martes, 7 de diciembre de 2021

El caballo de Przewalski: viaje de ida y vuelta a la extinción

A pesar de su capacidad para reproducirse entre sí dejando descendencia fértil, aún hoy en día se debate acerca de la relación filogenética entre el caballo de Przewalski (pronunciado shuvalski) y el caballo doméstico. No hay unanimidad al respecto entre los expertos, ya que por ejemplo los análisis genéticos arrojan diferente dotación cromosómica para ambos animales (66 cromosomas en Przewalski y 64 en el caballo doméstico). Este hecho supone que los caballos de Przewalski difieren más de los caballos domésticos que dos razas cualesquiera de estos últimos entre sí. Además, los análisis de ADN mitocondrial han demostrado que los caballos domésticos actuales no descienden del caballo de Przewalski. A todo esto habría que añadir importantes diferencias morfológicas entre ambos. Sin embargo, son muchas las similitudes serológicas y genéticas demostradas por los análisis a nivel molecular. La mayoría de variantes proteicas sanguíneas coinciden en ambos (existiendo en los animales salvajes muy pocos alelos específicos) y la región del ADN de más rápida evolución en los mamíferos (la región de control del ADN mitocondrial) no muestra diferencias significativas entre ambos tipos de caballo. Basándose en el alto grado de parecido genético, la tendencia actual mayoritaria del mundo científico es a considerar ambos animales pertenecientes a la especie Equus ferus, diferenciándose en ella las subespecies E. f. przewalski y E. f. caballus (esta última englobaría a todos los caballos domesticados actuales). La divergencia evolutiva entre ambas poblaciones de caballos se sitúa en un rango temporal de entre 150.000 y 250.000 años atrás. 

Caballo de Przewalski (fuente).

El caballo de Przewalski es considerado el único caballo verdaderamente salvaje existente en nuestros días. Los caballos cimarrones de Norteamérica y otros lugares del mundo no son verdaderos animales salvajes, ya que descienden de poblaciones de caballos previamente domesticados. 

Conocido con el nombre de takh en idioma mongol, las primeras pruebas de la existencia del animal están constituidas por grabados rupestres en cuevas de Italia, Francia y el norte de España con una antigüedad de entre 9.000 y 20.000 años. Las primeras evidencias escritas datan del año 900, cuando fue mencionado en los escritos de un monje tibetano llamado Bodowa. Más adelante, el guerrero y conquistador Gengis Kan haría referencia al avistamiento del caballo durante sus conquistas. En el siglo XV el escritor alemán Johann Schiltberger mencionaría al takh en sus escritos y en 1630 un ejemplar del animal fue supuestamente presentado ante el emperador de Manchuria.

Sin embargo, quien pasaría a la historia como el descubridor oficial del animal sería Nikolai Przewalski, naturalista y explorador ruso que sirvió como oficial en el ejército de su país. En 1878, al regreso de una expedición en Asia central recibió un cráneo del caballo de manos de un dignatario a modo de obsequio. Dicho cráneo sería llevado a examinar a la Academia Rusa de las Ciencias (San Petersburgo), donde el zoólogo Ivan Polyakov determinaría que se trataba de una especie de caballo salvaje hasta aquel momento desconocida para la ciencia, bautizándola como Equus Przewalski en 1881.

En las dos décadas siguientes a su descubrimiento, las expediciones para dar caza al animal se sucedieron. Quienes lo intentaban, aseguraban que estos caballos no eran fáciles de capturar. Se referían a ellos como animales muy tímidos, con un buen sentido del olfato y siempre atentos a posibles amenazas. En la mayoría de los intentos, los cazadores sólo eran capaces de apresar potros y para hacerlo frecuentemente debían matar a los sementales. Este hecho comenzó a poner en peligro las poblaciones salvajes del takh, que junto con las poblaciones de caballos cautivos en parques zoológicos, comenzaron a declinar drásticamente después de la segunda guerra mundial. En las décadas de 1940 y 1950 sólo era posible ver pequeños grupos del animal en libertad en determinadas áreas de Mongolia. Además de la caza, una serie de inviernos anormalmente fríos y un pastoreo excesivo también contribuyeron a diezmar las poblaciones. En cuanto a los ejemplares en cautividad, su número cayó hasta sólo 12 individuos reproductores en la década de 1950. En 1959 el zoológico de Praga pondría en marcha un registro genealógico que junto al trabajo desarrollado por diversos grupos conservacionistas, daría como resultado un considerable incremento del número de ejemplares reproductores cautivos, el cual llegaría a superar ampliamente el centenar en 1965. No pasaría lo mismo con las poblaciones en libertad. El último avistamiento confirmado en estado salvaje de un ejemplar (se trataba de un macho adulto) fue realizado por el zoólogo mongol N. Dovchin en 1969. Las subsiguientes expediciones anuales llevadas a cabo por científicos de Mongolia, Unión Soviética o China no fueron capaces de encontrar ninguna evidencia que probase la supervivencia de grupo alguno de estos caballos. Las últimas poblaciones nativas salvajes habían desaparecido.

Sello postal con la imagen del caballo de Przewalski (fuente).

A partir de este momento, comenzaron a desarrollarse programas para la cría en cautividad de los animales, de tal manera que en 1990 había casi un millar de caballos criados por instituciones de 33 países diferentes repartidos por cuatro continentes, número suficiente para intentar reintroducir el takh en libertad. De todos ellos, tan sólo 12 serían utilizados para formar el núcleo reproductor del que descienden todos los caballos actuales en estado salvaje. Además, cuatro animales domésticos formaban parte de dicho núcleo, a pesar de lo cual, ha sido demostrado que las poblaciones actuales de takh salvajes son genéticamente muy similares a los individuos "originales" anteriores al último avistamiento de 1969.
Pese a que en tiempos prehistóricos llegó a habitar Europa occidental, durante el siglo XVIII el rango de distribución del caballo de Przewalski abarcaba las estepas rusas extendiéndose hacia Kazajistán, el noroeste de China y Mongolia. Fue este último país (donde había sido realizado el último avistamiento) el pionero en realizar la suelta de ejemplares criados en cautiverio.

Quizás la década de los 90 fue el momento propicio para la reintroducción del takh en estado salvaje gracias a los cambios políticos sufridos por Mongolia en esos años, dejando atrás un régimen socialista bajo cuyo mandato probablemente no hubiera sido posible tal proyecto. En la actualidad pueden contarse unos 400 caballos salvajes en el país centroasiático, sumando a los ejemplares reintroducidos  sus descendientes. 
Entre 1992 y 2004, noventa caballos nacidos en cautividad fueron puestos en libertad en el Área de Protección del Gran Gobi, al suroeste del país. Otro núcleo de protección lo constituye el Parque Nacional Hustai, situado no muy lejos al oeste de la capital del estado (Ulaanbaatar). En él fueron reintroducidos 84 takh entre 1992 y 2004. Un último lugar de reintroducción iniciado en 2004 lo constituye el área protegida de Khomiin Tal, dentro del Parque Nacional Har Us Nuur
Asimismo, China también está llevando a cabo un programa de reintroducción en libertad en dos zonas del noroeste del país: la Reserva Natural de Kalamaili (Xinjiang) y la Reserva Natural Nacional de Dunhuang Xihu (Gansu). 

Gracias a las mencionadas acciones conservacionistas las poblaciones de estos caballos están incrementando sus efectivos. Sin embargo, la subespecie aún se encuentra en peligro de extinción según la clasificación de la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza).

Áreas de reintroducción del takh (fuente).

En el pasado el caballo de Przewalski habitó estepas y semi desiertos. Debido a que la mayor parte de estas áreas han sido convertidas a la agricultura, degradadas u ocupadas por ganado doméstico, el animal se ha visto relegado a zonas con disponibilidad limitada de agua. Han sido vistos pasando el día en el desierto, viajando después de la puesta de sol a zonas donde pastar y beber y retornando por la mañana al desierto. Viven en manadas formadas por varias hembras adultas lideradas por un macho. En algunos casos se pueden ver machos jóvenes o individuos débiles solitarios que han sido expulsados del grupo por el macho dominante. 
Además de las ya citadas, otras amenazas para las poblaciones de estos caballos pueden ser la hibridación con caballos domésticos (que causaría transmisión de enfermedades infecciosas y parasitarias) y las actividades extractivas en su área de distribución, como determinadas explotaciones mineras ilegales detectadas recientemente.

No corrió la misma suerte que el caballo de Przewalski su pariente el tarpán o caballo salvaje euroasiático. Se trata de una tercera subespecie de caballos (Equus ferus ferus) que desapareció por completo en las últimas décadas del siglo XIX. Los expertos lo sitúan como el antepasado de los caballos domésticos actuales. Un estudio del año 2009 utilizando ADN recuperado de restos paleontológicos sugirió que el tarpán compartía especie con el caballo de Przewalski y por tanto también con el caballo doméstico. Posteriormente, estudios del ADN mitocondrial mostrarían que el tarpán divergió evolutivamente del caballo de Przewalski hace unos 160.000 años.

 No hay consenso acerca de la fecha exacta de su extinción, pero se cree que el último ejemplar en estado salvaje desapareció en la segunda mitad de la década de 1870, mientras el último animal domesticado lo habría hecho en la década de 1880. 

Esta es la única foto que se conoce de un supuesto tarpán vivo. Fue tomada en el zoo de Moscú en 1884 y podría tratarse de un animal cruzado con caballos domésticos. (fuente).

Al igual que su pariente el caballo de Przewalski, el tarpán mostraba rasgos primitivos. Existieron dos variedades del animal: la variedad de las estepas y la variedad de los bosques. 

El primer tipo habitó las estepas del este de Europa y oeste de Asia así como algunos bosques abiertos. Fue la variedad que sobrevivió más tiempo, desapareciendo definitivamente a finales del siglo XIX. Poseía una altura en la cruz de aproximadamente 130 centímetros. Su pelaje era gris en varias tonalidades, con algunos ejemplares de color más amarillento. Una línea negra recorría su lomo y sus extremidades solían ser oscuras. Su crin era erizada y sus orejas alargadas. Aguantaba bien las bajas temperaturas y poseía gran fuerza y resistencia física.

El segundo tipo habitó los bosques de Europa central (principalmente Polonia y Alemania). Se extinguió mucho primero, los últimos individuos fueron entregados a ganaderos locales antes de 1820, mezclándose con la raza konik de caballo doméstico, originaria de Polonia y también de pequeña alzada. 

Por último señalar que a partir de 1930 se inició un intento por recuperar los rasgos del tarpán a partir de la cría selectiva cruzando determinadas razas domésticas, dando lugar a animales con apariencia primitiva y resultando en la creación de nuevas razas como el caballo de Heck


Más información sobre el caballo de Przewalski:

















miércoles, 8 de septiembre de 2021

La extinción de los lobos japoneses

 Hasta su extinción a principios del siglo XX, podían encontrarse en Japón dos subespecies endémicas de lobo de aspecto bastante diferente entre sí: el lobo de Honshu o lobo japonés (Canis lupus hodophilax) y el lobo de Ezo o lobo de Hokkaido (Canis lupus hattai). Mientras el lobo de Honshu habitaba la isla homónima además de las islas de Shikoku y Kyushu, el lobo de Ezo podía encontrarse en la isla de Hokkaido (la más al norte del archipiélago japonés) y en la vecina isla de Sajalin (administrativamente dependiente de Rusia). 

 El lobo de Honshu o lobo japonés (shamanu), poseía un denso pelaje grisáceo, liso y corto. Una de las características que más llama la atención es su pequeño tamaño en comparación con el del lobo de Hokkaido y otras subespecies de lobo asiáticas y americanas. Alcanzaba a lo sumo 112 cm de longitud desde la punta del hocico al extremo de la cola. Sus patas eran tan cortas que le daban un aspecto muy característico y hacían que no superase los 58 cm de altura en la cruz. A pesar de su clasificación en 1839 como una subespecie de lobo gris por el prestigioso naturalista Coenraad Temminck, algunos zoólogos de la época pusieron en cuestión su estatus como verdadero lobo, creyendo más bien que se trataba de una especie de "perro de las montañas". Otros, como el zoólogo japonés Imaizumi Yoshinori opinaban que se trataba realmente de un lobo, pero no una subespecie de lobo gris, sino una especie distinta. La mayoría de especialistas a día de hoy consideran al lobo de Honshu una subespecie en miniatura del lobo gris (se le ha llegado a bautizar incluso como lobo enano japonés).

Distribución y comparación en tamaño entre las dos subespecies de lobo japonesas (fuente).

Las fuentes oficiales señalan que la subespecie de Honshu se extinguió durante 1905 y atribuyen su desaparición a los efectos devastadores de diversas epidemias sobre los animales, como por ejemplo la rabia. El último ejemplar del que se tiene constancia fue abatido en la península de Kii, en la zona centro-sur de la isla de Honshu y su cadáver fue vendido por los cazadores locales al zoólogo de la Universidad de Stanford Malcolm Anderson, que formaba parte de una expedición financiada por el Duque de Bedford para recolectar pequeños mamíferos. La piel de dicho ejemplar fue enviada al Museo de Historia Natural de Londres, donde aún permanece.

Tradicionalmente, los lobos eran vistos con buenos ojos por los habitantes de las montañas de Japón. Una de las principales razones era la percepción que se tenía del lobo como protector de los cultivos, ya que ayudaba a mantener alejados a animales que se alimentaban de los mismos, causando una gran devastación y malestar entre los granjeros. Las tierras altas de la península de Kii eran uno de los lugares del archipiélago japonés más afectado por las incursiones en las granjas de jabalíes, ciervos, liebres...El lobo actuaba como regulador de las poblaciones de estos herbívoros, manteniendo así una especie de relación simbiótica con los aldeanos de las montañas. Sin embargo, esa relación positiva entre humanos y lobos en las islas empezó a cambiar a partir del siglo XVII como consecuencia de varios factores. En primer lugar, el desarrollo urbano que tuvo lugar desde finales del siglo XVI con la construcción de castillos, templos, mansiones, puentes, carreteras...etc. Supuso un rápido crecimiento de las poblaciones humanas en el entorno y consumió enormes cantidades de madera, convirtiendo los bosques en tierras de labranza. Esto hizo disminuir las poblaciones de las habituales presas de los lobos, obligando a estos últimos a depredar sobre el ganado doméstico. Otro factor determinante para el cambio en las relaciones fue la entrada del virus de la rabia en Japón a finales del siglo XVII. Los primeros casos de lobos con rabia reportados oficialmente en el país datan de 1732 en las islas de Kyushu y Shikoku, para ir extendiéndose posteriormente hacia el este. Esta epidemia, además de diezmar las poblaciones del animal, contribuyó a un cambio de percepción, ya que empezaron a darse ataques de lobos rabiosos a humanos. A pesar de que la "versión oficial" señala como culpable de la desaparición del lobo japonés a diversas epidemias, la realidad es que el cambio en las relaciones y en la percepción que los humanos tenían del animal fue el detonante del declive de estos cánidos en el archipiélago, dando paso a una caza indiscriminada que tuvo un gran peso en su extinción.

Ejemplar de lobo de Honshu montado para exposición (fuente).

El profundo estrecho de Tsugaru que separa Honshu y Hokkaido constituye una gran barrera zoogeográfica entre ambas islas. Como resultado, la fauna de Honshu tiene similaridades con la del sureste asiático, mientras que la fauna de Hokkaido es más parecida a la del noreste del continente. Como consecuencia de esta barrera, no hay evidencias de una superposición entre los hábitats del lobo de Honshu y el lobo de Hokkaido, que se piensa habrían colonizado Japón procedentes de la península de Corea y de Siberia respectivamente. 

La posición filogenética exacta de ambas subespecies no se conoce en detalle y se requieren nuevos estudios al respecto. Las diferencias en morfología derivadas de comparaciones osteológicas entre ambas, además de con las subespecies vivientes de lobo gris, son importantes. A parte de esto, los análisis de ADN mitocondrial muestran que los dos lobos japoneses pertenecen a distinto haplogrupo, es decir, están próximos genéticamente a distintos grupos de lobos. Mientras la subespecie de Honshu está emparentada con el lobo itálico (Canis lupus italicus) y otros grupos repartidos por Eurasia, la subespecie de Hokkaido se muestra más próxima al clado de los lobos norteamericanos. Dichos análisis sugieren que el primero en llegar al archipiélago japonés fue el lobo de Honshu, con el lobo de Hokkaido llegando más recientemente desde el norte. Además, se han demostrado ciertas similitudes genéticas del lobo de Honshu con razas caninas actuales como el kishu-inu japonés o el husky siberiano

En la actualidad se conservan ocho pieles y cinco especímenes montados para exposición, uno en los Países Bajos, otro en el Museo Británico de Londres y los tres restantes en Japón.

Bosquejo del lobo de Honshu realizado por Carl Hubert de Villeneuve (fuente).

Por su parte, el lobo de Hokkaido o lobo de Ezo era de un tamaño sustancialmente mayor al de su congénere del sur de Japón, comparable al de muchas otras subespecies de lobo gris, alcanzando hasta 80 cm de altura en la cruz. Además de Hokkaido y Sajalin también habitó Iturup y Kunashir en las islas Kuriles y la península de Kamchatka. Su pelaje era de color gris en verano y se volvía más blanquecino, grueso y largo en invierno. La cabeza del animal era grande y robusta, con caninos largos y curvos como adaptación para agarrar mejor a sus presas. Sus pies eran inusualmente grandes en relación al tamaño de su cuerpo, lo cual les facilitaba recorrer grandes distancias sobre la nieve. Su constitución era musculosa. Se trataba de animales nocturnos que cazaban en grupos entre el crepúsculo y la salida del sol.

Los análisis de ADN mitocondrial mostraron una coincidencia casi exacta con lobos grises de Canadá y Alaska, lo cual indica que los ancestros del lobo de Ezo llegaron a Hokkaido y Sajalin desde Norteamérica. Aunque inicialmente se pensó que constituía una especie separada, fue clasificado como subespecie del lobo gris en 1931 por el zoólogo Kyukichi Kishida.

El lobo de Ezo se extinguió en la isla de Hokkaido en mitad del periodo de la "restauración Meiji" (1868-1912). Uno de los principales objetivos de dicho periodo era modernizar la agricultura del país, pasando de depender ampliamente del cultivo de arroz a un modelo basado en los ranchos americanos. El ranchero americano Edwin Dun fue contratado por la Agencia de Desarrollo de Hokkaido para hacer funciones de asesor en dicho proceso de cambio. Dun implantó granjas experimentales para llevar a cabo su trabajo e importó gran cantidad de ganado de los Estados Unidos. La predación por parte de los lobos sobre los caballos de las granjas en la isla provocó que el gobierno Meiji declarase a los primeros animales a exterminar, encargando a Dun la tarea. El americano comenzó una campaña de envenenamiento masivo usando cebos con estricnina. El uso de estos cebos se generalizó entre los granjeros con el beneplácito del gobierno, lo que habría provocado el declive del lobo.

Otra teoría sugiere que en 1878 una gran población de ciervos salvajes y otros herbívoros murieron de inanición debido a la falta de disponibilidad de vegetación natural. Este hecho provocaría a la postre la extinción de la población de lobos de la isla al no encontrar suficientes presas. Se ha establecido 1889 como la fecha oficial de la desaparición del último lobo en la isla de Hokkaido.

Dos lobos de Hokkaido expuestos en un museo (fuente).

Como sucede en bastantes ocasiones, han sido numerosos los testimonios de avistamientos de lobos en Japón después de la fecha oficial de su extinción. 
En el caso del lobo de Honshu los testimonios son más numerosos, llegando a dedicarse libros enteros acerca del tema. Los testimonios recogen todo tipo de avistamientos: aullidos en la noche, huellas, excrementos, encuentros directos con el animal...En 1994 tuvo lugar el primer simposio sobre el lobo japonés, en el cual participaron alrededor de 80 investigadores y aficionados de todo Japón. Se dieron a conocer los testimonios de numerosos testigos que afirmaron haber tenido algún tipo de contacto con el animal después de su supuesta extinción.
A pesar de todo, no ha sido aportada hasta la fecha ninguna prueba definitiva de que el lobo de Honshu o el lobo de Hokkaido siguen existiendo en sus respectivas islas. Algunos investigadores han sugerido que muchos de los avistamientos reportados pueden tratarse de confusiones con perros salvajes.


Más información sobre los lobos japoneses:













domingo, 25 de julio de 2021

El tenkile: sorpresa en las selvas de Nueva Guinea

El tenkile (Dendrolagus scottae) es una especie de canguro arborícola endémica de las Montañas Torricelli, en el noroeste de Papúa Nueva Guinea. El mundo científico no tendría noticias de su existencia hasta finales de la década de los 80 del siglo XX, debido principalmente a la conjunción de dos factores: por un lado, el carácter inhóspito de los territorios que habita, y por otro, el escaso número de efectivos que conforman sus poblaciones.

En 1985 el joven zoólogo australiano Tim Flannery viajó a Papúa Nueva Guinea con el fin de explorar algunos de los últimos bosques vírgenes del planeta en un intento por descubrir nuevas especies. Fue en la localidad de Wigotei donde Flannery sintió curiosidad por una garra oscura y de considerable tamaño portada por un nativo. Desde un primer momento y debido a sus peculiares características, el zoólogo australiano tuvo la intuición de estar ante una nueva especie, sobre todo tras escuchar testimonios de lugareños en los que mencionaban un tipo de canguro arborícola al que ellos conocían en su lengua como "tenkile"

Flannery regresaría tres años después a las Montañas Torricelli decidido a desentrañar el misterio. En su búsqueda por las espesas selvas era acompañado por el biólogo Lester Seri además de varios guías y cazadores oriundos de la zona a los que pagaba por ayudarle a encontrar animales. El 11 de Junio de 1988 la búsqueda del equipo liderado por Flannery obtendría una recompensa parcial, ya que encontrarían la piel y el cráneo de un individuo juvenil del canguro justo al oeste de la cima del Monte Sumoro, a casi 1.400 metros de altitud. Dichos restos servirían a la postre como materiales utilizados por Flannery y Seri para la descripción formal de la especie en 1990.

Un ejemplar de tenkile (fuente).

Como cabía esperar, Flannery no se conformó con el hallazgo. Ansiaba encontrar un ejemplar vivo del canguro, con lo que decidió aventurarse en territorios aún más remotos, llegando a sufrir la hostilidad de ciertos pueblos que no recibían hospitalariamente a los hombres blancos debido a malas experiencias previas con ellos. En noviembre de 1989 los cazadores locales capturaron una cría viva, pero esta murió en el traslado. Sin embargo, esta captura proporcionó al zoólogo australiano información muy valiosa: por un lado, confirmaba que la especie no se había extinguido durante los últimos años (cosa de la que Flannery llegó a dudar) y por otro lado, servía para acotar con mayor precisión el área de distribución del animal. 
En mayo de 1991, mientras Flannery trabajaba en Australia, su ayudante en la isla de Nueva Guinea consiguió atrapar tres ejemplares de tenkile y colocarles un emisor alrededor del cuello, liberándolos posteriormente con la idea de que serían fácilmente localizables. Flannery voló inmediatamente a Nueva Guinea pensando que por fin se iba a producir el tan ansiado encuentro con un tenkile vivo. Nada más lejos de la realidad. El emisor de uno de los animales dejó enseguida de emitir señales y los otros dos ejemplares fueron hallados sin vida en el bosque. Aquello hizo que el desánimo se apoderase de Flannery, se sentía agotado física y psicológicamente tras años sin conseguir un ejemplar vivo del canguro. 
Sin embargo, no mucho tiempo después, dos hombres de la tribu Wigotei llevaron hasta Flannery un joven ejemplar vivo de tenkile que había quedado huérfano después de que mataran a su madre. Por fin, tras unos siete años desde el comienzo de la búsqueda, el zoólogo australiano podía ver con sus propios ojos un individuo de la especie cuya existencia había intuido en 1985 y había descrito en 1990 basándose tan sólo en unos cuantos restos orgánicos. 

Por desgracia, el joven tenkile no duró mucho tiempo en cautividad, pero sirvió como fuente de valiosa información sobre la especie.

El tenkile es el mamífero de mayor tamaño nativo de Melanesia. Su peso oscila alrededor de los 10 kg en promedio, siendo los machos ligeramente mayores. El color de su pelaje es entre marrón oscuro y negro. La constitución de su cuerpo es apta para desplazarse de árbol en árbol y saltar entre sus ramas. Su cola larga y flexible le permite moverse con gran agilidad en los niveles más altos de la selva. Las largas y poderosas garras (sobre todo las traseras) le ayudan a sujetarse con firmeza a las ramas y de esta manera escalar mejor el dosel vegetal.

Son animales diurnos. Según testimonios de los nativos, antes era común encontrarlos en pequeños grupos, pero hoy en día es más frecuente ver a una madre con su cría o animales solitarios, seguramente debido al declive poblacional. Aunque son necesarios más datos acerca de su alimentación, se sabe que son principalmente herbívoros, alimentándose sobre todo de hojas de los árboles, helechos, enredaderas, raíces, tubérculos...etc. Se les puede encontrar buscando alimento tanto en los árboles como en el suelo de la selva. De hecho, pasan en el suelo una proporción del tiempo mayor que otros canguros arborícolas. No se conoce ningún depredador de la especie a excepción del ser humano. Las investigaciones sugieren que el tenkile se reproduce en casi cualquier época del año. Las hembras paren una cría de cada vez (probablemente a veces dos), con intervalos de doce meses entre una gestación y la siguiente. Al tratarse de un marsupial posee la característica bolsa en la que se desarrollan sus crías.


Un tenkile en su hábitat natural (fuente).


Se trata de una especie con un área de distribución muy restringida, encontrándose tan sólo en la Cordillera Torricelli y el Monte Menawa, en la Cordillera Bewani, al oeste de las Montañas Torricelli. Habita los bosques montanos situados entre 900 y 1.700 metros de altitud en un área que no ocupa más de 150 kilómetros cuadrados. Hoy en día se estima que sobreviven unos 200 individuos maduros de la especie en la Cordillera Torricelli. No hay estudios fiables para la Cordillera Bewani, tan sólo se ha confirmado la presencia del animal en dicho emplazamiento y se sospecha que podría tratarse de una subespecie diferente principalmente debido al menor tamaño de los individuos. 

El tenkile está clasificado como especie en peligro crítico de extinción por la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza). Las dos principales amenazas para el animal son la caza para alimentación humana y la pérdida de hábitat debido a la conversión de los bosques en tierras destinadas a la agricultura de subsistencia y el crecimiento regional de las poblaciones humanas. Estos factores provocaron que durante la década del 2000 el animal estuviese a punto de extinguirse: se sospecha que su número total no superaba los 100 individuos en la Cordillera Torricelli. No se tienen datos acerca de la situación por aquel entonces en la Cordillera Bewani, pero la presión humana en esta última nunca ha sido demasiado elevada.

 En 2001 fue establecido un programa de conservación de la especie denominado Tenkile Conservation Alliance. Dicha estrategia se ha traducido en un freno al declive de la población que desde entonces está recuperándose. 


El Tenkile Conservation Alliance incluye un acuerdo con 50 poblaciones de la zona para cesar la caza del animal, un programa de monitoreo de la abundancia y distribución de la especie y acuerdos colaborativos de investigación. Además, el gobierno de Papúa Nueva Guinea se ha comprometido a establecer un área protegida de aproximadamente 200.000 hectáreas dentro del rango de distribución del animal.

Para terminar, señalar que el apellido "scottae" le fue dado a la especie por parte de Flannery y Seri en honor a Winifred Scott, quien ayudó a financiar las expediciones para la búsqueda del animal. Por esta razón el tenkile también es conocido con el nombre de "canguro arborícola de Scott".


Más información sobre el tenkile:

https://www.iucnredlist.org/species/6435/21956375#geographic-range

https://tenkile.com/tenkile-tree-kangaroo-2/

https://animaldiversity.org/accounts/Dendrolagus_scottae/

https://www.iucn.org/news/oceania/202010/interview-tenkile-conservation-alliance

Charla de Jim Thomas sobre el Tenkile Conservation Alliance (en inglés)

Vídeo de introducción del Tenkile Conservation Alliance por David Attenborough

https://news.mongabay.com/2019/10/bouncing-back-the-recovery-of-the-tenkile-tree-kangaroo/

Artículo sobre el dingiso, otro canguro arborícola descubierto por Tim Flannery


martes, 25 de mayo de 2021

Los equiúridos y la determinación ambiental del sexo

Los equiúridos (Phylum Echiura), también conocidos como gusanos cuchara, son un grupo de invertebrados marinos considerados parientes cercanos de los anélidos, debido principalmente al parecido entre la larva trocófora de aquellos y la de los poliquetos. Algunas especies viven en galerías excavadas en la arena y el fango, mientras que otras viven en las grietas del coral, de las rocas, caparazones de erizos de mar, conchas de moluscos o lugares similares. La mayoría de especies habitan en aguas litorales templadas, pero también existen especies de aguas profundas. Se distribuyen por todos los océanos.

 El cuerpo de los equiúridos se divide en dos regiones: un tronco cilíndrico no segmentado y una probóscide o trompa preoral extensible que frecuentemente es bastante más larga que el tronco. A lo largo de dicha probóscide se encuentra un surco ciliado que termina en la boca. Las paredes del cuerpo están formadas por capas musculares y el celoma (cavidad general del cuerpo) forma una especie de esqueleto hidrostático, ayudando a realizar los movimientos de contracción y relajación que el animal necesita para excavar el terreno. Suelen encontrarse con la trompa enterrada en el sedimento. Son animales solitarios que viven normalmente adheridos al sustrato, sin desplazarse sobre él. Su sistema nervioso está formado por un anillo nervioso alrededor del perímetro de la trompa y un cordón nervioso ventral que se extiende a lo largo del tronco y del que parten numerosas ramificaciones hacia la musculatura. No tienen órganos sensoriales especializados. 

El equiúrido Bonellia viridis en su hábitat natural (fuente).

 La mayoría de equiúridos son sedimentívoros, es decir, ingieren el sedimento para digerir los pequeños trozos de materia nutritiva que pueda contener. El proceso de alimentación consiste en extender la trompa sobre el sedimento fuera de sus galerías, curvándola ventralmente para formar un surco a lo largo del cual las partículas de alimento serán transportadas hacia la boca. En el género Bonellia, cuya trompa puede extenderse hasta 2 metros, las partículas pequeñas de alimento son trasladadas mediante el simple movimiento de los cilios a lo largo de la probóscide, mientras que las partículas mayores se mueven por una combinación de movimientos ciliares y musculares o solamente por acción muscular.

 Los sexos en los equiúridos son separados. Existe una gónada única fija a la pared del vaso sanguíneo ventral que libera gametocitos en el celoma del tronco, los cuales madurarán dando gametos. Estos gametos se almacenarán en unos órganos llamados sacos genitales y serán liberados al agua de mar, donde tendrá lugar la fecundación. No existen evidencias de que los equiúridos se reproduzcan asexualmente. El desarrollo es indirecto y conduce a una larva con forma de peonza llamada larva trocófora, que puede durar desde unos pocos días hasta tres meses según las especies y se continuará con una metamorfosis gradual hasta la forma adulta. 

Ejemplar de Bonellia buscando partículas alimenticias sobre el sedimento con la trompa extendida (fuente).

El género Bonellia destaca por su peculiar forma de reproducción. Ésta implica la existencia de un dimorfismo sexual extremo, con machos de mucho menor tamaño que las hembras y de aspecto muy diferente. La determinación del sexo es muy interesante en este género. Los machos son enanos, de alrededor de 1 a 3 mm de tamaño, y viven en el saco genital impar de la hembra. Generalmente, se encuentran unos 20 machos en una sola hembra. El macho no solo fecunda los huevos, sino que en la ovoposición secreta un material gelatinoso que sirve para unir los huevos entre sí. Dichos huevos se desarrollarán dando larvas trocóforas de vida libre y nadadoras, sexualmente indiferenciadas. Baltzer (1914) fue el primero en realizar experimentos de laboratorio acerca de la determinación del sexo en estos animales. En ellos observó que si las larvas se fijan a la probóscide de una hembra adulta, la mayor parte se convertirán en machos enanos. Ahora bien, si las larvas no entran en contacto con la probóscide de ninguna hembra, sufrirán una metamorfosis que las convertirá en hembras adultas con una longitud de alrededor de 10 cm. 

Esquema que muestra la comparación en tamaño entre la hembra y el macho de Bonellia (fuente).

Seis décadas después, fue Leutert (1974) quien realizó experimentos de laboratorio incubando larvas tanto en presencia como en ausencia de hembras adultas. Leutert emplazó larvas indiferenciadas de Bonellia viridis en agua marina normal y en agua marina conteniendo fragmentos de la probóscide de una hembra. Pudo comprobar como la mayoría de larvas cultivadas en presencia de los trozos de probóscide se convertían en machos, mientras que en ausencia de dichos trozos de probóscide las larvas acababan dando hembras. El estímulo para el desarrollo de los machos es, aparentemente, una hormona producida por la probóscide de las hembras llamada bonelina. La hembra adulta de Bonellia excreta bonelina para atraer a las larvas. Sólo las hembras de la especie tienen la capacidad de secretar dicha hormona, que es también un biocida y recientes estudios han demostrado que posee propiedades antitumorales. La bonelina induce a las larvas indiferenciadas a entrar en la hembra a través de su proboscis. Una vez dentro, éstas viajarán hasta la pequeña cavidad del útero en la que se alojarán. Posteriormente, la larva experimentará ciertos cambios fisiológicos que permiten la diferenciación de unas gónadas masculinas productoras de esperma y empezará a fecundar los huevos que pone la hembra. Sin embargo, el mecanismo genético que permite esta transición no es bien conocido. El diminuto macho recibe a cambio protección ante predadores y una fuente de alimento continua.




 Los bonélidos machos no tienen trompa, boca, ano ni sistema vascular-sanguíneo y sus necesidades metabólicas quedan cubiertas con los fluidos de la hembra en los que están inmersos. Esta determinación ambiental del sexo ayuda a las poblaciones de bonélidos a responder a la disponibilidad de madrigueras, evitando la competencia intraespecífica. Además, al "criar" la hembra a los machos que la van a fecundar en su interior, evita tener que realizar una búsqueda de pareja que podría resultar dificultosa.

 Los equiúridos en general pueden ser un alimento importante en la dieta de algunos peces. Aparentemente, los tiburones utilizan la succión para extraer los equiúridos grandes de sus galerías.


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