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"No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que contar y contarlo" (Oscar Wilde). "Me he dedicado a investigar la vida y no sé por qué ni para qué existe" (Severo Ochoa).

miércoles, 19 de julio de 2023

Los zifios, grandes desconocidos de las profundidades oceánicas

 Los zifios, también denominados ballenas de pico o ballenas de nariz de botella, constituyen una familia de cetáceos odontocetos caracterizados por su pronunciado hocico. De hecho, el término zifio proviene etimológicamente del griego xiphos (espada). 

Hasta ahora se han descrito 24 especies de estos animales, aunque se piensa que su diversidad puede ser mucho mayor, ya que son cetáceos de aguas profundas que pasan muy poco tiempo en superficie, dificultando este hecho su estudio. Además, las investigaciones realizadas sugieren que sus poblaciones cuentan con un escaso número de efectivos. De esta manera, la mayor parte de la información que se obtiene de estos animales hoy en día proviene de ejemplares que han quedado varados en playas y otros lugares de la línea de costa.

Tienen un cuerpo hidrodinámico, robusto y ligeramente aplanado. Existe poca diferenciación entre cabeza, tórax y abdomen. Son animales grandes, entre cuatro y trece metros de longitud (siendo generalmente de mayor tamaño el macho). Su peso oscila entre una y quince toneladas.  

Presentan una importante reducción de los dientes: poseen tan sólo uno o dos pares de dientes en la mandíbula inferior, que varían en tamaño y situación dependiendo de la especie. Tan sólo el zifio de Shepherd (Tasmacetus shepherdi) conserva la dentición completa. Los dientes de los zifios sólo son visibles en los machos, en los que constituyen un carácter sexual secundario, siendo usados en las luchas por el acceso a las hembras. En estas últimas, los dientes no llegan a asomar fuera de la boca. La pérdida de piezas dentales se piensa que está relacionada con la alimentación de estos animales. Sus presas preferidas son los calamares y otros cefalópodos y se alimentan succionando, para lo cual son de gran ayuda dos canales que poseen en la garganta y que les facilita la expansión de la misma. Otras presas de las que también se alimentan son peces, crustáceos como camarones y cangrejos y diferentes tipos de bivalvos.

Una característica destacable de los zifios es la ecolocalización: poseen un órgano llamado melón en la frente con el que emiten sonidos que les permiten moverse en un entorno profundo y oscuro. Son altamente sensibles al sónar de los barcos, que puede distorsionar su sentido de la ecolocalización desorientándolos y provocando varamientos masivos.

Los zifios se distribuyen por todos los océanos, desde aguas tropicales hasta los hielos polares. Parece ser que prefieren los hábitats submarinos con pendientes escalonadas y cañones profundos. 

La familia de los zifios se divide en seis géneros repartidos en tres subfamilias. El género que agrupa un mayor número de especies es Mesoplodon. 

Póster de la American Cetacean Society con las 24 especies de zifios descritas hasta la fecha.

Uno de los zifios más comunes y más observados en el mundo es el zifio común o de Cuvier (Ziphius cavirostris). La especie fue descrita por el zoólogo y anatomista Georges Cuvier en 1823, pensando que se trataba de un cetáceo ya extinto. No fue hasta la década de 1870 cuando se comprobó a través de hallazgos en distintas zonas del globo que se trataba de una especie aún existente. 
Habita desde las aguas tropicales a las templado-frías de todo el mundo. Los machos son ligeramente mayores que las hembras, pudiendo alcanzar ambos sexos más de 5.5 metros de longitud. La coloración varía de un ejemplar a otro, observándose individuos gris oscuro, marrón-rojizo, negros, blancos...Los machos viejos tienen zonas blancas extensas desde el hocico al centro superior del cuerpo y poseen abundantes cicatrices sobre su piel, fruto de las luchas con sus congéneres. Dos dientes sobresalen en el extremo de la mandíbula inferior de los machos, no siendo visibles en las hembras.

Los zifios de Cuvier viajan en manadas de hasta 25 individuos, aunque lo más frecuente es que lo hagan en grupos de no más de 10. Los machos más viejos pueden viajar en solitario. Una característica peculiar de esta especie es que posee el récord de inmersión  para un mamífero marino, habiéndose registrado buceos a casi 3.000 metros de profundidad durante más de tres horas, lo cual supera incluso los registros de los cachalotes. Para poder sumergirse a semejantes profundidades, estos animales poseen adaptaciones fisiológicas: una caja torácica flexible que permite que sus pulmones se compriman, una disminución drástica del ritmo cardíaco acumulando la sangre en el cerebro, corazón y músculos o una concentración muy elevada de la proteína mioglobina en sus músculos, lo que les permite almacenar más oxígeno en estos órganos. El zifio de Cuvier ha sido objeto de caza por parte de los balleneros japoneses desde hace décadas.

Pareja de zifios de Cuvier, (fuente).

Sin duda uno de los zifios más espectaculares y el que alcanza mayor tamaño es el berardio de Baird (Berardius bairdii). Se le encuentra únicamente en el Pacífico norte, donde habita aguas profundas y alejadas de la costa. Fue descubierto en 1882 por el zoólogo Leonhard Stejneger, quien encontró un cráneo con cuatro dientes en la isla de Bering. Nombró la especie en honor del que había sido su superior en el Instituto Smithsonian, Spencer Fullerton Baird. Al igual que el zifio de Cuvier, se trata de una especie explotada comercialmente por los balleneros japoneses, que aún hoy en día pueden capturar entre 40 y 60 al año, especialmente en la península de Boso (área metropolitana de Tokio) y frente a la isla de Hokkaido, en el norte del país. Se sabe que históricamente al menos 4.000 zifios de Baird han sido capturados por balleneros, no sólo japoneses, sino también rusos, canadienses y estadounidenses. 

En esta especie, la hembra es algo mayor que el macho, alcanzando casi 13 metros de longitud y alrededor de 12 toneladas. Existen diferentes coloraciones. La forma más común son los animales grisáceos o parduzcos con la parte inferior del cuerpo más pálida y parches o motas de color blanquecino distribuidas aleatoriamente. Existe otra forma más oscura que se encuentra más al norte, en las aguas de Hokkaido y el mar de Ojostk y que recientemente se ha catalogado como una especie separada (B. minimus).
A diferencia de otros zifios, ambos sexos tienen dientes: un par grande en la mandíbula inferior y un par más pequeño justo detrás de los primeros. El macho se distingue de la hembra por su frente bulbosa más ancha y saliente. Se desplazan en grupos de 3 a 30 individuos, a veces incluso más. A pesar de su gran tamaño, estos animales pueden ser depredados por las orcas.

Existe una especie "paralela" al berardio de Baird en las aguas del hemisferio sur. Se trata de el zifio de Arnoux (Berardius arnuxii), también una especie de zifio gigante cuyas hembras pueden alcanzar los 10 metros y las 10 toneladas. 

El berardio de Baird es la especie de zifio de mayor tamaño conocida, (fuente).

Entre los zifios más fácilmente observables podemos incluir también al zifio calderón boreal (Hyperoodon ampullatus). Se trata de una especie de gran tamaño, de hecho es el zifio más grande que se puede encontrar en el océano Atlántico norte, pudiendo alcanzar los machos casi 10 metros de longitud y cerca de 8 toneladas. Es un animal bien conocido por los científicos debido al hecho de que fue muy explotado comercialmente. En la década de 1850 los balleneros descubrieron que estos animales contienen espermaceti, sustancia usada en lámparas de aceite, lubricantes y velas. También se les cazó como carne para las mascotas. Sus cazadores se aprovechaban de la curiosidad y sociabilidad de estos animales, que frecuentemente se ven atraídos por los barcos o permanecen junto a sus compañeros de manada heridos. Hasta la década de 1970 fueron capturados más de 80.000 zifios de este tipo. En Canadá y Noruega fueron cazados hasta que sus poblaciones se extinguieron. A partir de los años 70 del siglo XX cesó su captura, excepto en las Islas Feroe, donde aún se caza algún animal.

El cuerpo de estas ballenas es grande, largo y robusto, con una pequeña y triangular aleta dorsal situada (como suele ser habitual en las especies de zifios) más cerca de la aleta caudal que de la cabeza. Su frente posee la característica forma de bulbo y su hocico tiene forma de botella, lo que le da su nombre en inglés (northern bottlenose whale). Los machos adultos tienen un par de dientes relativamente pequeños y cónicos que asoman ligeramente por el extremo de la mandíbula inferior. La coloración de estos animales varía del gris oscuro al parduzco o incluso verde oliváceo, pudiendo aparecer manchas poco prominentes y las características cicatrices en la piel. La cabeza frecuentemente es de color más claro que el resto del cuerpo. 

Forman grupos sociales de entre 4 y 10 individuos por término medio, aunque se han divisado manadas de más de 50 ejemplares. 

El zifio calderón boreal se distribuye por el Atlántico norte, desde las aguas subárticas hasta las Azores y las islas Canarias por el sur. Su hábitat está asociado generalmente a estructuras geológicas con fuertes pendientes, como son cañones, montes submarinos y el talud continental.

Un zifio calderón de gran tamaño capturado por un barco pesquero, (fuente: @delphindae en Twitter).

De las 24 especies de la familia de los zifios descritas hasta el momento, tan sólo se disponen abundantes datos de un pequeño puñado de ellas. Su carácter tímido y huidizo hace que los encuentros con estos animales sean muy escasos y que algunas especies sean descritas (al menos inicialmente) a partir de restos óseos. Tal fue el caso de Mesoplodon peruvianus, conocido comunmente como el zifio pigmeo, menor o peruano. Se trata de la especie de menor tamaño de su género conocida hasta ahora, con una longitud máxima de 3.72 m. Su historia comienza a principios de 1976, cuando el zoólogo del Instituto Smithsonian James G. Mead obtuvo un trozo de cráneo y vértebra lumbar cerca del mercado de San Andrés (Perú). No sería hasta 1985 cuando el primer ejemplar de la especie (una hembra) fue capturada por pescadores en la costa peruana. Su esqueleto y varios de sus órganos internos fueron preservados. En los siguientes años fueron obtenidos más ejemplares de las aguas peruanas, lo que llevó a que la nueva especie fuese descrita en 1991.

Incluso ya entrados en el siglo XXI la ciencia sigue descubriendo nuevas especies de zifios. Una de ellas fue descrita en 2002 en la revista Marine Mammal Science. Se trata de el zifio de Perrin (Mesoplodon perrini), nombrado en honor al cetólogo William F. Perrin. Inicialmente se pensó que se trataba de especímenes pertenecientes al zifio de Héctor (M. hectori), pero tras llevar a cabo análisis de ADN a una serie de ejemplares varados en California en la década de 1970, un equipo de investigadores decidió que se trataba de una especie separada.

El berardio de Baird ha sido objeto de captura con fines comerciales en los últimos siglos, (fuente).

Pero el zifio de Perrin no ha sido el último en llegar a la familia. En una fecha tan reciente como 2014, un grupo de científicos describió una nueva especie después del estudio de siete animales que murieron varados en remotas islas tropicales de los océanos Índico y Pacífico en distintas fechas a lo largo de los últimos 60 años. En enero de 1963, un ejemplar gris-azulado de unos 4.5 metros de longitud quedó encallado en una playa de Sri Lanka. El por aquel entonces director del Museo Nacional de Ceilán, Paulus Deraniyagala, describió al animal como una nueva especie, a la que nombró Mesoplodon deraniyagala. Sin embargo, dos años después, otros investigadores reclasificaron al animal dentro de la especie M. ginkgodens. 
Los investigadores usaron una combinación de análisis de ADN y de las características físicas de los especímenes varados en las diferentes islas. Encontraron dificultades a la hora de extraer el ADN de los tejidos, por lo que recurrieron a extraer ADN de los huesos y se sirvieron de una técnica utilizada para estudiar los ácidos nucleicos de materiales subfósiles pertenecientes a especies extintas. Finalmente, llegaron a la conclusión de que los ejemplares estudiados poseían suficientes características distintas de M. ginkgodens como para constituir una nueva especie, dando validez por tanto al zifio de Deraniyagala.

En definitiva, los zifios o ballenas de pico son una familia de cetáceos poco conocida tanto por el mundo científico como por el gran público, cuya taxonomía se encuentra aún en construcción, por lo que es esperable la aparición de nuevas especies en los próximos años.


Más información sobre los zifios o ballenas de pico:















viernes, 30 de diciembre de 2022

Los últimos tigres de Sumatra

 La posición taxonómica exacta del tigre de Sumatra (al igual que la de otras variedades de tigre) sigue abierta a debate en la actualidad. Clásicamente se ha considerado al taxón Panthera tigris dividido en nueve subespecies geográficas, de las cuales tres han sido declaradas extintas. Las otras seis sobreviven, aunque amenazadas de extinción todas ellas. La mayor parte de la bibliografía actual acerca del animal sigue utilizando la nomenclatura tradicional propuesta por el zoólogo Reginald Innes Pocock, quien en 1929 clasificó al tigre de Sumatra como una subespecie endémica de la isla homónima, dándole el nombre de Panthera tigris sumatrae. 

Sin embargo, algunos expertos no están de acuerdo en englobar a todos los tigres dentro de la misma especie. Cracaft y colaboradores en 1998, fueron los primeros en proponer la separación del tigre de Sumatra en una nueva especie basándose en análisis genéticos. Unos años después, en 2006, serían Mazak y Groves, quienes llegarían a la misma conclusión basándose en datos craniométricos y fenéticos, proponiendo la clasificación del animal como P. sumatrae. Asimismo, consideran al ya extinto tigre de Java una especie diferenciada (P. sondaica) e incluyen al también extinto tigre de Bali como una subespecie de esta última (P. sondaica balica).

En 2017, el Grupo Especialista en Felinos de la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza) hizo una revisión de la taxonomía de estos animales, clasificando todas las poblaciones de tigres de Indonesia (tanto actuales como extintas) dentro del taxón Panthera tigris sondaica. Es decir, según este planteamiento, los tigres de Sumatra quedarían englobados en la misma subespecie que los otros dos tigres extintos de las islas de la Sonda (el tigre de Java y el tigre de Bali).

Con todo lo expuesto hasta ahora, la mayoría de taxónomos actuales siguen considerando la existencia de una única especie de tigre (Panthera tigris) dividida en seis subespecies que sobreviven en diferentes partes del continente asiático.

Tigre de Sumatra en un zoo de Queensland (Australia), (fuente).

Se trata de la subespecie de tigre más pequeña de entre las existentes actualmente, con un tamaño comparable al de sus parientes extintos el tigre de Java y el tigre de Bali (este último era aún más pequeño). Los machos alcanzan como mucho los 2.5 metros de longitud y pesan entre 100 y 140 kilogramos, mientras que la longitud de las hembras oscila entre 2.15 y 2.30 metros y su peso va de los 75 a los 110 kilos. Se piensa que su pequeño tamaño puede ser debido a la evolución en un entorno aislado, sin conexión con el resto del continente. Su pelaje muestra unas rayas más próximas entre sí y un fondo de un naranja más oscuro que en otros tigres, contribuyendo de esta manera a su mejor camuflaje en las densas selvas tropicales que habita. El espeso pelaje en torno a sus mejillas y sus largos bigotes también lo diferencian de otros tipos de tigres. Los bigotes de estos animales son estructuras altamente sensitivas que están conectadas con el sistema nervioso, pudiendo detectar incluso los más pequeños cambios en el aire y proporcionando al animal información muy valiosa de su entorno, incluyendo la presencia de una posible fuente de alimento, la distancia entre dos lugares o ayudarlos a moverse en espacios pequeños, especialmente en la oscuridad. 

Al igual que el resto de felinos, estos animales son eminentemente carnívoros. Cazan numerosas especies, incluyendo peces, monos, cerdos salvajes, tapires, ciervos y muchas otras. Son animales solitarios que acechan a sus presas lenta y silenciosamente hasta que encuentran la oportunidad de saltar sobre ellas. Su porcentaje de éxito a la hora de cazar puede rondar el 10%. Una vez atrapada la presa, usa sus poderosas mandíbulas para asfixiarla. Su sentido del olfato no está tan desarrollado como otros sentidos, por lo que no lo suelen usar para cazar, sino más bien a la hora de comunicarse con sus congéneres en temas relacionados con los límites territoriales o la reproducción. Quizás debido a su pequeño tamaño en comparación con otros tigres, estos animales son más ágiles, pudiendo alcanzar velocidades de 65 km/h durante pequeños espacios de tiempo.

Son animales territoriales, especialmente las hembras, que impregnan su territorio con orina para atraer a los machos en época reproductora. El periodo de gestación dura unos 100 días y los machos no participarán en el cuidado de las crías. Cada camada está compuesta por dos o tres cachorros, de los que suele sobrevivir uno o dos al primer par de años de vida. Las crías nacen ciegas y dependen completamente de la madre para su nutrición durante los primeros cinco o seis meses de vida. A partir de ahí, empiezan a acompañar a su progenitora en sus cacerías y a alimentarse de sus presas. Es a partir de los 18 meses de edad cuando los pequeños tigres de ambos sexos empiezan a cazar sus propias presas. A esa edad los machos buscarán su propio territorio, mientras las hembras permanecen más tiempo al lado de su madre. 

Los tigres de Sumatra pueden pasar gran parte del día durmiendo. Cuando hay presencia de humanos cerca de su territorio suelen cazar de noche, aunque en ausencia de humanos prefieren cazar por el día. Son excelentes nadadores, poseen incluso una especie de "membrana" en sus garras que les ayuda en esta tarea. Les gusta pasar tiempo en estanques, ríos, lagunas...Los rugidos de estos felinos pueden ser escuchados a más de tres kilómetros de distancia.

En libertad tienen una longevidad de alrededor de 10 ó 12 años, mientras que en cautividad viven algo más.

Sello postal conmemorativo de los 150 años del zoo de Melbourne (Australia) con la imagen del tigre de Sumatra, (fuente).

Es el único tipo de tigre que se puede encontrar hoy en día en territorio de Indonesia (exclusivamente en la isla de Sumatra). Está clasificado en la categoría de "Peligro Crítico de Extinción" por la UICN. El gobierno indonesio ha delimitado unos 37.000 kilómetros cuadrados distribuidos en diez parques nacionales para la protección del animal. Las autoridades locales censaron hace unos años la población total de estos tigres en unos 400-500 individuos en libertad. Sin embargo, algunos estudios han estimado que el tamaño efectivo de la población, es decir, el número de tigres genéticamente viables y aptos para producir descendencia capaz a su vez de sobrevivir y reproducirse, es aproximadamente un 40% del total. Por lo que estaríamos hablando de una población efectiva (margen de error incluido) de entre 176 y 271 tigres adultos. Ninguna subpoblación tendría un tamaño efectivo mayor de 50 individuos, según dicho estudio. 

La población de la subespecie se encuentra en declive, debido a la elevada tasa de pérdida y fragmentación de su hábitat (incluso -aunque en menor medida- dentro de las áreas protegidas), los conflictos con el ser humano y el tráfico ilegal con órganos y partes del animal. 

Los bosques en la isla han sido talados en busca de tierras para la agricultura, especialmente plantaciones de aceite de palma, así como otros tipos de cultivos y también para el establecimiento de nuevos asentamientos. Se estima que solo las plantaciones de aceite de palma han supuesto cerca de un 20% de pérdida de hábitat para estos tigres entre los años 2000 y 2012. En muchas partes de la isla se practica la recolección ilegal de madera. De esta manera, entre 1985 y 2014, la cobertura vegetal de Sumatra ha caído de un 58% a un 26%. La transformación de los bosques ha provocado el aislamiento de los parques nacionales entre sí, repercutiendo en la viabilidad de los tigres y otras especies que necesitan amplios espacios para su alimentación, reproducción y dispersión. La pérdida de presas a causa de la deforestación es una de las consecuencias más negativas de la actividad humana.

La dispersión de los tigres fuera de las áreas protegidas a causa de la fragmentación de los bosques, ha forzado a estos animales a invadir territorios ocupados por los humanos, generando de esta manera conflictos entre ambos. Los tigres han herido o matado a personas y animales domésticos, provocando la venganza de los habitantes de la zona. 

Seguramente el mayor número de muertes de estos animales en la isla se produce por la caza deliberada de los mismos con fines comerciales. Los datos recogidos apuntan a que el comercio ilegal es responsable de casi el 80% de las muertes de tigres de Sumatra (al menos 40 ejemplares abatidos por año). A pesar de ciertos avances en la persecución y cierre de mercados dedicados al tráfico ilegal de huesos y otros órganos, no hay demasiadas evidencias de una disminución de la caza ilegal desde principios de la década de 1990. Los huesos son usados para fabricar "vino de hueso de tigre", una bebida muy demandada por un pequeño número de chinos adinerados que piensan que tiene el poder de conferirles ciertas características de estos felinos. Los caninos son usados en joyería. Los muebles fabricados con la piel del tigre así como otros productos son vistos por algunos asiáticos como un símbolo de estatus.

Cazador de Sumatra posando con un tigre abatido hacia 1890 - 1900, (fuente).

Se han creado patrullas para defender a estos felinos de la caza furtiva dentro de las áreas protegidas. Al ser Indonesia el país con más musulmanes del mundo, la religión también cobra su importancia en los esfuerzos de conservación. En 2014, la máxima autoridad religiosa del país anunció una fatwa (Ley islámica) contra la caza ilegal. Los grupos conservacionistas han usado esta fatwa para concienciar a la población de que matar tigres no sólo va contra las leyes de la nación, sino también contra las leyes religiosas. 

Otros esfuerzos de conservación van dirigidos a fomentar el desarrollo sostenible del hábitat de los tigres. En este sentido se han implementado programas para el desarrollo de las comunidades que viven en los alrededores de sus territorios, de tal manera que sus habitantes no tengan que verse forzados a recurrir a la caza ilegal para alimentar a sus familias. 

Por otra parte, los programas de cría en cautividad fuera de Indonesia, han permitido a los investigadores recopilar numerosos datos acerca de la reproducción y el comportamiento de la subespecie, con el fin de mejorar los esfuerzos de conservación de uno de los felinos más amenazados del mundo.


Más información sobre el tigre de Sumatra:

Documental titulado "El tigre de Sumatra: el último de su especie"

Documental titulado: "Los últimos tigres de Sumatra - Go Wild"

https://www.worldwildlife.org/species/sunda-tiger

https://www.nationalgeographic.com/animals/mammals/facts/sumatran-tiger

https://zooatlanta.org/animal/sumatran-tiger/

https://www.fauna-flora.org/species/sumatran-tiger/

https://indonesia.wcs.org/Wildlife/Sumatran-Tiger.aspx

https://www.twinkl.es/teaching-wiki/sumatran-tiger

https://www.iucnredlist.org/species/15966/5334836#assessment-information

https://en.wikipedia.org/wiki/Sumatran_tiger

https://conservewildcats.org/resources/sumatran-tiger-facts/

https://www.tigers-world.com/es/tigre-de-sumatra/


domingo, 17 de julio de 2022

Los últimos lagartos gigantes de Canarias

 El género Gallotia engloba un grupo de especies de lagartos que se distribuyen por las diferentes islas del archipiélago canario (Reino de España) y que presentan características inusuales en este tipo de animales, como una dieta preferentemente herbívora, una dentición y un aparato digestivo especializados, cierta tendencia al gigantismo y la capacidad de emitir sonidos (al igual esto último que sus parientes del género Psammodromus). Si bien no existe unanimidad entre la comunidad científica en cuanto a la taxonomía del grupo, se han descrito nueve especies pertenecientes al mismo, incluyendo la extinta Gallotia goliath, que habitó la isla de Tenerife antes de la llegada del ser humano. Las especies del género que aún habitan las diferentes islas son:

Gallotia atlantica (Fuerteventura, Lanzarote e introducida en Gran Canaria).

Gallotia auaritae (La Palma).

Gallotia bravoana (La Gomera).

Gallotia caesaris (El Hierro y La Gomera).

Gallotia galloti (La Palma y Tenerife).

Gallotia intermedia (Tenerife).

Gallotia simonyi (El Hierro).

Gallotia stehlini (Gran Canaria y Fuerteventura).


El lagarto gigante de El Hierro (G. simonyi) se consideró extinto desde principios del siglo XX. A pesar de su buen camuflaje y de su considerable tamaño (algunos ejemplares llegaban a medir cerca de un metro de longitud), la especie fue cazada, disecada y consumida como alimento. La última vez que se habían recolectado ejemplares vivos del animal corría el año 1935, cuando un pequeño número de especímenes fueron capturados en un islote diminuto frente a la costa de El Hierro. Desde ese momento, transcurrieron varias décadas sin noticia alguna de la especie, hasta que a principios de la década de 1970, Werner Bings, un arquitecto alemán entusiasmado por los lagartos, encontró en la isla de El Hierro el esqueleto de un lacértido de grandes dimensiones del que aún colgaban trozos de piel. Este último hecho hacía casi imposible que aquellos restos hubiesen permanecido allí durante al menos cuatro décadas. Con la ayuda de un pastor local de nombre Juan Machín, el arquitecto alemán emprendió la búsqueda de estos animales en la isla, convencido de su supervivencia. Y no tardó en obtener su recompensa: en 1974, en una localidad situada en el norte de la isla, una pareja de estos lagartos cayeron en una de las trampas montadas para su captura, mostrando de nuevo al mundo una especie de lagarto gigante endémica de las Canarias largo tiempo inadvertida para la ciencia.

Desde el momento de su redescubrimiento, el lagarto gigante de El Hierro ha sido objeto de un programa del gobierno canario (El Lagartario) para la cría y reintroducción en diferentes hábitats de la isla, a pesar de lo cual se encuentra catalogado como especie en peligro crítico de extinción por la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza). Ocupa un área de menos de 10 kilómetros cuadrados y su distribución está severamente fragmentada, conservándose reductos poblacionales en riscos y promontorios frente a las costas de la isla. Se estima que actualmente pueden existir entre 300 y 400 individuos de la especie (incluyendo las poblaciones reintroducidas). Las mayores amenazas para estos animales las constituyen las poblaciones de gatos asilvestrados (dejaron de controlarse en 2002) y posiblemente también los perros asilvestrados y las ratas. Se trata de una especie mayormente herbívora que habita zonas de vegetación dispersa y cuenta con dos periodos de puesta al año.

Lagarto gigante de El Hierro (fuente).


Otra especie con una historia interesante tras de sí es el lagarto gigante de La Gomera (G. bravoana). Durante muchísimos años sólo se tuvo constancia de la existencia de estos lagartos en la isla por testimonios y por restos fósiles, pero el animal se creía extinto. La primera descripción escrita conocida la hizo el médico Tomás Marín de Cubas en 1694 en uno de sus libros sobre la historia de las Islas Canarias. Se refería a ellos como unos lagartos de tamaño excepcional (casi un metro) pero que, según sus palabras, parecían estar extintos. Durante los siglos posteriores a esta primera descripción fueron escasos los testimonios publicados en obras escritas. Habría que esperar hasta 1985 para que el paleobiólogo alemán Rainer Hutterer hiciera la descripción formal del animal. Hutterer describió en base a restos subfósiles dos tipos de lagartos de mediano y gran tamaño que habitaron la isla en el pasado, nombrándolos respectivamente G. simonyi gomerana y G. goliath bravoana. En 1998 el biólogo alemán Wolfgang Bischoff revisaría de nuevo los materiales estudiados por Hutterer y llegaría a la conclusión de que pertenecían a un único taxón al que nombró Gallotia simonyi bravoana. 

Sería finalmente en 1999 cuando, para asombro del mundo científico, biólogos de la Universidad de La Laguna (Tenerife) darían con un espécimen de lagarto gigante de La Gomera, acabando así con la falsa creencia de que estos animales se habían extinguido tras la llegada de los primeros pobladores a la isla. En los meses siguientes a la primera captura, recolectarían cinco ejemplares adultos más, que fueron trasladados a Tenerife para su estudio, produciéndose el nacimiento de las primeras crías en cautividad en 2001. Finalmente se decidió bautizar al animal como G. bravoana, dándole la categoría de especie separada de su pariente el lagarto gigante de El Hierro.

Algunos individuos de este lagarto sobrepasan los 50 cm. de longitud. Su dorso es pardo con pequeñas manchas azules en los flancos. El cuello y los laterales de la boca son de color blanco, especialmente en los machos. Un carácter taxonómico es la posesión de una placa cefálica suplementaria entre las dos parietales, exclusiva de esta especie y que sirve para distinguirla de otros lagartos de aspecto similar.

A pesar de las medidas para tratar de salvar la especie, se encuentra en peligro crítico según la UICN, ya que las estimaciones arrojan alrededor de 90 individuos en estado salvaje. También hay una población en cautividad. Su hábitat preferido son los acantilados con vegetación dispersa. Tienen hábitos diurnos y alimentación principalmente herbívora. Las hembras realizan una sola puesta anual formada por entre tres y siete huevos normalmente.

Lagarto gigante de La Gomera (fuente).

Otro descubrimiento destacable en lo que se refiere a los lagartos endémicos canarios es el protagonizado por el lagarto gigante de Tenerife, también llamado lagarto moteado canario o teno (G. intermedia). Fue descubierto en fecha tan reciente como 1996 en los acantilados costeros del noroeste de la isla de Tenerife. Unos años más tarde, en 2003, fue descubierta una segunda población compuesta por unos 15 ejemplares en otra zona de acantilados situada más al sur. Se sabe que en el pasado ocuparon toda la isla, ya que sus restos han sido encontrados en numerosos yacimientos. Sin embargo, hoy en día ocupan menos del 0.5% de su distribución original, repartidos entre dos espacios protegidos de la isla: el Parque Rural de Teno y el Monumento Natural de la Montaña de Guaza, separados ambos por unos 30 kilómetros. Las dos poblaciones están genéticamente diferenciadas entre sí, pudiendo considerarse unidades de gestión independientes. 

Se trata de un lagarto que alcanza alrededor de medio metro de longitud. Su piel está moteada con pintas amarillas, más densas en los juveniles. La cola es larga, al igual que en otras especies similares. Los machos poseen una cabeza más robusta. Su alimentación es fundamentalmente herbívora, teniendo un papel ecológico muy importante en la dispersión de semillas de varias especies de la isla. También pueden comer insectos y restos de comida de las gaviotas. Su longevidad puede superar las cuatro décadas de vida. 

A pesar del incremento poblacional gracias al control de animales introducidos en la isla, se estima que no existen más de 500 ejemplares en total, por lo que la especie se encuentra en peligro crítico según la UICN. Ocupan un área total de tan sólo nueve kilómetros a lo largo de la línea de costa. Sus principales depredadores son los gatos asilvestrados y en menor medida las ratas. Las dos poblaciones se dividen en subpoblaciones, algunas de las cuales son tan pequeñas que están amenazadas por la consanguinidad. Al compartir territorio con su pariente el lagarto tizón (G. galloti), de menor tamaño pero mucho más abundante, también se ven sometidos a cierta competencia por el alimento. 

El gobierno canario ha diseñado un plan de recuperación de este lagarto a lo largo de toda su área de distribución.

Lagarto gigante de Tenerife (fuente).


Más dramática aún es la situación de otro de los lagartos endémicos canarios considerados gigantes. Se trata del lagarto gigante de La Palma (G. auaritae). Esta especie también se creía extinta hasta que en el verano de 2007 fueron tomadas unas fotografías del animal por Luis Enrique Mínguez, miembro del Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos (IREC). Las imágenes fueron tomadas durante un recorrido a pie por la zona nororiental de la isla. El lacértido, de gran tamaño, fue fotografiado en una pista a unos 45 metros sobre el nivel del mar. La comparación con referencias visuales del entorno permitió determinar que el lagarto medía unos 30 o 31 centímetros. Sin embargo, desde aquella fecha no se han vuelto a tener noticias de la especie, por lo que no se puede asegurar a ciencia cierta que hoy en día siga existiendo. 

Los lagartos endémicos de Canarias, que en tiempos pasados llegaron a ocupar toda la superficie de las islas, se encuentran hoy en día desplazados en general hacia los hábitats subóptimos, como son los bordes costeros de gran desarrollo vertical (acantilados, cornisas...), donde hay una disponibilidad de recursos limitada, ya que se trata de hábitats xéricos con escasez de agua y poca diversidad y abundancia de vegetación. 

La presencia del ser humano en las Canarias no sólo ha provocado el declive de las poblaciones de lagartos y su confinamiento en los peores hábitats, sino que también ha contribuido a la disminución progresiva de su tamaño debido a la captura selectiva de los ejemplares de mayores dimensiones a lo largo de los siglos. Los testimonios más antiguos que se conocen hablan de animales de un metro o incluso metro y medio de longitud, mientras que los lagartos de hoy en día raramente superan el medio metro.


Más información sobre los lagartos endémicos de Canarias:













domingo, 8 de mayo de 2022

El lobo rojo: un futuro incierto para uno de los cánidos más amenazados del mundo

 El lobo rojo es un cánido con aspecto de pequeño lobo que históricamente ocupó gran parte del territorio oriental de los Estados Unidos. Su posición taxonómica respecto a otros cánidos del continente ha sido siempre fuente de discusión. Ni siquiera las actuales y sofisticadas herramientas de análisis genómico han conseguido dar una respuesta definitiva y unánimemente apoyada por la comunidad científica.

Además del lobo rojo, pueden encontrarse a lo largo y ancho del territorio norteamericano algunos representantes más del género Canis:

  • Varias subespecies geográficas de lobo gris (Canis lupus) se distribuyen por distintas extensiones de México, Estados Unidos y Canadá. 
  • Las formas de pequeño tamaño del sur de las provincias canadienses de Ontario y Quebec, conocidos como lobos orientales o lobos algonquinos (por habitar principalmente el Parque Provincial Algonquín), son considerados por algunos autores una especie separada (C. lycaon), mientras otros los consideran una subespecie del lobo gris (C. lupus lycaon). El rango de distribución de estos lobos no se solapa con el rango histórico del lobo rojo, ocupando un área al noroeste de este último.
  • El coyote (C. latrans), el más pequeño de los cánidos con aspecto de lobo de Norteamérica, históricamente restringido a la mitad oeste del continente, pero que ha ido expandiendo su rango de distribución hacia el este a medida que menguaban las poblaciones de lobos.
  • Finalmente, debemos añadir las poblaciones de perros domésticos (C. familiaris o C. lupus familiaris), capaces de hibridar con los demás miembros del género.

Lobo rojo en una obra de John James Audubon (1851). Fuente.

Con todo lo expuesto hasta ahora, las distintas hipótesis acerca de la historia evolutiva de los cánidos norteamericanos similares a lobos pueden resumirse en tres modelos:

1) Modelo de las cuatro especies. Se apoya en la taxonomía basada en los caracteres morfológicos y la distribución histórica. Las especies que establece son el lobo gris, el lobo oriental, el lobo rojo y el coyote, con el lobo oriental y el lobo rojo evolucionando de un ancestro de aspecto similar al coyote.

2) Modelo de las tres especies. Según esta hipótesis, el lobo rojo debería agruparse junto al lobo oriental dentro del taxón C. lycaon pero como dos subespecies distintas. Los otros dos taxones específicos serían por un lado el coyote y por otro lado el lobo gris. Esta hipótesis estaría apoyada por hechos como que el lobo rojo y el oriental son similares en tamaño y están bien adaptados a las grandes áreas boscosas que siempre han existido en todo el este de Norteamérica. Sin embargo, no todos los análisis han encontrado una afinidad genética cercana entre el lobo rojo y el lobo oriental.

3) Modelo de las dos especies. Propone como especies al coyote y al lobo gris, reconociendo como subespecies de este último al lobo rojo y al lobo oriental. Sugiere que el lobo rojo y el lobo oriental se habrían originado por hibridación entre el lobo gris y el coyote cuando los lobos fueron extirpados de la mayor parte de su rango en el este del continente. Está apoyada por la falta de material genético distintivo en el lobo rojo o en el lobo oriental. Una variante propone que los bosques del este estaban poblados por una o más formas pequeñas de lobo gris que se especializaron en la caza de ciervos y que hibridaron con coyotes recientemente (en los últimos 400 años). Otra variante propone que los lobos rojos y/o los lobos orientales pueden haber surgido de una hibridación más antigua entre lobos grises y coyotes, pero no han divergido aún lo suficiente como para ser considerados especies separadas.

Mientras bases de datos taxonómicos como Catalogue of Life o Mammal Species of the World siguen considerando al lobo rojo una subespecie del lobo gris (C. lupus rufus), instituciones como la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) o la Sociedad Americana de Mastozoología, han apostado recientemente por  darle al animal la categoría de especie bajo la denominación C. rufus.

De izquierda a derecha: lobo gris, lobo oriental, lobo rojo y coyote (fuente).

La distribución histórica del lobo rojo coincide con la ecorregión norteamericana de los bosques templados del este del continente. Esta región ecológica se caracteriza por una cubierta vegetal relativamente densa y diversa, un elevado número de corrientes de agua y ríos y una alta abundancia de muchas especies, incluyendo aves, peces, reptiles y anfibios, destacando como un área relevante en la evolución de la fauna del continente. Los veranos son cálidos y húmedos, mientras que los inviernos muestran un gradiente de temperaturas latitudinal: temperaturas subtropicales en el sur que van transformándose en más frías cuanto más al norte.

Históricamente, la convivencia entre lobos y coyotes habría estado restringida a la mitad occidental del continente norteamericano, donde la competencia entre ambos ha sido siempre reducida debido a la abundancia de grandes herbívoros (alces, renos, bisontes...) que satisfacen las necesidades alimenticias de las poblaciones de lobo, mientras los coyotes depredan sobre ciervos y animales más pequeños, aprovechando incluso las sobras de las cacerías de los lobos. A medida que el este del continente se fue deforestando para el establecimiento de asentamientos humanos, los programas de control del lobo diezmaron sus poblaciones orientales, facilitando la expansión del coyote hacia el este. Hacia mitad del siglo XX, los coyotes ya se habían expandido por la mayor parte de Norteamérica, dando lugar a una creciente hibridación entre estos y los cada vez más escasos lobos rojos. No en vano, este cruce con los coyotes y con los perros domésticos se ha llegado a convertir en la mayor amenaza para la supervivencia en la naturaleza de nuestro protagonista. Si sumamos la persecución humana y la destrucción de su hábitat, el resultado es una especie que ha sido llevada hasta el borde mismo de la extinción. De las tres subespecies o variedades geográficas documentadas en su rango de distribución histórico, la de Florida (Canis rufus floridanus) se extinguió en 1930. La del golfo de México (C. r. rufus), que se extendía desde Texas hasta Luisiana, se extinguió en 1970. La última de las subespecies en desaparecer en estado salvaje fue C. r. gregoryi, que sobrevivió hasta 1980. Por suerte, algunos ejemplares de esta subespecie fueron conservados en cautividad, lo que dio lugar a un proyecto de reintroducción del animal en la naturaleza.

Sello postal con la imagen de un lobo rojo de Texas (fuente).

Desde que en 1973 las autoridades estadounidenses habían declarado al lobo rojo un animal en peligro, se multiplicaron los esfuerzos por localizar y capturar el mayor número posible de individuos. Catorce de los ejemplares capturados por los biólogos del Servicio de Pesca y Vida Salvaje de los Estados Unidos serían posteriormente los fundadores de un programa de cría en cautividad. En 1977 ya estaban naciendo las primeras camadas de lobos en cautiverio. Los biólogos fueron muy cuidadosos a la hora de conservar los instintos nativos de los pequeños lobos, evitando al máximo el contacto con ellos. En 1985, la población de lobos cautivos estaba formada por 65 individuos mantenidos en seis parques zoológicos y en 2017 ya eran 175 repartidos por 43 instalaciones tanto de Estados Unidos como de Canadá, población cautiva suficiente para salvaguardar la integridad genética de la especie y proveer individuos para la suelta en libertad.
En 1987 (siete años después de declararse extinto en estado salvaje) cuatro parejas de lobo rojo fueron reintroducidas en la naturaleza. El lugar elegido para ello fue un área en el noreste del estado de Carolina del Norte, una pequeña zona dentro del rango de distribución histórico de la especie. Cada uno de los lobos estaba equipado con un transmisor de radio para su seguimiento. Más lobos fueron reintroducidos en fechas posteriores, de tal manera que la primera reproducción en la naturaleza fue registrada en 1988. A pesar de que en 2005 la población salvaje de lobos rojos llegó a ser de aproximadamente 150 individuos, hacia 2012 el proyecto de reintroducción se vio envuelto en un conflicto con los terratenientes, lo que dio lugar a un aumento significativo de las matanzas ilegales de estos animales. A este declive han contribuido también otros factores como las enfermedades infecciosas y en mayor medida la hibridación con otros cánidos. Actualmente se estima que existen tan solo entre 10 y 30 individuos maduros en estado salvaje, por lo que la especie se encuentra en peligro crítico según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. Las autoridades han comenzado recientemente a evaluar nuevas áreas susceptibles de acoger planes de reintroducción en el sureste de los Estados Unidos.

Lobo rojo en un zoo de Tampa (Florida) (fuente).

El lobo rojo recibe su nombre de su característico pelaje de color rojizo, más intenso detrás de las orejas, en el cuello y extremidades, pero también exhibe tonalidades marrones y beige, con tonos negros y grises a lo largo de la espalda. Su tamaño es intermedio entre el lobo gris y el coyote, siendo la hembra ligeramente más pequeña. Mide unos 66 cm de altura en la cruz y unos 120 cm desde el hocico a la punta de la cola, con un peso que oscila aproximadamente entre 20 y 36 kilogramos.
Son animales sociales que viven en manadas formadas por una pareja de adultos con sus crías de diferentes años, normalmente de 5 a 8 individuos. Estas manadas son considerablemente más pequeñas que las de el lobo gris, en parte debido a que el lobo rojo no se alimenta de presas tan grandes como aquel. Sus presas más frecuentes suelen ser ciervos de cola blanca, mapaches, conejos, nutrias, roedores... 
El apareamiento ocurre entre enero y abril, produciéndose el nacimiento de los jóvenes lobos en primavera. El periodo de gestación dura 63 días y el número de camadas al año se sitúa entre una y tres.

Antes de la colonización europea de América, el lobo rojo era una figura importante en las creencias espirituales y ritos de los indios Cherokee, quienes tradicionalmente han evitado cazar a estos lobos, ya que tienen la creencia de que dicho acto provocaría la venganza de la manada.

El lobo rojo se encuentra catalogado dentro del "Endangered Species Act", listado de las especies en peligro elaborado por el Servicio de Pesca y Vida Salvaje de los Estados Unidos.


Más información sobre el lobo rojo:













martes, 7 de diciembre de 2021

El caballo de Przewalski: viaje de ida y vuelta a la extinción

A pesar de su capacidad para reproducirse entre sí dejando descendencia fértil, aún hoy en día se debate acerca de la relación filogenética entre el caballo de Przewalski (pronunciado shuvalski) y el caballo doméstico. No hay unanimidad al respecto entre los expertos, ya que por ejemplo los análisis genéticos arrojan diferente dotación cromosómica para ambos animales (66 cromosomas en Przewalski y 64 en el caballo doméstico). Este hecho supone que los caballos de Przewalski difieren más de los caballos domésticos que dos razas cualesquiera de estos últimos entre sí. Además, los análisis de ADN mitocondrial han demostrado que los caballos domésticos actuales no descienden del caballo de Przewalski. A todo esto habría que añadir importantes diferencias morfológicas entre ambos. Sin embargo, son muchas las similitudes serológicas y genéticas demostradas por los análisis a nivel molecular. La mayoría de variantes proteicas sanguíneas coinciden en ambos (existiendo en los animales salvajes muy pocos alelos específicos) y la región del ADN de más rápida evolución en los mamíferos (la región de control del ADN mitocondrial) no muestra diferencias significativas entre ambos tipos de caballo. Basándose en el alto grado de parecido genético, la tendencia actual mayoritaria del mundo científico es a considerar ambos animales pertenecientes a la especie Equus ferus, diferenciándose en ella las subespecies E. f. przewalski y E. f. caballus (esta última englobaría a todos los caballos domesticados actuales). La divergencia evolutiva entre ambas poblaciones de caballos se sitúa en un rango temporal de entre 150.000 y 250.000 años atrás. 

Caballo de Przewalski (fuente).

El caballo de Przewalski es considerado el único caballo verdaderamente salvaje existente en nuestros días. Los caballos cimarrones de Norteamérica y otros lugares del mundo no son verdaderos animales salvajes, ya que descienden de poblaciones de caballos previamente domesticados. 

Conocido con el nombre de takh en idioma mongol, las primeras pruebas de la existencia del animal están constituidas por grabados rupestres en cuevas de Italia, Francia y el norte de España con una antigüedad de entre 9.000 y 20.000 años. Las primeras evidencias escritas datan del año 900, cuando fue mencionado en los escritos de un monje tibetano llamado Bodowa. Más adelante, el guerrero y conquistador Gengis Kan haría referencia al avistamiento del caballo durante sus conquistas. En el siglo XV el escritor alemán Johann Schiltberger mencionaría al takh en sus escritos y en 1630 un ejemplar del animal fue supuestamente presentado ante el emperador de Manchuria.

Sin embargo, quien pasaría a la historia como el descubridor oficial del animal sería Nikolai Przewalski, naturalista y explorador ruso que sirvió como oficial en el ejército de su país. En 1878, al regreso de una expedición en Asia central recibió un cráneo del caballo de manos de un dignatario a modo de obsequio. Dicho cráneo sería llevado a examinar a la Academia Rusa de las Ciencias (San Petersburgo), donde el zoólogo Ivan Polyakov determinaría que se trataba de una especie de caballo salvaje hasta aquel momento desconocida para la ciencia, bautizándola como Equus Przewalski en 1881.

En las dos décadas siguientes a su descubrimiento, las expediciones para dar caza al animal se sucedieron. Quienes lo intentaban, aseguraban que estos caballos no eran fáciles de capturar. Se referían a ellos como animales muy tímidos, con un buen sentido del olfato y siempre atentos a posibles amenazas. En la mayoría de los intentos, los cazadores sólo eran capaces de apresar potros y para hacerlo frecuentemente debían matar a los sementales. Este hecho comenzó a poner en peligro las poblaciones salvajes del takh, que junto con las poblaciones de caballos cautivos en parques zoológicos, comenzaron a declinar drásticamente después de la segunda guerra mundial. En las décadas de 1940 y 1950 sólo era posible ver pequeños grupos del animal en libertad en determinadas áreas de Mongolia. Además de la caza, una serie de inviernos anormalmente fríos y un pastoreo excesivo también contribuyeron a diezmar las poblaciones. En cuanto a los ejemplares en cautividad, su número cayó hasta sólo 12 individuos reproductores en la década de 1950. En 1959 el zoológico de Praga pondría en marcha un registro genealógico que junto al trabajo desarrollado por diversos grupos conservacionistas, daría como resultado un considerable incremento del número de ejemplares reproductores cautivos, el cual llegaría a superar ampliamente el centenar en 1965. No pasaría lo mismo con las poblaciones en libertad. El último avistamiento confirmado en estado salvaje de un ejemplar (se trataba de un macho adulto) fue realizado por el zoólogo mongol N. Dovchin en 1969. Las subsiguientes expediciones anuales llevadas a cabo por científicos de Mongolia, Unión Soviética o China no fueron capaces de encontrar ninguna evidencia que probase la supervivencia de grupo alguno de estos caballos. Las últimas poblaciones nativas salvajes habían desaparecido.

Sello postal con la imagen del caballo de Przewalski (fuente).

A partir de este momento, comenzaron a desarrollarse programas para la cría en cautividad de los animales, de tal manera que en 1990 había casi un millar de caballos criados por instituciones de 33 países diferentes repartidos por cuatro continentes, número suficiente para intentar reintroducir el takh en libertad. De todos ellos, tan sólo 12 serían utilizados para formar el núcleo reproductor del que descienden todos los caballos actuales en estado salvaje. Además, cuatro animales domésticos formaban parte de dicho núcleo, a pesar de lo cual, ha sido demostrado que las poblaciones actuales de takh salvajes son genéticamente muy similares a los individuos "originales" anteriores al último avistamiento de 1969.
Pese a que en tiempos prehistóricos llegó a habitar Europa occidental, durante el siglo XVIII el rango de distribución del caballo de Przewalski abarcaba las estepas rusas extendiéndose hacia Kazajistán, el noroeste de China y Mongolia. Fue este último país (donde había sido realizado el último avistamiento) el pionero en realizar la suelta de ejemplares criados en cautiverio.

Quizás la década de los 90 fue el momento propicio para la reintroducción del takh en estado salvaje gracias a los cambios políticos sufridos por Mongolia en esos años, dejando atrás un régimen socialista bajo cuyo mandato probablemente no hubiera sido posible tal proyecto. En la actualidad pueden contarse unos 400 caballos salvajes en el país centroasiático, sumando a los ejemplares reintroducidos  sus descendientes. 
Entre 1992 y 2004, noventa caballos nacidos en cautividad fueron puestos en libertad en el Área de Protección del Gran Gobi, al suroeste del país. Otro núcleo de protección lo constituye el Parque Nacional Hustai, situado no muy lejos al oeste de la capital del estado (Ulaanbaatar). En él fueron reintroducidos 84 takh entre 1992 y 2004. Un último lugar de reintroducción iniciado en 2004 lo constituye el área protegida de Khomiin Tal, dentro del Parque Nacional Har Us Nuur
Asimismo, China también está llevando a cabo un programa de reintroducción en libertad en dos zonas del noroeste del país: la Reserva Natural de Kalamaili (Xinjiang) y la Reserva Natural Nacional de Dunhuang Xihu (Gansu). 

Gracias a las mencionadas acciones conservacionistas las poblaciones de estos caballos están incrementando sus efectivos. Sin embargo, la subespecie aún se encuentra en peligro de extinción según la clasificación de la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza).

Áreas de reintroducción del takh (fuente).

En el pasado el caballo de Przewalski habitó estepas y semi desiertos. Debido a que la mayor parte de estas áreas han sido convertidas a la agricultura, degradadas u ocupadas por ganado doméstico, el animal se ha visto relegado a zonas con disponibilidad limitada de agua. Han sido vistos pasando el día en el desierto, viajando después de la puesta de sol a zonas donde pastar y beber y retornando por la mañana al desierto. Viven en manadas formadas por varias hembras adultas lideradas por un macho. En algunos casos se pueden ver machos jóvenes o individuos débiles solitarios que han sido expulsados del grupo por el macho dominante. 
Además de las ya citadas, otras amenazas para las poblaciones de estos caballos pueden ser la hibridación con caballos domésticos (que causaría transmisión de enfermedades infecciosas y parasitarias) y las actividades extractivas en su área de distribución, como determinadas explotaciones mineras ilegales detectadas recientemente.

No corrió la misma suerte que el caballo de Przewalski su pariente el tarpán o caballo salvaje euroasiático. Se trata de una tercera subespecie de caballos (Equus ferus ferus) que desapareció por completo en las últimas décadas del siglo XIX. Los expertos lo sitúan como el antepasado de los caballos domésticos actuales. Un estudio del año 2009 utilizando ADN recuperado de restos paleontológicos sugirió que el tarpán compartía especie con el caballo de Przewalski y por tanto también con el caballo doméstico. Posteriormente, estudios del ADN mitocondrial mostrarían que el tarpán divergió evolutivamente del caballo de Przewalski hace unos 160.000 años.

 No hay consenso acerca de la fecha exacta de su extinción, pero se cree que el último ejemplar en estado salvaje desapareció en la segunda mitad de la década de 1870, mientras el último animal domesticado lo habría hecho en la década de 1880. 

Esta es la única foto que se conoce de un supuesto tarpán vivo. Fue tomada en el zoo de Moscú en 1884 y podría tratarse de un animal cruzado con caballos domésticos. (fuente).

Al igual que su pariente el caballo de Przewalski, el tarpán mostraba rasgos primitivos. Existieron dos variedades del animal: la variedad de las estepas y la variedad de los bosques. 

El primer tipo habitó las estepas del este de Europa y oeste de Asia así como algunos bosques abiertos. Fue la variedad que sobrevivió más tiempo, desapareciendo definitivamente a finales del siglo XIX. Poseía una altura en la cruz de aproximadamente 130 centímetros. Su pelaje era gris en varias tonalidades, con algunos ejemplares de color más amarillento. Una línea negra recorría su lomo y sus extremidades solían ser oscuras. Su crin era erizada y sus orejas alargadas. Aguantaba bien las bajas temperaturas y poseía gran fuerza y resistencia física.

El segundo tipo habitó los bosques de Europa central (principalmente Polonia y Alemania). Se extinguió mucho primero, los últimos individuos fueron entregados a ganaderos locales antes de 1820, mezclándose con la raza konik de caballo doméstico, originaria de Polonia y también de pequeña alzada. 

Por último señalar que a partir de 1930 se inició un intento por recuperar los rasgos del tarpán a partir de la cría selectiva cruzando determinadas razas domésticas, dando lugar a animales con apariencia primitiva y resultando en la creación de nuevas razas como el caballo de Heck


Más información sobre el caballo de Przewalski:

















miércoles, 8 de septiembre de 2021

La extinción de los lobos japoneses

 Hasta su extinción a principios del siglo XX, podían encontrarse en Japón dos subespecies endémicas de lobo de aspecto bastante diferente entre sí: el lobo de Honshu o lobo japonés (Canis lupus hodophilax) y el lobo de Ezo o lobo de Hokkaido (Canis lupus hattai). Mientras el lobo de Honshu habitaba la isla homónima además de las islas de Shikoku y Kyushu, el lobo de Ezo podía encontrarse en la isla de Hokkaido (la más al norte del archipiélago japonés) y en la vecina isla de Sajalin (administrativamente dependiente de Rusia). 

 El lobo de Honshu o lobo japonés (shamanu), poseía un denso pelaje grisáceo, liso y corto. Una de las características que más llama la atención es su pequeño tamaño en comparación con el del lobo de Hokkaido y otras subespecies de lobo asiáticas y americanas. Alcanzaba a lo sumo 112 cm de longitud desde la punta del hocico al extremo de la cola. Sus patas eran tan cortas que le daban un aspecto muy característico y hacían que no superase los 58 cm de altura en la cruz. A pesar de su clasificación en 1839 como una subespecie de lobo gris por el prestigioso naturalista Coenraad Temminck, algunos zoólogos de la época pusieron en cuestión su estatus como verdadero lobo, creyendo más bien que se trataba de una especie de "perro de las montañas". Otros, como el zoólogo japonés Imaizumi Yoshinori opinaban que se trataba realmente de un lobo, pero no una subespecie de lobo gris, sino una especie distinta. La mayoría de especialistas a día de hoy consideran al lobo de Honshu una subespecie en miniatura del lobo gris (se le ha llegado a bautizar incluso como lobo enano japonés).

Distribución y comparación en tamaño entre las dos subespecies de lobo japonesas (fuente).

Las fuentes oficiales señalan que la subespecie de Honshu se extinguió durante 1905 y atribuyen su desaparición a los efectos devastadores de diversas epidemias sobre los animales, como por ejemplo la rabia. El último ejemplar del que se tiene constancia fue abatido en la península de Kii, en la zona centro-sur de la isla de Honshu y su cadáver fue vendido por los cazadores locales al zoólogo de la Universidad de Stanford Malcolm Anderson, que formaba parte de una expedición financiada por el Duque de Bedford para recolectar pequeños mamíferos. La piel de dicho ejemplar fue enviada al Museo de Historia Natural de Londres, donde aún permanece.

Tradicionalmente, los lobos eran vistos con buenos ojos por los habitantes de las montañas de Japón. Una de las principales razones era la percepción que se tenía del lobo como protector de los cultivos, ya que ayudaba a mantener alejados a animales que se alimentaban de los mismos, causando una gran devastación y malestar entre los granjeros. Las tierras altas de la península de Kii eran uno de los lugares del archipiélago japonés más afectado por las incursiones en las granjas de jabalíes, ciervos, liebres...El lobo actuaba como regulador de las poblaciones de estos herbívoros, manteniendo así una especie de relación simbiótica con los aldeanos de las montañas. Sin embargo, esa relación positiva entre humanos y lobos en las islas empezó a cambiar a partir del siglo XVII como consecuencia de varios factores. En primer lugar, el desarrollo urbano que tuvo lugar desde finales del siglo XVI con la construcción de castillos, templos, mansiones, puentes, carreteras...etc. Supuso un rápido crecimiento de las poblaciones humanas en el entorno y consumió enormes cantidades de madera, convirtiendo los bosques en tierras de labranza. Esto hizo disminuir las poblaciones de las habituales presas de los lobos, obligando a estos últimos a depredar sobre el ganado doméstico. Otro factor determinante para el cambio en las relaciones fue la entrada del virus de la rabia en Japón a finales del siglo XVII. Los primeros casos de lobos con rabia reportados oficialmente en el país datan de 1732 en las islas de Kyushu y Shikoku, para ir extendiéndose posteriormente hacia el este. Esta epidemia, además de diezmar las poblaciones del animal, contribuyó a un cambio de percepción, ya que empezaron a darse ataques de lobos rabiosos a humanos. A pesar de que la "versión oficial" señala como culpable de la desaparición del lobo japonés a diversas epidemias, la realidad es que el cambio en las relaciones y en la percepción que los humanos tenían del animal fue el detonante del declive de estos cánidos en el archipiélago, dando paso a una caza indiscriminada que tuvo un gran peso en su extinción.

Ejemplar de lobo de Honshu montado para exposición (fuente).

El profundo estrecho de Tsugaru que separa Honshu y Hokkaido constituye una gran barrera zoogeográfica entre ambas islas. Como resultado, la fauna de Honshu tiene similaridades con la del sureste asiático, mientras que la fauna de Hokkaido es más parecida a la del noreste del continente. Como consecuencia de esta barrera, no hay evidencias de una superposición entre los hábitats del lobo de Honshu y el lobo de Hokkaido, que se piensa habrían colonizado Japón procedentes de la península de Corea y de Siberia respectivamente. 

La posición filogenética exacta de ambas subespecies no se conoce en detalle y se requieren nuevos estudios al respecto. Las diferencias en morfología derivadas de comparaciones osteológicas entre ambas, además de con las subespecies vivientes de lobo gris, son importantes. A parte de esto, los análisis de ADN mitocondrial muestran que los dos lobos japoneses pertenecen a distinto haplogrupo, es decir, están próximos genéticamente a distintos grupos de lobos. Mientras la subespecie de Honshu está emparentada con el lobo itálico (Canis lupus italicus) y otros grupos repartidos por Eurasia, la subespecie de Hokkaido se muestra más próxima al clado de los lobos norteamericanos. Dichos análisis sugieren que el primero en llegar al archipiélago japonés fue el lobo de Honshu, con el lobo de Hokkaido llegando más recientemente desde el norte. Además, se han demostrado ciertas similitudes genéticas del lobo de Honshu con razas caninas actuales como el kishu-inu japonés o el husky siberiano

En la actualidad se conservan ocho pieles y cinco especímenes montados para exposición, uno en los Países Bajos, otro en el Museo Británico de Londres y los tres restantes en Japón.

Bosquejo del lobo de Honshu realizado por Carl Hubert de Villeneuve (fuente).

Por su parte, el lobo de Hokkaido o lobo de Ezo era de un tamaño sustancialmente mayor al de su congénere del sur de Japón, comparable al de muchas otras subespecies de lobo gris, alcanzando hasta 80 cm de altura en la cruz. Además de Hokkaido y Sajalin también habitó Iturup y Kunashir en las islas Kuriles y la península de Kamchatka. Su pelaje era de color gris en verano y se volvía más blanquecino, grueso y largo en invierno. La cabeza del animal era grande y robusta, con caninos largos y curvos como adaptación para agarrar mejor a sus presas. Sus pies eran inusualmente grandes en relación al tamaño de su cuerpo, lo cual les facilitaba recorrer grandes distancias sobre la nieve. Su constitución era musculosa. Se trataba de animales nocturnos que cazaban en grupos entre el crepúsculo y la salida del sol.

Los análisis de ADN mitocondrial mostraron una coincidencia casi exacta con lobos grises de Canadá y Alaska, lo cual indica que los ancestros del lobo de Ezo llegaron a Hokkaido y Sajalin desde Norteamérica. Aunque inicialmente se pensó que constituía una especie separada, fue clasificado como subespecie del lobo gris en 1931 por el zoólogo Kyukichi Kishida.

El lobo de Ezo se extinguió en la isla de Hokkaido en mitad del periodo de la "restauración Meiji" (1868-1912). Uno de los principales objetivos de dicho periodo era modernizar la agricultura del país, pasando de depender ampliamente del cultivo de arroz a un modelo basado en los ranchos americanos. El ranchero americano Edwin Dun fue contratado por la Agencia de Desarrollo de Hokkaido para hacer funciones de asesor en dicho proceso de cambio. Dun implantó granjas experimentales para llevar a cabo su trabajo e importó gran cantidad de ganado de los Estados Unidos. La predación por parte de los lobos sobre los caballos de las granjas en la isla provocó que el gobierno Meiji declarase a los primeros animales a exterminar, encargando a Dun la tarea. El americano comenzó una campaña de envenenamiento masivo usando cebos con estricnina. El uso de estos cebos se generalizó entre los granjeros con el beneplácito del gobierno, lo que habría provocado el declive del lobo.

Otra teoría sugiere que en 1878 una gran población de ciervos salvajes y otros herbívoros murieron de inanición debido a la falta de disponibilidad de vegetación natural. Este hecho provocaría a la postre la extinción de la población de lobos de la isla al no encontrar suficientes presas. Se ha establecido 1889 como la fecha oficial de la desaparición del último lobo en la isla de Hokkaido.

Dos lobos de Hokkaido expuestos en un museo (fuente).

Como sucede en bastantes ocasiones, han sido numerosos los testimonios de avistamientos de lobos en Japón después de la fecha oficial de su extinción. 
En el caso del lobo de Honshu los testimonios son más numerosos, llegando a dedicarse libros enteros acerca del tema. Los testimonios recogen todo tipo de avistamientos: aullidos en la noche, huellas, excrementos, encuentros directos con el animal...En 1994 tuvo lugar el primer simposio sobre el lobo japonés, en el cual participaron alrededor de 80 investigadores y aficionados de todo Japón. Se dieron a conocer los testimonios de numerosos testigos que afirmaron haber tenido algún tipo de contacto con el animal después de su supuesta extinción.
A pesar de todo, no ha sido aportada hasta la fecha ninguna prueba definitiva de que el lobo de Honshu o el lobo de Hokkaido siguen existiendo en sus respectivas islas. Algunos investigadores han sugerido que muchos de los avistamientos reportados pueden tratarse de confusiones con perros salvajes.


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