A pesar de su capacidad para reproducirse entre sí dejando descendencia fértil, aún hoy en día se debate acerca de la relación filogenética entre el caballo de Przewalski (pronunciado shuvalski) y el caballo doméstico. No hay unanimidad al respecto entre los expertos, ya que por ejemplo los análisis genéticos arrojan diferente dotación cromosómica para ambos animales (66 cromosomas en Przewalski y 64 en el caballo doméstico). Este hecho supone que los caballos de Przewalski difieren más de los caballos domésticos que dos razas cualesquiera de estos últimos entre sí. Además, los análisis de ADN mitocondrial han demostrado que los caballos domésticos actuales no descienden del caballo de Przewalski. A todo esto habría que añadir importantes diferencias morfológicas entre ambos. Sin embargo, son muchas las similitudes serológicas y genéticas demostradas por los análisis a nivel molecular. La mayoría de variantes proteicas sanguíneas coinciden en ambos (existiendo en los animales salvajes muy pocos alelos específicos) y la región del ADN de más rápida evolución en los mamíferos (la región de control del ADN mitocondrial) no muestra diferencias significativas entre ambos tipos de caballo. Basándose en el alto grado de parecido genético, la tendencia actual mayoritaria del mundo científico es a considerar ambos animales pertenecientes a la especie Equus ferus, diferenciándose en ella las subespecies E. f. przewalski y E. f. caballus (esta última englobaría a todos los caballos domesticados actuales). La divergencia evolutiva entre ambas poblaciones de caballos se sitúa en un rango temporal de entre 150.000 y 250.000 años atrás.
Caballo de Przewalski (fuente). |
El caballo de Przewalski es considerado el único caballo verdaderamente salvaje existente en nuestros días. Los caballos cimarrones de Norteamérica y otros lugares del mundo no son verdaderos animales salvajes, ya que descienden de poblaciones de caballos previamente domesticados.
Conocido con el nombre de takh en idioma mongol, las primeras pruebas de la existencia del animal están constituidas por grabados rupestres en cuevas de Italia, Francia y el norte de España con una antigüedad de entre 9.000 y 20.000 años. Las primeras evidencias escritas datan del año 900, cuando fue mencionado en los escritos de un monje tibetano llamado Bodowa. Más adelante, el guerrero y conquistador Gengis Kan haría referencia al avistamiento del caballo durante sus conquistas. En el siglo XV el escritor alemán Johann Schiltberger mencionaría al takh en sus escritos y en 1630 un ejemplar del animal fue supuestamente presentado ante el emperador de Manchuria.
Sin embargo, quien pasaría a la historia como el descubridor oficial del animal sería Nikolai Przewalski, naturalista y explorador ruso que sirvió como oficial en el ejército de su país. En 1878, al regreso de una expedición en Asia central recibió un cráneo del caballo de manos de un dignatario a modo de obsequio. Dicho cráneo sería llevado a examinar a la Academia Rusa de las Ciencias (San Petersburgo), donde el zoólogo Ivan Polyakov determinaría que se trataba de una especie de caballo salvaje hasta aquel momento desconocida para la ciencia, bautizándola como Equus Przewalski en 1881.
En las dos décadas siguientes a su descubrimiento, las expediciones para dar caza al animal se sucedieron. Quienes lo intentaban, aseguraban que estos caballos no eran fáciles de capturar. Se referían a ellos como animales muy tímidos, con un buen sentido del olfato y siempre atentos a posibles amenazas. En la mayoría de los intentos, los cazadores sólo eran capaces de apresar potros y para hacerlo frecuentemente debían matar a los sementales. Este hecho comenzó a poner en peligro las poblaciones salvajes del takh, que junto con las poblaciones de caballos cautivos en parques zoológicos, comenzaron a declinar drásticamente después de la segunda guerra mundial. En las décadas de 1940 y 1950 sólo era posible ver pequeños grupos del animal en libertad en determinadas áreas de Mongolia. Además de la caza, una serie de inviernos anormalmente fríos y un pastoreo excesivo también contribuyeron a diezmar las poblaciones. En cuanto a los ejemplares en cautividad, su número cayó hasta sólo 12 individuos reproductores en la década de 1950. En 1959 el zoológico de Praga pondría en marcha un registro genealógico que junto al trabajo desarrollado por diversos grupos conservacionistas, daría como resultado un considerable incremento del número de ejemplares reproductores cautivos, el cual llegaría a superar ampliamente el centenar en 1965. No pasaría lo mismo con las poblaciones en libertad. El último avistamiento confirmado en estado salvaje de un ejemplar (se trataba de un macho adulto) fue realizado por el zoólogo mongol N. Dovchin en 1969. Las subsiguientes expediciones anuales llevadas a cabo por científicos de Mongolia, Unión Soviética o China no fueron capaces de encontrar ninguna evidencia que probase la supervivencia de grupo alguno de estos caballos. Las últimas poblaciones nativas salvajes habían desaparecido.
Sello postal con la imagen del caballo de Przewalski (fuente). |
Áreas de reintroducción del takh (fuente). |
Esta es la única foto que se conoce de un supuesto tarpán vivo. Fue tomada en el zoo de Moscú en 1884 y podría tratarse de un animal cruzado con caballos domésticos. (fuente). |