Los científicos conocen la existencia de gorilas al menos desde la década de 1840. En 1847 el misionero, médico y naturalista Thomas Staughton Savage, encontró en Gabón varios cráneos y algunos huesos de una especie de simio de gran tamaño hasta aquel momento desconocida para la ciencia. De vuelta a los Estados Unidos con su hallazgo, realizaría junto al anatomista y naturalista Jeffries Wyman la descripción formal de la nueva especie, bautizándola como Troglodytes gorilla. Se trataba del gorila de llanura occidental, circunscrito a las tierras bajas del centro-oeste de África. Sin embargo, hacia 1860, el oficial del ejército británico en la India y explorador de África John Hanning Speke, ya había recogido testimonios de nativos describiendo un "enorme monstruo", de aspecto similar a un simio gigante, que supuestamente habitaba las Montañas Virunga, en el este del continente, concretamente en la zona fronteriza entre la República Democrática del Congo, Ruanda y Uganda. En 1898, el explorador, político y emprendedor inglés Ewart Scott Grogan (quien fuera el primer humano en cruzar África a pie desde Ciudad del Cabo hasta El Cairo), encontró a su paso por las Montañas Virunga el esqueleto de un simio de gran tamaño. Debido a las grandes dimensiones del animal y para desconsuelo del mundo científico, decidió dejar el esqueleto en el mismo lugar en que lo había encontrado. No obstante, por aquellos años ya existía un gran interés entre los científicos occidentales por estos supuestos grandes simios del este de África.
Hubo que esperar hasta el comienzo del nuevo siglo por la prueba definitiva de su existencia. En Octubre de 1902, el oficial alemán Robert Oskar von Beringe, divisó un grupo de estos animales en su ascenso al monte Sabinio, en la Cordillera Virunga. El oficial disparó a dos ejemplares mientras estos intentaban alcanzar la cima de un volcán, para posteriormente enviar el cráneo y parte del esqueleto de uno de ellos a su colega Paul Matschie, zoólogo del Museo de Historia Natural de Berlín. Matschie no tardaría en clasificar el animal como una nueva especie, a la que nombró Gorilla beringei, aunque un tiempo después fue reclasificado como subespecie, pasando a ser Gorilla gorilla beringei, el popularmente conocido como "gorila de montaña".
La noticia del descubrimiento de esta nueva especie propició el comienzo de una caza masiva del animal, convirtiéndose en uno de los trofeos más preciados entre los cazadores de la época. Entre 1902 y 1925 al menos 54 gorilas de montaña fueron abatidos en las Montañas Virunga. Con frecuencia las imágenes de gorilas muertos fueron publicadas en la literatura científica y popular, con los animales posando junto a nativos africanos (para resaltar el gran tamaño de los primeros) o colgados en posición de crucifixión. Una de las cacerías más famosas y de mayor envergadura de la época fue la llevada a cabo por la expedición zoológica del príncipe Guillermo de Suecia en 1921, en la que fueron abatidas 1.700 aves y 1.000 mamíferos, entre los que se encontraban 14 gorilas de montaña.
Uno de los gorilas disparado por Robert von Beringe en las Montañas Virunga (C) Andreas von Beringe (fuente). |
El descubrimiento de las poblaciones de gorilas en el este del continente, puso en marcha numerosos intentos de clasificación de estos animales por parte de los taxónomos, sin haber unanimidad al respecto. De hecho, podemos decir que aún hoy en día persisten algunas discrepancias.
Fue Ernst Schwarz en 1928 el primero en intentar reducir el elevado número de especies y subespecies propuestas por diferentes expertos en los años previos, proponiendo clasificar todas las variantes del animal en una única especie (Gorilla gorilla) que incluiría siete subespecies diferentes. Sin embargo, esta clasificación fue considerada algo aleatoria, ya que simplemente se limitó a separar grupos geográficos, sin describir diferencias reales entre ellos. La primera gran revisión de la taxonomía del gorila y que tendría gran aceptación durante las siguientes cuatro décadas, sería llevada a cabo por Coolidge en 1929. Al igual que Schwarz, Coolidge clasificó todas las poblaciones de gorila dentro de la misma especie (Gorilla gorilla), pero reconoció sólo dos subespecies: G. g. gorilla (poblaciones del oeste) y G. g. beringei (poblaciones del este). Mientras, autores como Schultz (1934) y Vogel (1961) creían que las diferencias entre las poblaciones occidentales y las poblaciones orientales de estos animales eran suficientemente grandes como para separarlos en dos especies diferentes.
A finales de la década de 1960, Colin Groves empezó a trabajar en la taxonomía del gorila. Su aportación sería fundamental y sus extensos estudios sobre el tema contribuyeron de manera decisiva a la propuesta de clasificación de estos animales llevada a cabo en la conferencia de expertos en primatología celebrada en Orlando (E.E.U.U.) en el año 2000 y que se ha convertido en la más aceptada por el mundo científico hasta nuestros días. Los nuevos métodos de genética molecular junto a métodos taxonómicos más tradicionales han permitido separar a los gorilas en dos especies distintas: el gorila occidental (Gorilla gorilla) y el gorila oriental (Gorilla beringei). A su vez, dentro del gorila occidental se distinguen dos subespecies: G. g. gorilla (el gorila occidental de llanura) y G. g. diehli (el gorila del estado nigeriano de Cross River). Dentro de la especie del este encontramos otras dos subespecies: G. beringei beringei (el gorila de montaña), G. b. graueri (el gorila de llanura oriental), además de el gorila de Bwindi, población que habita el impenetrable bosque Bwindi (Uganda), aún sin nombrar científicamente y cuya separación como subespecie es discutida.
Grupo de gorilas de montaña en su hábitat natural (fuente). |
El gorila de montaña se diferencia de sus congéneres de llanura por poseer un pelaje más grueso y largo, condición necesaria para sobrevivir en las frías y húmedas montañas que habita. El color del pelaje es negro azabache en comparación con un color más pardo-grisáceo de los gorilas de tierras bajas. Además, el gorila de montaña es más grande y robusto, con un pecho y cuerpo en general más anchos. Las mandíbulas y los dientes son más largos, aunque las extremidades son algo más cortas que las de sus parientes.
En términos generales, podemos decir que la altura de los gorilas de montaña oscila entre 1.2 y 1.8 metros y el peso entre 136 y 220 kilogramos, siendo los machos de mayor tamaño que las hembras, aunque estas medidas pueden ser superadas por algunos ejemplares, especialmente gorilas cautivos en zoos, que frecuentemente se ven afectados por sobrepeso.
Los machos adultos poseen una pronunciada cresta sagital en su cráneo y se caracterizan por el color plateado de su espalda. La expectativa de vida de estos animales (ambos sexos) ronda unos 35 años en promedio, aunque ejemplares en cautividad pueden vivir más tiempo.
Son animales capaces de trepar a los árboles, pero pasan la mayor parte de su vida en el suelo. Forman grupos de hasta 30 individuos liderados por un "espalda plateada", un macho dominante adulto que organizará actividades como buscar alimento, construir nidos con ramas y hojas para descansar o explorar un territorio que puede abarcar hasta 25 km cuadrados.
El periodo de gestación de los gorilas dura unos nueve meses, después de los cuales la hembra dará a luz a una sola cría que permanecerá junto a ella durante los dos o tres primeros años de su vida.
Macho "silverback" o "espalda plateada" junto a hembra (fuente). |
Actualmente, los gorilas de montaña viven distribuidos en dos subpoblaciones separadas entre sí y rodeadas por terrenos alterados para la agricultura por elevadas densidades de humanos. La subpoblación del sur ocupa las Montañas Virunga, en un espacio que abarca tres áreas destinadas a su protección: el Parque Nacional Virunga (Rep. Dem. del Congo), el Parque Nacional de los Volcanes (Ruanda) y el Parque Nacional de los Gorilas de Mgahinga (Uganda). La otra subpoblación ocupa el Parque Nacional de Bwindi, en el suroeste de Uganda, unos 25 km más al norte, así como la Reserva Natural de Sarambwe, en la Rep. Dem. del Congo.
Estos animales habitan bosques entre los 1.400 y los 3.800 metros de altitud, compuestos por varios tipos de vegetación afromontana, como bosques de bambú, bosque mixto o bosque subalpino, todos ellos caracterizados por una densa vegetación a nivel del suelo y una relativamente escasa cobertura vegetal en niveles más altos. Durante la estación lluviosa los gorilas frecuentan los bosques de bambú en busca de los brotes tiernos. Ambas subpoblaciones se alimentan principalmente de vegetación de porte herbáceo, aunque los gorilas de Bwindi, como consecuencia de vivir a menor altitud (1.400-2.500 m), incorporan a su dieta una cantidad considerable de frutos, ya que a estas altitudes son mucho más abundantes. Los insectos y otros pequeños invertebrados como caracoles o larvas constituyen una parte casi insignificante de su dieta.
A pesar de los esfuerzos de conservación realizados y de la monitorización de estos animales llevada a cabo desde la década de 1950, el gorila de montaña se encuentra dentro de la categoría de especie en peligro según los criterios de la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza). En 1989 había 620 individuos, mientras que el censo de 2018 arrojó una cifra de 1.004 gorilas, perteneciendo 604 de ellos a la subpoblación de las Montañas Virunga y 400 a la subpoblación de Bwindi. Estos datos muestran una ligera tendencia a la recuperación poblacional, pero aún insuficiente para considerarlos fuera de peligro.
Sello postal de Ruanda dedicado al gorila de montaña (1985) (fuente). |
Los gorilas de montaña se enfrentan a numerosas amenazas que han provocado el declive de su población desde que fueran descubiertos en 1902. Una de las principales es la pérdida de hábitat: más de 100.000 seres humanos comparten hábitat con estos simios, disminuyendo drásticamente la extensión de los bosques para destinar las tierras al cultivo y provocando su reducción a parches boscosos cada vez más pequeños entre los asentamientos humanos. Es frecuente que los habitantes de poblaciones que rodean las áreas protegidas en las que viven estos animales, realicen incursiones ilegales dentro de ellas en busca de recursos como agua, madera, cazar animales o simplemente usen las tierras como pasto para su ganado.
Otro importante problema al que han tenido que enfrentarse estos simios durante su existencia son los conflictos armados de la zona. Entre 1990 y 1994, miles de refugiados de la guerra civil ruandesa se instalaron en los límites del Parque Nacional Virunga, alterando la vida de los gorilas con actividades como quemas y talas incontroladas o caza furtiva. Los refugiados no abandonaron los improvisados campamentos hasta 1996. Aún así, los conflictos en la zona siguen siendo frecuentes, con grandes áreas bajo el control de milicias rebeldes que hacen casi imposible a los gobiernos la vigilancia de los hábitats protegidos.
La caza es otra amenaza importante. Estos gorilas han sido tradicionalmente cazados por su carne, además de servir como trofeos o para el comercio con sus crías. Algunos grupos de gorilas se han acostumbrado a la presencia humana (grupos de turistas e investigadores), lo cual los hace más vulnerables a los ataques y a la caza furtiva. Las trampas preparadas para otros animales como los antílopes, pueden causar serios daños a los gorilas, incluso la muerte.
Cabe destacar el papel de las enfermedades de transmisión humana. A medida que más personas invaden sus territorios y crece el turismo enfocado a visitar a los gorilas, diferentes patógenos son introducidos en sus poblaciones. Muchos microorganismos que causan enfermedades en humanos lo hacen también en los gorilas, debido a la semejanza genética entre ambas especies. Las infecciones respiratorias están aumentando su frecuencia entre los simios de Virunga, así como la presencia de parásitos gastrointestinales. Se han detectado incluso epidemias como el sarampión, que obligó a vacunar a más de 60 gorilas y se sabe que estos animales pueden verse afectados por el virus del ébola.
Si todo esto no fuera suficiente, el cambio climático también podría afectar a estos animales en el futuro. El incremento de las temperaturas y el cambio en los patrones de precipitación podrían afectar a la disponibilidad de alimento, provocando que los gorilas tengan que migrar a mayores altitudes en las montañas, lugares en los que la disponibilidad de recursos puede no ser suficiente para mantener a una población de estos animales. Además, las temperaturas extremas provocan que las noches en las montañas cada vez sean más gélidas, trayendo consigo la necesidad de un mayor aporte calórico para mantener la temperatura corporal y por tanto mayor demanda de alimento. Ya han sido registrados fallecimientos de bebés gorila a causa de hipotermia.
Por último, cabe destacar el papel tan importante que ha tenido en el estudio y conservación del gorila de montaña la primatóloga estadounidense Dian Fossey, quien pasó gran parte de su vida junto a estos animales en África. Fossey escribió el libro "Gorilas en la niebla", en el cual se basó la película del mismo título protagonizada por Sigourney Weaver y por cuya interpretación fue nominada al Óscar y ganó un Globo de Oro. La obra de Fossey contribuyó decisivamente a la protección de estos simios desmitificando su comportamiento violento y presentándolos como realmente son, pacíficos e inteligentes animales vegetarianos que sólo muestran agresividad hacia los humanos si son molestados.
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