publicados en obras escritas. Habría que esperar hasta 1985 para que el paleobiólogo alemán Rainer Hutterer hiciera la descripción formal del animal. Hutterer describió en base a restos subfósiles dos tipos de lagartos de mediano y gran tamaño que habitaron la isla en el pasado, nombrándolos respectivamente G. simonyi gomerana y G. goliath bravoana. En 1998 el biólogo alemán Wolfgang Bischoff revisaría de nuevo los materiales estudiados por Hutterer y llegaría a la conclusión de que pertenecían a un único taxón al que nombró Gallotia simonyi bravoana. 

Sería finalmente en 1999 cuando, para asombro del mundo científico, biólogos de la Universidad de La Laguna (Tenerife) darían con un espécimen de lagarto gigante de La Gomera, acabando así con la falsa creencia de que estos animales se habían extinguido tras la llegada de los primeros pobladores a la isla. En los meses siguientes a la primera captura, recolectarían cinco ejemplares adultos más, que fueron trasladados a Tenerife para su estudio, produciéndose el nacimiento de las primeras crías en cautividad en 2001. Finalmente se decidió bautizar al animal como G. bravoana, dándole la categoría de especie separada de su pariente el lagarto gigante de El Hierro.

Algunos individuos de este lagarto sobrepasan los 50 cm. de longitud. Su dorso es pardo con pequeñas manchas azules en los flancos. El cuello y los laterales de la boca son de color blanco, especialmente en los machos. Un carácter taxonómico es la posesión de una placa cefálica suplementaria entre las dos parietales, exclusiva de esta especie y que sirve para distinguirla de otros lagartos de aspecto similar.

A pesar de las medidas para tratar de salvar la especie, se encuentra en peligro crítico según la UICN, ya que las estimaciones arrojan alrededor de 90 individuos en estado salvaje. También hay una población en cautividad. Su hábitat preferido son los acantilados con vegetación dispersa. Tienen hábitos diurnos y alimentación principalmente herbívora. Las hembras realizan una sola puesta anual formada por entre tres y siete huevos normalmente.

Lagarto gigante de La Gomera (fuente).

Otro descubrimiento destacable en lo que se refiere a los lagartos endémicos canarios es el protagonizado por el lagarto gigante de Tenerife, también llamado lagarto moteado canario o teno (G. intermedia). Fue descubierto en fecha tan reciente como 1996 en los acantilados costeros del noroeste de la isla de Tenerife. Unos años más tarde, en 2003, fue descubierta una segunda población compuesta por unos 15 ejemplares en otra zona de acantilados situada más al sur. Se sabe que en el pasado ocuparon toda la isla, ya que sus restos han sido encontrados en numerosos yacimientos. Sin embargo, hoy en día ocupan menos del 0.5% de su distribución original, repartidos entre dos espacios protegidos de la isla: el Parque Rural de Teno y el Monumento Natural de la Montaña de Guaza, separados ambos por unos 30 kilómetros. Las dos poblaciones están genéticamente diferenciadas entre sí, pudiendo considerarse unidades de gestión independientes. 

Se trata de un lagarto que alcanza alrededor de medio metro de longitud. Su piel está moteada con pintas amarillas, más densas en los juveniles. La cola es larga, al igual que en otras especies similares. Los machos poseen una cabeza más robusta. Su alimentación es fundamentalmente herbívora, teniendo un papel ecológico muy importante en la dispersión de semillas de varias especies de la isla. También pueden comer insectos y restos de comida de las gaviotas. Su longevidad puede superar las cuatro décadas de vida. 

A pesar del incremento poblacional gracias al control de animales introducidos en la isla, se estima que no existen más de 500 ejemplares en total, por lo que la especie se encuentra en peligro crítico según la UICN. Ocupan un área total de tan sólo nueve kilómetros a lo largo de la línea de costa. Sus principales depredadores son los gatos asilvestrados y en menor medida las ratas. Las dos poblaciones se dividen en subpoblaciones, algunas de las cuales son tan pequeñas que están amenazadas por la consanguinidad. Al compartir territorio con su pariente el lagarto tizón (G. galloti), de menor tamaño pero mucho más abundante, también se ven sometidos a cierta competencia por el alimento. 

El gobierno canario ha diseñado un plan de recuperación de este lagarto a lo largo de toda su área de distribución.

Lagarto gigante de Tenerife (fuente).


Más dramática aún es la situación de otro de los lagartos endémicos canarios considerados gigantes. Se trata del lagarto gigante de La Palma (G. auaritae). Esta especie también se creía extinta hasta que en el verano de 2007 fueron tomadas unas fotografías del animal por Luis Enrique Mínguez, miembro del Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos (IREC). Las imágenes fueron tomadas durante un recorrido a pie por la zona nororiental de la isla. El lacértido, de gran tamaño, fue fotografiado en una pista a unos 45 metros sobre el nivel del mar. La comparación con referencias visuales del entorno permitió determinar que el lagarto medía unos 30 o 31 centímetros. Sin embargo, desde aquella fecha no se han vuelto a tener noticias de la especie, por lo que no se puede asegurar a ciencia cierta que hoy en día siga existiendo. 

Los lagartos endémicos de Canarias, que en tiempos pasados llegaron a ocupar toda la superficie de las islas, se encuentran hoy en día desplazados en general hacia los hábitats subóptimos, como son los bordes costeros de gran desarrollo vertical (acantilados, cornisas...), donde hay una disponibilidad de recursos limitada, ya que se trata de hábitats xéricos con escasez de agua y poca diversidad y abundancia de vegetación. 

La presencia del ser humano en las Canarias no sólo ha provocado el declive de las poblaciones de lagartos y su confinamiento en los peores hábitats, sino que también ha contribuido a la disminución progresiva de su tamaño debido a la captura selectiva de los ejemplares de mayores dimensiones a lo largo de los siglos. Los testimonios más antiguos que se conocen hablan de animales de un metro o incluso metro y medio de longitud, mientras que los lagartos de hoy en día raramente superan el medio metro.


Más información sobre los lagartos endémicos de Canarias:













domingo, 8 de mayo de 2022

El lobo rojo: un futuro incierto para uno de los cánidos más amenazados del mundo

 El lobo rojo es un cánido con aspecto de pequeño lobo que históricamente ocupó gran parte del territorio oriental de los Estados Unidos. Su posición taxonómica respecto a otros cánidos del continente ha sido siempre fuente de discusión. Ni siquiera las actuales y sofisticadas herramientas de análisis genómico han conseguido dar una respuesta definitiva y unánimemente apoyada por la comunidad científica.

Además del lobo rojo, pueden encontrarse a lo largo y ancho del territorio norteamericano algunos representantes más del género Canis:

  • Varias subespecies geográficas de lobo gris (Canis lupus) se distribuyen por distintas extensiones de México, Estados Unidos y Canadá. 
  • Las formas de pequeño tamaño del sur de las provincias canadienses de Ontario y Quebec, conocidos como lobos orientales o lobos algonquinos (por habitar principalmente el Parque Provincial Algonquín), son considerados por algunos autores una especie separada (C. lycaon), mientras otros los consideran una subespecie del lobo gris (C. lupus lycaon). El rango de distribución de estos lobos no se solapa con el rango histórico del lobo rojo, ocupando un área al noroeste de este último.
  • El coyote (C. latrans), el más pequeño de los cánidos con aspecto de lobo de Norteamérica, históricamente restringido a la mitad oeste del continente, pero que ha ido expandiendo su rango de distribución hacia el este a medida que menguaban las poblaciones de lobos.
  • Finalmente, debemos añadir las poblaciones de perros domésticos (C. familiaris o C. lupus familiaris), capaces de hibridar con los demás miembros del género.

Lobo rojo en una obra de John James Audubon (1851). Fuente.

Con todo lo expuesto hasta ahora, las distintas hipótesis acerca de la historia evolutiva de los cánidos norteamericanos similares a lobos pueden resumirse en tres modelos:

1) Modelo de las cuatro especies. Se apoya en la taxonomía basada en los caracteres morfológicos y la distribución histórica. Las especies que establece son el lobo gris, el lobo oriental, el lobo rojo y el coyote, con el lobo oriental y el lobo rojo evolucionando de un ancestro de aspecto similar al coyote.

2) Modelo de las tres especies. Según esta hipótesis, el lobo rojo debería agruparse junto al lobo oriental dentro del taxón C. lycaon pero como dos subespecies distintas. Los otros dos taxones específicos serían por un lado el coyote y por otro lado el lobo gris. Esta hipótesis estaría apoyada por hechos como que el lobo rojo y el oriental son similares en tamaño y están bien adaptados a las grandes áreas boscosas que siempre han existido en todo el este de Norteamérica. Sin embargo, no todos los análisis han encontrado una afinidad genética cercana entre el lobo rojo y el lobo oriental.

3) Modelo de las dos especies. Propone como especies al coyote y al lobo gris, reconociendo como subespecies de este último al lobo rojo y al lobo oriental. Sugiere que el lobo rojo y el lobo oriental se habrían originado por hibridación entre el lobo gris y el coyote cuando los lobos fueron extirpados de la mayor parte de su rango en el este del continente. Está apoyada por la falta de material genético distintivo en el lobo rojo o en el lobo oriental. Una variante propone que los bosques del este estaban poblados por una o más formas pequeñas de lobo gris que se especializaron en la caza de ciervos y que hibridaron con coyotes recientemente (en los últimos 400 años). Otra variante propone que los lobos rojos y/o los lobos orientales pueden haber surgido de una hibridación más antigua entre lobos grises y coyotes, pero no han divergido aún lo suficiente como para ser considerados especies separadas.

Mientras bases de datos taxonómicos como Catalogue of Life o Mammal Species of the World siguen considerando al lobo rojo una subespecie del lobo gris (C. lupus rufus), instituciones como la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) o la Sociedad Americana de Mastozoología, han apostado recientemente por  darle al animal la categoría de especie bajo la denominación C. rufus.

De izquierda a derecha: lobo gris, lobo oriental, lobo rojo y coyote (fuente).

La distribución histórica del lobo rojo coincide con la ecorregión norteamericana de los bosques templados del este del continente. Esta región ecológica se caracteriza por una cubierta vegetal relativamente densa y diversa, un elevado número de corrientes de agua y ríos y una alta abundancia de muchas especies, incluyendo aves, peces, reptiles y anfibios, destacando como un área relevante en la evolución de la fauna del continente. Los veranos son cálidos y húmedos, mientras que los inviernos muestran un gradiente de temperaturas latitudinal: temperaturas subtropicales en el sur que van transformándose en más frías cuanto más al norte.

Históricamente, la convivencia entre lobos y coyotes habría estado restringida a la mitad occidental del continente norteamericano, donde la competencia entre ambos ha sido siempre reducida debido a la abundancia de grandes herbívoros (alces, renos, bisontes...) que satisfacen las necesidades alimenticias de las poblaciones de lobo, mientras los coyotes depredan sobre ciervos y animales más pequeños, aprovechando incluso las sobras de las cacerías de los lobos. A medida que el este del continente se fue deforestando para el establecimiento de asentamientos humanos, los programas de control del lobo diezmaron sus poblaciones orientales, facilitando la expansión del coyote hacia el este. Hacia mitad del siglo XX, los coyotes ya se habían expandido por la mayor parte de Norteamérica, dando lugar a una creciente hibridación entre estos y los cada vez más escasos lobos rojos. No en vano, este cruce con los coyotes y con los perros domésticos se ha llegado a convertir en la mayor amenaza para la supervivencia en la naturaleza de nuestro protagonista. Si sumamos la persecución humana y la destrucción de su hábitat, el resultado es una especie que ha sido llevada hasta el borde mismo de la extinción. De las tres subespecies o variedades geográficas documentadas en su rango de distribución histórico, la de Florida (Canis rufus floridanus) se extinguió en 1930. La del golfo de México (C. r. rufus), que se extendía desde Texas hasta Luisiana, se extinguió en 1970. La última de las subespecies en desaparecer en estado salvaje fue C. r. gregoryi, que sobrevivió hasta 1980. Por suerte, algunos ejemplares de esta subespecie fueron conservados en cautividad, lo que dio lugar a un proyecto de reintroducción del animal en la naturaleza.

Sello postal con la imagen de un lobo rojo de Texas (fuente).

Desde que en 1973 las autoridades estadounidenses habían declarado al lobo rojo un animal en peligro, se multiplicaron los esfuerzos por localizar y capturar el mayor número posible de individuos. Catorce de los ejemplares capturados por los biólogos del Servicio de Pesca y Vida Salvaje de los Estados Unidos serían posteriormente los fundadores de un programa de cría en cautividad. En 1977 ya estaban naciendo las primeras camadas de lobos en cautiverio. Los biólogos fueron muy cuidadosos a la hora de conservar los instintos nativos de los pequeños lobos, evitando al máximo el contacto con ellos. En 1985, la población de lobos cautivos estaba formada por 65 individuos mantenidos en seis parques zoológicos y en 2017 ya eran 175 repartidos por 43 instalaciones tanto de Estados Unidos como de Canadá, población cautiva suficiente para salvaguardar la integridad genética de la especie y proveer individuos para la suelta en libertad.
En 1987 (siete años después de declararse extinto en estado salvaje) cuatro parejas de lobo rojo fueron reintroducidas en la naturaleza. El lugar elegido para ello fue un área en el noreste del estado de Carolina del Norte, una pequeña zona dentro del rango de distribución histórico de la especie. Cada uno de los lobos estaba equipado con un transmisor de radio para su seguimiento. Más lobos fueron reintroducidos en fechas posteriores, de tal manera que la primera reproducción en la naturaleza fue registrada en 1988. A pesar de que en 2005 la población salvaje de lobos rojos llegó a ser de aproximadamente 150 individuos, hacia 2012 el proyecto de reintroducción se vio envuelto en un conflicto con los terratenientes, lo que dio lugar a un aumento significativo de las matanzas ilegales de estos animales. A este declive han contribuido también otros factores como las enfermedades infecciosas y en mayor medida la hibridación con otros cánidos. Actualmente se estima que existen tan solo entre 10 y 30 individuos maduros en estado salvaje, por lo que la especie se encuentra en peligro crítico según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. Las autoridades han comenzado recientemente a evaluar nuevas áreas susceptibles de acoger planes de reintroducción en el sureste de los Estados Unidos.

Lobo rojo en un zoo de Tampa (Florida) (fuente).

El lobo rojo recibe su nombre de su característico pelaje de color rojizo, más intenso detrás de las orejas, en el cuello y extremidades, pero también exhibe tonalidades marrones y beige, con tonos negros y grises a lo largo de la espalda. Su tamaño es intermedio entre el lobo gris y el coyote, siendo la hembra ligeramente más pequeña. Mide unos 66 cm de altura en la cruz y unos 120 cm desde el hocico a la punta de la cola, con un peso que oscila aproximadamente entre 20 y 36 kilogramos.
Son animales sociales que viven en manadas formadas por una pareja de adultos con sus crías de diferentes años, normalmente de 5 a 8 individuos. Estas manadas son considerablemente más pequeñas que las de el lobo gris, en parte debido a que el lobo rojo no se alimenta de presas tan grandes como aquel. Sus presas más frecuentes suelen ser ciervos de cola blanca, mapaches, conejos, nutrias, roedores... 
El apareamiento ocurre entre enero y abril, produciéndose el nacimiento de los jóvenes lobos en primavera. El periodo de gestación dura 63 días y el número de camadas al año se sitúa entre una y tres.

Antes de la colonización europea de América, el lobo rojo era una figura importante en las creencias espirituales y ritos de los indios Cherokee, quienes tradicionalmente han evitado cazar a estos lobos, ya que tienen la creencia de que dicho acto provocaría la venganza de la manada.

El lobo rojo se encuentra catalogado dentro del "Endangered Species Act", listado de las especies en peligro elaborado por el Servicio de Pesca y Vida Salvaje de los Estados Unidos.


Más información sobre el lobo rojo: